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Vanidades

La serie que reina sobre todas

'Juego de tronos', convertida en cultura popular, triunfa en los Emmy con su espectacular mezcla de fantasía, intrigas, grandes batallas y sexo

La serie que reina sobre todas

-Daniel, ¿te has leído Juego de tronos, la novela de George R. R. Martin? Colega, yo creo que de ahí puede salir una muy buena serie.

-No, no la he leído, pero me pongo ya mismo.

(Unas 36 horas después)

-David, ¿hablas en serio? ¿Reyes, dragones, brujas, gigantes, enanos, una especie de zombis, incestos, asesinatos masivos, desnudos, sexo, poderes mágicos y protagonistas que caen como moscas en el marco de un mundo de reinos de corte medieval? Uf, además sería muy, pero que muy caro hacerlo bien... Venga, intentémoslo.

Muy parecida debió de ser la conversación con la que Daniel B. Weiss y David Benioff gestaron la serie que estaba llamada a romper esquemas y batir todos los récords del mundo de la televisión.

Convencido el autor de la saga literaria de la viabilidad del proyecto, fue, como no podía ser de otra manera, la cadena HBO la que apostó -y bien fuerte- por llevar a la pequeña pantalla tamaño reto.

Diez años después y con hasta ahora seis temporadas (todo apunta a que restan otras dos, aunque más cortas de lo habitual), Juego de tronos es un fenómeno mundial sin precedentes. Hace unos días se convirtió en la serie más laureada en la historia de los Emmy, superando a Frasier con un total de 38 galardones. También batió con el estreno de su cuarta temporada el récord de audiencia del capítulo final de Los Soprano y destronó a Lost en el dudoso honor de ser la serie más pirateada del mundo. Con todo, lo más relevante es que, a diferencia de esta última, a sus pies se han rendido de forma prácticamente unánime tanto el público como la crítica. Quienes la siguen no necesitan explicaciones prolijas sobre su éxito. Los que no la han visto aún -pobres afortunados, con tanto por delante por disfrutar...- se encontrarán con una producción espectacular desde su cabecera -una maravilla, al igual que su banda sonora- hasta el último de los personajes que en ella aparecen. Precisamente en ese huir del manido truco de apostar por ilustres nombres de Hollywood como reclamo ha estado uno de los grandes aciertos de una serie donde no hay protagonistas absolutos y a todos te los crees. No es de extrañar que entre los Emmy recibidos se echen en falta los de reparto: es tan coral y bien trabajado que hasta el más pequeño es capaz de hacer sombra a cualquiera (qué monólogo aquél, Tyrion, qué monólogo).

La trama principal no es que sea nada nuevo: una lucha de poder, ni más ni menos. Son las historias entrecruzadas de sus innumerables personajes las que tejen un paisaje (enseguida hablaremos de eso) apasionante, donde todo es posible. Incluso que sientas aprecio por un personaje que empezaste odiando. (Ay, Matarreyes).

Otra de las indiscutibles bazas es su factura técnica y visual: rodajes exteriores en localizaciones de medio planeta confieren una autenticidad abrumadora a escenarios que pertenecen a un mundo imaginario. Más de 10 millones de dólares por episodio en la sexta temporada hablan por sí solos. Añádanle a todo eso unos efectos especiales que ya quisieran para sí muchos blockbusters (esa batalla de los bastardos, madre mía...).

Juego de tronos es ya más que una serie. Es cultura popular. Nos ha regalado héroes y villanos de imborrable recuerdo, nos ha grabado a fuego (valyrio) frases para los que siempre pagan sus deudas y nos ha retratado situaciones que, pese a lo fantásticas, resultan de lo más reales. ¿O acaso no llevamos meses en España de pugna política por el 'trono de hierro'? Se acerca el invierno y nosotros sin gobierno... Llamen a la Khaleesi.

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