¿Dónde empieza Tintín y dónde acaba Hergé? El dibujante que creó el cómic europeo más popular nunca lo tuvo del todo claro: "Tintin, c'est moi" ("Tintín, soy yo"), diría, flaubertiano, de su joven periodista que resolvía misterios sin despeinarse jamás el flequillo. Pocos artistas -aún menos viñetistas- han sido objeto de tantos estudios sobre su obra y su biografía como el belga Georges Remi Hergé (1907-1983), pero eso no impedirá a todos los "tintinólogos" recibir con alborozo la retrospectiva que le dedica este otoño el Grand Palais, uno de los templos parisinos del arte.

De Hergé se ha repetido hasta el tedio su supuesto filofascismo, su visión colonialista plasmada en Tintín en el Congo, su maestría de la línea clara como estilo o su inclinación hacia los temas orientales y esotéricos. Pese a que la exposición del Grand Palais, sucintamente titulada Hergé, no pretende desvelar grandes incógnitas, sí se acerca de forma algo tangencial a otras facetas menos conocidas del dibujante, como su interés por el arte contemporáneo -pidió a Andy Warhol que lo retratase- o sus incursiones en la ilustración publicitaria.