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Entrevista

"Nadie te prepara para la fama, me costó admitir que mi anonimato ha muerto"

"Que me dieran la oportunidad de hacer un guion que se alejaba de la comedia es todo un privilegio", afirma el actor Dani Rovira

Rovira, caracterizado como Carlos durante el rodaje. LP / DLP

Llega a las pantallas su última película, El futuro ya no es lo que era. ¿Está satisfecho con el resultado?

Sí, estamos todos un poco a la expectativa porque no sabemos por dónde va a salir la liebre, pero es lo chulo de esta profesión. Es una apuesta arriesgada, importante, y mola formar parte de algo así.

La cinta se pudo ver en el Festival de Málaga y cosechó bastantes críticas negativas.

Parece que a los críticos no les terminó de gustar. Y si es así, qué le voy a decir. Cuando uno asume la existencia del éxito tiene que asumir también la del fracaso.

Su imagen en el cartel promocional (aparece caracteri-zado como Karl-El) ha sido también el blanco de críticas y memes.

(Risas) Te plantan ese cartel y qué haces. El trabajo de un actor termina en el rodaje, lo que viene después está en manos del director y el productor. Además, reconozco que me he reído con muchas bromas.

Durante el rodaje parecía agobiado.

Fue duro. Acababa de terminar Ocho apellidos catalanes, y el grado de cansancio era alto. Además, soy protagonista casi absoluto, y si no grababa, estaba en el proceso de caracterización de Karl-El. Ese personaje me trastocaba muchísimo. Mis ojos rechazaban las lentillas azules, la hora y media de maquillaje y peluquería diaria me podía, a veces incluso dos veces en la misma jornada; y rodar exteriores, con el boom de Ocho apellidos vascos, me agobiaba muchísimo.

¿Se ha arrepentido de haber aceptado?

No, somos el resultado de nuestras decisiones y de todo se aprende. Además, que me dieran la oportunidad de hacer un guion que se alejaba de la comedia; y con Carmen Maura, José Corbacho o Carolina Bang, es todo un privilegio.

Y le sirvió de trampolín para un drama total. Su papel en 100 metros, que llegará a las pantallas en noviembre.

Eso sí que es tirarse a la ciénaga (risas). Estoy contento con el resultado. Fue duro, porque cada escena suponía una descarga de energía física y emocional importante; pero mostrar una enfermedad como la esclerosis múltiple, sobre la que no se había hecho nada, es maravilloso. Es algo mágico, más que una película.

¿Esto le ha servido para creerse ya que es actor?

Con cinco pelis, puede que ya sí. Aunque me cuesta trabajo pensar que estoy en el mismo saco que actores que llevan toda la vida, que admiro y que son grandísimos. Prefiero que lo digan los demás, pero ya sí puedo decir: "Mamá, soy actor. Me han aceptado" (risas).

Y la fama y ser perseguido, ¿también lo lleva mejor?

Me costó, ha sido un proceso de aclimatación de casi tres años. Lo que pasó con Ocho apellidos vascos, esa fama, es algo para lo que nadie te prepara. Todo cambia de un día para otro, y lo primero que tienes que asimilar es cómo ha pasado. Después de pasar ese duelo y admitir que parte de tu anonimato ha muerto, empiezas otra vez. Y en eso estoy.

Después de los Goya dijo que no los volvería a presentar. ¿Ha cambiado de idea?

No hemos hablado nada, pero dejo la puerta "entorná", como decimos en mi tierra. Me di cuenta de que las redes sociales no son la voz de todo el mundo, y que a veces es mejor esperar para acercase a ellas. Y eso no me debe hacer renunciar a algo que me gusta.

Próximos proyectos.

A finales de año, Clara (Lago, su pareja) y yo esperamos tener nuestra fundación constituida, Ocho tumbao, para ayudar a proyectos relacionados con los animales, las personas y la naturaleza. Es una buena forma de decir si nos perseguís, aquí nos tenéis con algo bonito, que nos nace del corazón. Y me voy en octubre a rodar a Vietnam Thi Mai, otro drama (risas).

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