El sistema auditivo es complejo y en ocasiones tormentoso cuando la rutina es puro ruido. En resumen, las vibraciones sonoras del cancionero mainstream cruzan el canal auditivo externo y llegan a la membrana del tímpano. Y ahí, entre tejidos mucosos se encuentra el órgano de Corti, el verdadero receptor, expuesto e indefenso con sus miles y miles de células sufriendo el mayor de los castigos. Pero, de vez en cuando, estas se encuentran con un regalo, un masaje entre tanto moretón. Por esto, nueve de cada diez otorrinos recomiendan un concierto de Mono. O deberían.
El cuarteto japonés se presentó el pasado miércoles en el Bohemiam Live de Playa del Inglés con la vitola de ocupar una plaza entre las cinco mejores bandas de post-rock. Y no defraudaron. La puesta en escena fue sencilla: cuatro músicos tras un enorme escaparate de pedales. Sin estridencias. Todo sutileza. La belleza oculta en las matemáticas de unas sinfonías instrumentales que nacen simples, crecen vigorosas, se arman de dulces melodías, viajan por universos imposibles y acaban en enormes explosiones, como lágrimas en la lluvia o naves ardiendo más allá de Orión. Imposible resistirse al efecto de mandíbula desencajada. Y eso que la noche había comenzado con fuerza gracias al proyecto de Ione Rodríguez, We were heading north, y lo más destacado entre los instrumentistas tinerfeños, para cumplir con notar, elevar el listón y ejercer la meritoria labor de retar y exigir el máximo al grupo titular.
Un reconocimiento aparte merece la labor de Robe con la Choza de Doe. En tiempos de mercantilismo extremo, ha logrado traer a referentes como Mono, Caspian y Toundra. Los tres ocuparían lugares destacados en el Primavera Sound. Aquí tocaron sin importar los beneficios o las pérdidas. Solo por amor al arte y el placer supremo de regalar un masaje descontracturante en el órgano de Corti.
