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Entrevista

Julia Navarro: "Vivimos de una forma acelerada y leer un libro te hace parar para pensar"

"No habría podido escribir esta novela sin la experiencia de 40 años de ejercicio en el periodismo", afirma la escritora

La escritora Julia Navarro en el hotel AC, en la capital grancanaria. YAIZA SOCORRO

Historia de un canalla supone un cambio de registro con respecto a Dispara, yo ya estoy muerto. ¿Cómo decide embarcarse en esta nueva aventura?

La verdad es que hay un cierto cambio de registro, porque es una historia muy moderna y muy actual, lo cual exigía un lenguaje diferente y una forma diferente de contarla. Esta novela es una historia contada en primera persona, en la que he querido hacer una triple reflexión: sobre la condición humana, sobre la sociedad de la comunicación y sobre el funcionamiento de los mecanismos del poder. Esos son los tres mimbres con los que he construido Historia de un canalla, que es un libro duro, desgarrado y que causa un cierto impacto en los lectores. Con respecto a Dispara, yo ya estoy muerto, mi libro anterior, sólo puedo decir que son novelas radicalmente distintas, porque cada novela tiene vida propia, aunque la haya escrito el mismo autor.

¿Por qué quiso emprender ese viaje por el lado más oscuro del alma humana?

Porque es un viaje muy literario. Muchos escritores a lo largo de la historia de la literatura han hecho ese viaje a lo más recóndito del ser humano y era un viaje que yo también quería hacer. Al mismo tiempo, también quería hacer esa reflexión sobre la sociedad de la comunicación en la que vivimos, en la que han cambiado todos los paradigmas, a lo largo de los últimos 20 o 30 años, a través de las nuevas tecnologías y herramientas de la comunicación, que nos han transformado como individuos y como sociedad. Y por último, también quería contar a los lectores cómo funcionan los entresijos del poder.

¿En qué medida ha incidido ese cambio de paradigma en nuestra manera de vivir y de relacionarnos?

Bueno, en que ahora vivimos de una forma absolutamente acelerada. A veces, no tenemos ni siquiera tiempo de digerir los cambios que se producen, ni de reflexionar ni de pensar en ellos. La tecnología está avanzando, no por año, sino, prácticamente, por días. Siento que vamos galopando un tigre, que todavía no sabemos adónde nos va a llevar.

En este sentido, ¿la literatura se erige en contrapunto a ese ritmo vertiginoso?

Un libro es un espacio de encuentro con otros personajes, con otras ideas, con elementos para la reflexión. Leer un libro te hace parar para pensar.

Por lo general, ¿produce vértigo asomarse a nuestros propios claroscuros?

Sin duda, da mucho vértigo. Muchos lectores me lo dicen e, incluso, muchos me comentan que han empezado el libro y que han tenido que soltarlo a ratos para luego volver a cogerlo, porque supone mirar en un espejo y que no nos guste el reflejo. Entonces, ese viaje a la parte más recóndita y oscura del ser humano no es un viaje fácil; ni para mí lo ha sido como autora del libro ni lo es tampoco para el lector que lo lee.

En cuanto al retrato que esboza de los hilos del poder mediático y político, ¿refleja su experiencia en el periodismo?

Siempre digo que, seguramente, no habría podido escribir esta novela si no tuviese la experiencia de 40 años de ejercicio en el periodismo. Entonces, eso te da un conocimiento de cómo son los resortes del poder y esa experiencia, sin duda, me ha servido para armar la estructura de esta historia. Eso no requiere de una investigación, porque a cualquier periodista que haga información política o que haya estado en primera línea no le sorprenderá las cosas que yo cuento en este libro.

En ese sentido, ¿la realidad supera la ficción?

Siempre, la realidad es mucho más sorprendente que la imaginación. La vida misma me sigue sorprendiendo cada día.

¿Cree que la ficción es también una manera de acercarse a la verdad?

Veamos, yo describo el mundo de hoy pero lo hago a través de personajes inventados, que son producto de mi imaginación.

¿Conoce siempre el final antes de lanzarse a escribir?

Siempre. Cuando yo tengo una idea, antes de sentarme a escribir, me paso meses pensando y desarrollando la trama, definiendo a los personajes y los lugares, afinando lo que quiero contar y cómo lo quiero contar, y pensando también en el lenguaje adecuado para la historia. Nunca me siento a improvisar delante del folio en blanco. Y sólo cuando ya lo tengo todo absolutamente claro, cuando tengo totalmente hilvanada la historia, desde el comienzo hasta el final, es cuando me siento delante del ordenador a escribir. Y ese es un tramo de tiempo en el que puedo estar tres, cuatro o cinco meses.

¿Cómo cambia el lenguaje cuando se sitúa en el terreno literario y cuando lo hace desde el periodismo?

El periodismo y la literatura son caminos paralelos. En el periodismo cuentas una historia real y en la literatura cuentas una historia que es fruto de la imaginación. Creo que el salto del periodismo a la literatura es un salto muy natural porque, al final, siempre se trata de lo mismo, que es contar una historia.

Retomando el cambio de paradigma en los modelos de comunicación, ¿qué opinión le merece el periodismo actual?

Sin duda, ha cambiado muchísimo y, a la vez, no tanto; porque como digo, la esencia es la misma, que es contar una historia. Pero sí creo que a las nuevas generaciones de periodistas les falta poner más pasión en lo que hacen. En mi época, por ejemplo, nunca hablábamos de horarios, porque entendíamos que este oficio no es un trabajo de funcionario, no entiende de horarios, sino del momento en que surge la noticia para poder contarla bien. El periodismo es un oficio muy vocacional y por eso a las nuevas generaciones les pediría que pusieran un poquito más de pasión en lo que hacen.

Ahora, ¿su lugar definitivo es la literatura?

Ahora que puedo permitirme vivir de la literatura, porque he tenido cierto éxito literario con mis libros, he decidido dedicar mi vida a la literatura.

Sus novelas se han vendido en más de cinco millones de ejemplares en más de 30 países. ¿Le dan vértigo las cifras?

Siempre me produce preocupación decepcionar a los lectores. Siempre tengo la sensación de que empiezo de cero, de que cada novela es una nueva aventura y que con cada libro me la juego. De manera que no me dan tanto vértigo las cifras como la posibilidad de defraudar a los lectores.

Hasta ahora, la acogida de Historia de un canalla ha sido positiva. ¿Se siente satisfecha?

Sí, pero eso nunca lo sabes. Hay algunas personas que me comentan "usted escribe libros que siempre se convierten en superventas", y siempre les digo que yo nunca sé lo que va a pasar. Cada libro nuevo es como lanzar una moneda al aire. Nunca sabes lo que va a pasar ni qué reacción o qué impacto va a tener en los lectores. Al final, son los lectores los que determinan tu éxito o tu fracaso y, en ese sentido, el juicio de los lectores es absolutamente inapelable.

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