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Cine 'Ben-Hur'

Una barbaridad circense

Una barbaridad circense

¿Recuerdan la secuencia final de Titanic de James Cameron? Pues igual, con la diferencia de que en este remake de Ben-Hur quien hace aguas por todas partes es el equipo técnico y artístico de la película al completo. Desde el director ruso Timur Bekmambetov (el mismo de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros) hasta los actores, Jack Huston, Toby Kebbell y Morgan Freeman, pasando por el compositor de la banda sonora, Marco Beltrami. Ninguno en su especialidad hace justicia a William Wyler, Charlton Heston, Stephen Boyd o Miklós Rózsa, artífices de los mejores momentos de la película original de 1959, un título que hasta el momento estaba más allá del bien y del mal, pero no, al parecer, de los remakes absurdos que nadie necesita.

Si he de ser sincero, la crítica debería haber acabado en el párrafo anterior, pero como hay que emborronar muchas más palabras hasta cubrir los 2.500 caracteres, se me ocurre que podría hablarles del autor de la novela en la que se basa la película, Lewis Wallace, un general del ejército de la Unión durante la Guerra de Secesión americana que pasó a la historia no por sus acciones bélicas (que fueron bastante polémicas, como la batalla de Shiloh, donde las líneas de batalla se confundieron durante la cruenta lucha), sino por haber escrito en 1880 uno de los primeros best-sellers de la literatura americana, Ben-Hur: A Tale of the Christ (Ben-Hur: un relato de Cristo). Wallace dijo que escribió Ben-Hur para ilustrar sus propias creencias acerca de Dios y de Cristo, o quizás para hacerse perdonar la escabechina que supuso la Guerra de Secesión.

De lo que no cabe duda es de que Wallace no se esperaba el éxito rotundo que obtuvo su novela, que tan sólo dos años después de su muerte en 1905 tuvo su primera versión cinematográfica en un cortometraje mudo de 12 minutos dirigido por Sidney Olcott (1907), al que seguirían cinco versiones más todavía, de Fred Niblo (1925), William Weyler (1959), Bill Kowalchuk (2003), Steve Hill (2010) y la que nos ocupa de Bekmambetov, que no es una buena película ni viéndola cabeza abajo, aunque quizás estemos ante una muestra de un tipo de cine agotado en el mismo momento en que surge, uno de esos subproductos de calidad (y aquí me refiero únicamente al dinero invertido) que cualquiera dispuesto a abrir las puertas de la percepción, ayudado por la ingestión de algún alucinógeno, podría disfrutar si lo toma como una descreída autoparodia del cine histórico más rancio. Pero no es el caso, porque Ben-Hur se toma muy en serio a sí misma. Parecía una tontería, pero como se encargan de recordar sus imágenes, es una barbaridad circense.

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