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Teatro 'Panorama desde el puente'

Suicidio por delegación

Suicidio por delegación

Ver Panorama desde el puente justo un día después de cumplirse el 61º aniversario de su estreno supuso la ocasión de comprobar como, lamentablemente, hay cosas que no han cambiado a pesar de que haya transcurrido más de medio siglo desde que esta obra fue creada, y si acaso lo han hecho, indudablemente ha sido para peor.

El drama de la inmigración, los conflictos culturales que inevitablemente origina, el paro, la explotación y consiguiente estigmatización del inmigrante como supuesto causante de estos dos últimos problemas, son los elementos que forman la urdimbre de un drama tan universal como actual.

Pero a pesar de la vigencia de la obra, es innegable que estamos ante una tragedia clásica, en la cual, como de costumbre, el protagonista, como todo héroe trágico, está enamorado de la persona equivocada y a consecuencia de ello destruye la considerada generalmente como la unidad social básica, la familia, y con ello su prestigio social, es decir, su autoridad ante la colectividad.

Eduard Fernández encarna a la perfección un personaje que incluso tiene su mismo nombre, y así vemos que bajo el aspecto de un estibador neoyorkino interpreta el rol del héroe del teatro griego que acepta su destino casi con el fanatismo religioso de un mártir, convirtiendo su muerte en un suicido por delegación.

La represión de las pulsiones bajo la forma de inclinaciones incestuosas u homosexuales, los celos, son los adminículos que en la tragedia griega los dioses emplean para castigar al héroe, que al final de la obra reconoce su error, creando la enseñanza moral de la obra.

La dirección de Georges Lavaudant ha adaptado la obra de Arthur Miller dándole unas pequeñas pinceladas de comedia y otorgando más protagonismo al abogado Alfieri, interpretado hieráticamente por Francesc Albiol, hasta el punto de convertirlo en narrador de la historia. La escenografía minimalista reduce el escenario a una caja negra, lo cual junto a los sobrios vestuarios y la fría iluminación, también de Lavaudant, son los adminículos con los que el dramaturgo francés crea una atmósfera desasosegante en la cual Eduard Fernández se mueve como pez en el agua y únicamente Pep Ambròs y Bernat Quintana llegan a robarle algo de protagonismo.

Lo fundamental es que cuando acaba la obra se ha producido la magia fundamental del teatro, porque el público siente compasión por el personaje más repugnante de los que han aparecido sobre el escenario, superando cualquier forma de maniqueísmo, porque lo que ha visto es la correcta adaptación de una tragedia clásica a un drama contemporáneo.

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