La Provincia - Diario de Las Palmas

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'No respires'

Una película acongojante

Fotograma de la película. LP / DLP

Sales del cine y lo primero que haces es respirar a fondo. Y entonces te das cuenta de que durante la proyección has contenido el aliento más de una vez. Sales del cine y aprecias en lo que vale la luz de la calle. Y entonces te das cuenta de que has pasado muchos minutos encerrado entre las paredes de una casa decrépita que huele a dolor, que apesta a odio, que está dominada por un hedor insoportable a miedo paralizante. Sales del cine, miras la hora y te das cuenta de que la película ha pasado en un gemido.

Y eso es mérito de un hombre que no ha llegado a los 40 y ha rodado una de las mejores películas de terror / suspense de los últimos tiempos. ¿Original? No por los materiales (un poco de Sola en la oscuridad, algo de El secreto de sus ojos, toques del Cujo de Stephen King, pizcas de...) sino por la manera en que Fede Álvarez, uruguayo de raíces asturianas, los ha combinado para fabricar un cóctel Molotov perfecto al que cuesta encontrarle defectos. Es No respires un trabajo de una precisión asombrosa a la hora de construir el andamiaje de la inquietud, desde ese prólogo que anticipa el horror venidero (un barrio que parece un cementerio, un hombre de aspecto siniestro que arrastra el cuerpo de una mujer dejando un rastro de sangre mientas la cámara se aproxima leeeeentamente...) hasta el dibujo de unas víctimas creíbles con pequeños detalles de definición (tres raterillos de poca monta que se dedican a robar casas vacías, uno de ellos un poco desquiciado, la chica una superviviente nata y el más joven un chaval desorientado y enamorado en secreto de... sí, claro, de ella). Álvarez cuela como quien no quiere la cosa planos que anticipan pistas (un martillo que cuelga de una pared, una mariquita que se posa en la mano de la chica, unas fotos enmarcadas...) mientras teje sin prisas una telaraña en la que el espectador queda atrapado antes de que se dé cuenta. Sabemos qué va a pasar pero no cómo lo vamos a pasar de mal. Y cuando la maquinaria del miedo empieza a funcionar no hay (literalmente) respiro. Salvo un par de notas de humor negro (la calle en la que vive el exmilitar ciego al que van a robar se llama Buena Vista, y hay un momento con semen de por medio con pegote final burlón) el resto es sombrío, brutal sin morbo gratuito, acongojante cuando se trata de vagar entre las tinieblas escapando de una pistola (o de un perro salvaje) y estremecedor cuando el guión da una vuelta de campana inesperada y al terror se unen sorpresas que desarbolan las previsiones y cargan de desesperación esta historia donde todos son víctimas y verdugos y las costuras morales se estiran hasta romperse en mil pedazos.

Que ustedes lo pasen mal.

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