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El genio introvertido

Para algunos es un maestro escribiendo canciones, para otros es un poeta, un narrador y hasta un pequeño historiador

En Crónicas Bob Dylan dedica varias páginas a su llegada a Nueva York. Crónicas (Global Rhythm Press) es el título de la primera entrega de sus memorias. Llegaba Bob justo con el despertar cultural de los años sesenta. Dylan había hecho algún pinito por Minnesota, su pueblo, el mismo pueblo en cuya escuela les mandaban hacer un ejercicio de seguridad por si atacaban los nazis.

Describe en su llegada de buscavidas a New York los buenos ratos que pasó en clubes como el Gaslight o el café Wha? Este último dividía sus sesiones en dos: diurna y nocturna. A la primera iban los pringaos, como Bob; a la segunda, algún cómico con cierta relevancia. Y Dylan cita entre las actuaciones de nivel a Pryor, el gran Lenny Bruce y Woody Allen. Ahí reside el nexo de un premio, el Príncipe de Asturias de las Artes, que Dylan recibió antes (2007) que el Nobel: el Village, el café Wha? De ahí salieron dos de los premiados, los dos tímidos, los dos geniales y los dos con constantes transferencias espirituales por su afición a cambiar de religión: Bob Dylan y Woody Allen.

Dylan es el nuevo Premio Nobel de Literatura, pero ya estuvo en la pomada de los galardones que entrega la Academia Sueca. Para algunos es un genio escribiendo canciones. Sin más. Para otros es un poeta, un narrador y hasta un pequeño historiador. Puede que hasta sea un buen guionista. Para ello véase el filme Huracán Carter, con el texto de la canción de Dylan (Huracán), y se observará que la peli sigue al pie de la letra la canción del genio. Es, además, un gran creador de melodías y hasta su voz resulta atractiva por peculiar: ¿cómo escuchar Knockin' on heaven's door con un registro vocal distinto al suyo? Y así una retahíla de himnos que son suyos y cuadran en su voz: Blowin' in the wind, Just like a woman, Forever young o It's all over now, baby Blue, por citar sólo algunos. En una ocasión le pedimos a una amiga norteamericana que explicará la metáfora de esta última canción. Las vueltas que daba Bob no tenían fácil traducción. Así que la amiga americana resumió: "Viene a decir que los hombres son todos unos hijos de..., pero lo dice de forma muy bella". Cierto es que algunas piezas han quedado mejor arregladas fuera de su voz; el ejemplo más recurrente es All along the watchtower, en versión de Hendrix, o Mr. Tambourine Man, por The Byrds.

En fin, Dylan (Robert Zimmerman, Robert Allen Zimmerman) fue un icono del folk y pronto una referencia absoluta. La prensa comenzó a publicar cosas que no le agradaban: portavoz del mundo, trovador de la tierra, el hombre más influyente del planeta... Dylan se desespera al describir este asunto. Y rememora cómo se vio obligado constantemente a cambiar de vivienda ante el asedio de sus seguidores. Es curioso que se cambiara de casa para esconderse en Woodstock, que se convertiría en centro del rock mundial.

Pero ya todo era imparable: Dylan era la estrella, el cantante comprometido, el de los textos políticos, el de la marcha por los derechos civiles de Martin Luther King con Joan Baez y toda la tropa folky protesta. Todo se desbordó y hasta sus canciones se interpretaban, a veces, en claves distintas a su pensamiento. Martin Scorsese en No direction home, el documental sobre la vida del genio, deja entrever el despiste que hubo con estas interpretaciones. Así explica que en A hard rain's a-gonna fall se entendió que "la que va a caer" era lluvia nuclear ante la crisis de los misiles cubanos. Bob dijo más tarde que, sencillamente, le había salido ese texto.

Scorsese centra casi todo el documental en la guerra por el cambio del Dylan folky al Dylan eléctrico. Ironías de la vida, porque consiguió luego algunas de las perlas más adoradas del rock y, además, con el regalo de sus textos, muy alejados de las chorradas que se cuentan en la inmensidad del género. El ejemplo de su maestría es Like a rolling stone, posteriormente versionada por la banda más grande del rock: los Rolling Stones (ya que se apunta a la canción popular anglosajona, deberían haber optado al premio, al igual que Paul McCartney).

"Bueno, creo que en el fondo a todos nos gusta abroncar al prójimo..." (en el mítico concierto de Mánchester le llamaron Judas). "... No son admiradores de toda la vida, para mí admiradores de toda la vida son las 1.228 personas que compraron mi primer disco", contó Bob en plena etapa de insultos por su electrificación. Ha pasado mucho tiempo. Tanto que sus compradores ya no son mil y pico, sino millones y, sobre todo y muy a su pesar, ha sido una bendita influencia para muchas generaciones. Como dijo T. Bone Burnett, es como Homero e igual hay que esperar miles de años hasta ver otro. Ya sólo resta que acuda a la entrega de premios. Seremos felices si no tenemos que conformarnos evocando sus sesiones por diferentes puntos de España.

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