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Conciertos Julio Iglesias

La nave de los recuerdos

La nave de los recuerdos

Julio Iglesias quizás atraviesa el momento más tranquilo y reflexivo de su carrera. Por este motivo, verlo ahora, con 73 años, y tras 48 años de sus inicios en el mundo de la música sobre un escenario, supone quizás ver al artista tal y como es realmente, ver al Julio Iglesias más auténtico, más espontáneo, el que, ahora sí, está de vuelta de todo, porque así se pudo comprobar en el concierto que ofreció el pasado miércoles en el Gran Canaria Arena. Al abordar la crónica de cómo se desarrolló todo aquello, se podría poner el acento en la calidez de su voz, la excelencias de los músicos, la participación del explosivo grupo de coristas, ese saxofonista que acaparó el centro escénico junto al protagonista, o el espectacular y versátil juego de luces e imágenes que lo acompañaba.

Pero resulta imprescindible sobre todo dejar constancia de lo que dijo en numerosos momentos. Era un Julio Iglesias más hablador que de costumbre. Sin muchas ganas de estridencias. De hecho, centró una gran parte de su actuación en recrearse en los medios tiempos a través de un amplio números de baladas que ocuparon casi la última hora. Sentado la mayor parte del tiempo, el madrileño se mostró espontáneo hasta niveles insólitos, como cuando, sin ningún tipo de reparos, le dijo al técnico, como si estuviera en medio de una prueba de sonido, "Juan sube la voz que no me oigo lo suficiente". Tras interpretar la tercera canción vino el primer momento digno de destacar. "Canarias es fundamental en mi vida", dijo. "Existe una conexión evidente entre la Islas y el Caribe que me ha marcado profundamente, y el Atlántico es ese enlace que conecta ambas almas y que aparece reflejado en los artistas del otro lado del océano". Y a continuación atacar un tema de José Alfredo Jiménez en el que no había que ser un gran musicólogo para detectar esa influencia de una forma clara. Más adelante reconocía que la cultura del Archipiélago había estado presente en su vida a través de Los Sabandeños, Tenderete o Los Gofiones e interpretó dos de las versiones más estimulantes de Canarito o Palmero sube a la Palma que haya hecho alguien que no es de aquí. Eran guiños hacia las Islas lejos los localismos manidos y ridículos a los que hacen gala muchos artistas cuando vienen actuar las islas. Aquí no estábamos hablando ni del gofio, ni del mojo picón, ni de la guagua.

El cantante madrileño repitió aquello tan conocido por todo el mundo de "que siempre presumo de ser español" antes de abordar el popular Quijote, algo que viene muy bien recordar de vez en cuando en un país proclive a los separatismos. Aunque, no obstante, y en su caso, resulta difícil ser más español de pura cepa cuando naces en Madrid, pero tu madre es de Andalucía y tu padre gallego. El cantante latino más importante de la historia dejó muchos más mensajes a modo de gemas para su galería. A veces se trataba de reírse de sí mismo y de los tópicos. "Siempre se ha dicho que he estado con tres mil mujeres", recordó. "Es todo falso han sido muchas más", añadía, para a continuación reírse de una manera excéntrica como escandalizado de su propia osadía. Algo que sucedió también al hablar de sus ocho hijos, "cinco de los cuales parezco más su abuelo", y rematarlo con un "pero tengo a quien salir, mi padre con 91 años tuvo uno, por lo que no pierdo la esperanza de volver a serlo de nuevo". ¿Y las canciones? Mención especial a Ni te tengo ni te olvido, Échame a mí la culpa, Me olvidé de vivir, La carretera, Natalí, Por el amor de una mujer, La nave del olvido, Espera un poco, Ni contigo ni sin ti o De niña a mujer con la intervención de una pequeña de entre el público a la que le incluso le encontró un futuro novio. Pero sobre todo, la gran protagonista fue Me va, me va, me va, interpretada hasta en tres ocasiones, una canción que funcionó casi como una señal para que muchos espectadores, como un resorte, se situasen en la zona de seguridad con la vista gorda del equipo encargado del evento para que no pararan de grabar con los móviles a su ídolo. Julio Iglesias regresó a Canarias tras más de veinte años. Pero, en este caso, la espera ha servido para disfrutar de un encuentro más cerca de la persona que del personaje.

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