Mario Conde no es un héroe al uso. Al menos, no entra dentro de los cánones habituales para ese registro en la cultura popular. No es un macho alfa, sólo es un enamoradizo que acarrea dos divorcios pero que se deja arrastrar por la primera mujer que le dé un poco de cariño. Es, también, un policía que en su interior carga con el peso de ser un escritor frustrado. Y, sobre todo, comparece en la vida como el compañero fiel de su amigo el Flaco Carlos -que ya no es flaco y que ya no puede caminar después de que una bala traicionera lo hiriera en Angola-. Todo eso es Mario Conde, el personaje creado por Leonardo Padura -premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2015- y al que el escritor cubano le marcó una procedencia muy concreta: un tatarabuelo de Las Palmas de Gran Canaria. Todo eso, que durante los últimos años se ha podido disfrutar en una serie de novela negra compuesta por ocho libros, hoy asalta las carteleras de los cines con Vientos de La Habana -un film de Félix Viscarret-.

"Mario Conde nació en un barrio bullanguero y polvoriento que según la crónica familiar había sido fundado por un tatarabuelo paterno, un isleño frenético (...)". Así, en uno de los primeros capítulos de Pasado perfecto, la novela que sirvió como presentación del atormentado detective habanero y que abría la tetralogía de las cuatro estaciones, Padura descubría el parentesco del Condesito -como algunos personajes le llaman cariñosamente- con Canarias. Ese antepasado "(...) prefirió aquella tierra estéril, alejada del mar y de los ríos, para levantar su casa, crear su familia y esperar la muerte lejos de la justicia que aún lo buscaba en Madrid, Las Palmas y Sevilla", según rememora el policía cubano en uno de sus diálogos interiores, en los que encuentra la paz al recordar a su abuelo, al que en un momento califica como "pichón de isleño" -durante una conversación con un testigo procedente de "La Palma, la Isla Bonita"- y del que aprendió todo lo referente a las peleas de gallo -herencia de su tatarabuelo canario-.

Las referencias al Archipiélago son varias en una obra que ha convertido a Mario Conde en uno de los personajes de ficción más queridos en Cuba. A través de las aventuras del policía, que describe casos de corrupción en el sistema comunista del país, que detalla sin necesidad de caer en el exceso los tiempos del periodo especial -los años de la escasez tras la Perestroika, la caída del Muro de Berlín y el colapso de la URSS- o que cuenta la persecución que sufrieron los homosexuales en el estado caribeño, se deslizan alusiones a las Islas por alguna receta culinaria de Josefina -la madre del Flaco Carlos, que es capaz de hacer virguerías con pocos recursos; un sancocho canario, un cocido madrileño, un bacalao a la vizcaína, pollo a la Villeroi o bandeja paisa colombiana-.

Padura, en un momento de introspectiva en el que Conde mira hipnotizado al Caribe, da más detalles del historial delictivo del antepasado de su protagonista. "Nada", describe en un capítulo de Vientos de cuaresma, "en su memoria vital tenía relación alguna con el mar: había nacido en un barrio bien enterrado en el fondo de la ciudad, árido y miserable, pero tal vez su conciencia de isleño, heredera del remoto origen insular de su tatarabuelo Teodoro Altarriba, alias el Conde, un canario estafador que cruzó todo un océano en busca de otra isla alejada de acreedores y policías, se despertaba con la sola visión del agua y las olas (...).

Nueva novela

El desembarco en la pantalla grande -también está a la espera de estreno una miniserie para Televisión Española- de Conde tiene como protagonista al actor cubano Jorge Perugorría, que interpreta al detective durante la investigación del asesinato de una profesora en el instituto de La Víbora -el mismo en el que el propio policía estudió-. El reparto, bajo la dirección del navarro Félix Viscarret -y guión del propio Padura y su esposa, Lucía López Coll- lo completan Juana Acosta -Karina, una saxofonista que encandila al policía-, la majorera Mariam Hernández y Yoima Valdés.

La película, por fortuna para los adictos a Conde, ha reactivado a Padura, que publicará otra novela del policía habanero en 2017. Y de fondo, una extraña pareja: Raúl Castro y Barack Obama.