Todas las manifestaciones de vida que se desenvolvían alrededor de Nieves Lugo y Benítez de Lugo (La Orotava, 1908 - 1958), desde bailes y torneos en la plaza del pueblo hasta barcos fondeando en el muelle de Santa Cruz de Tenerife, cristalizaron en películas de 16 milímetros. Pionera en tantas artes en las primeras décadas del siglo XX, Nieves Lugo desoyó los corsés normativos de su tiempo y se erigió en la primera cineasta de Canarias.
Una parte de su legado cinematográfico se proyectará esta tarde en el Teatro Guiniguada, en una sesión única que contará con la presencia de tres de sus cinco hijos, Máximo, Nieves y María Candelaria Martín Lugo, y de su nieta, Sandra Hodgson. Esta pequeña muestra, que engloba una quincena de bobinas con imágenes digitalizadas por la Filmoteca Canaria, ve la luz por primera vez en Gran Canaria y atesora únicamente dos proyecciones anteriores en Tenerife, una en la década de los 70 y otra en la pasada edición del Festival de cortos de La Orotava.
Nacida en el municipio tinerfeño, el potencial creativo de Nieves Lugo -creadora infatigable, políglota y de naturaleza autodidacta- se prodigó en distintos terrenos artísticos, como la música, la pintura y el cine. Pero su vocación anidó sobre todo en el campo de la fotografía, donde alcanzó a rotular su nombre en importantes salones nacionales y en revistas especializadas de fotografía artística, como Sombras (Madrid). "Sus mayores logros sucedieron en el campo de la fotografía, que fue donde dio más pasos, lo que la situó entre las fotógrafas aficionadas más importantes del siglo XX en Canarias", explica su nieta, Sandra Hodgson.
Y esta pasión por la imagen engendró su curiosidad por el ejercicio del séptimo arte con 25 años, cuando filmó el Corpus de La Orotava con una cámara de pathé baby, en 1933. Como anécdota, en esas imágenes figuran unos operadores de la cadena Fox, que se encontraban rodando en el municipio para los noticiarios Alfombras mágicas, dedicados a Tenerife.
"El cine le llamaba la atención como imagen en movimiento", señala Hodgson. "Como se había dedicado a la fotografía y a la pintura durante tanto tiempo, que eran imágenes estáticas, le atrajo captar el reflejo del movimiento en los deportes y las fiestas, que es algo que no permitían otras artes". A esta primera experiencia fílmica se sumó el rodaje de imágenes que recogían el pulso del día a día en Tenerife, donde residía Lugo, y en La Palma, donde veraneaba con su familia, en una finca en Barlovento.
Antes de emprender su primer proyecto de ficción, el material cinematográfico de Lugo englobó imágenes documentales de eventos deportivos, fiestas populares y actos oficiales, aunque predominaron imágenes de su vida cotidiana, sus viajes a la península y sus trayectos en barco entre ambas islas. En los años 30, retrató un partido de fútbol entre el Tenerife y el Real Madrid, otro de croquet en el Club Inglés del Puerto de la Cruz, las romerías de La Orotava, imágenes del Obispo Domingo Pérez en una misa al aire libre o un temporal en el puerto de Santa Cruz.
Pero la mayoría de las imágenes "reviven su vida en el campo, con sus hijos y sus amigos, y en los muelles de Santa Cruz de La Palma y de Tenerife, que frecuentó con su padre", revela su nieta. "También filmó sus viajes a Madrid, y sus recorridos por El Retiro o el Paseo del Prado". En los años 50, Lugo registró en color competiciones de natación en Puerto de la Cruz, los fuegos artificiales de Garachico o una misa en el Teide. Además, hizo algunas filmaciones en el hospital de La Orotava, que dirigía su marido, el cirujano Máximo Martín. "Se ve cómo se cortaba una pierna o se realizaba una operación de apendicitis", explica Hodgson, entre risas. "Ella se metía en el quirófano con la cámara y filmaba las operaciones quirúrgicas y, a menudo, incluso, revelaba en casa las radiografías, porque le apasionaba todo lo relacionado con la fotografía".
Por fin, en 1955, con una cámara recién adquirida en Madrid, filmó su primera película de ficción La sortija encantada (1955), basada en un tebeo infantil sobre el cuento de Cenicienta, dentro de la colección Cuentos Azucena. Este cortometraje mudo de 17 minutos de duración se filmó en 16 milímetros en color y en blanco y negro, en distintos escenarios de La Orotava y con un cásting compuesto por familiares y amigos. La propia Lugo se encargó de su producción, dirección, guión, fotografía y montaje, además de dibujar los 36 rótulos que explicaban las escenas. "Sólo tuvo tiempo de hacer un corto de ficción", expone Hodgston. "Se movía en tantos campos que fue lo único que pudo construir".
Una mujer rompedora
La nieta de Lugo destaca que fue "una mujer rompedora". "Ella fue una de las primeras mujeres que fumaba y que tuvo carné de conducir en La Orotava", revela. "Además, tenía una curiosidad y una creatividad muy moderna para su época: estudió inglés, francés y alemán y se dedicó a todo tipo de artes, desde el repujado de metales hasta la construcción de belenes". Hodgson destaca que "en las reuniones sociales, que pertenecían a un mundo algo más frívolo, se aburría", de manera que "canalizaba su mundo interior en las artes".
Con respecto a su educación, señala que "fue hija única y sus padres la educaron de una manera muy singular, porque no siguieron el modelo típicamente femenino", apunta. "Su educación no se centró tanto en el uso doméstico sino que, desde pequeña, le dieron clases de pintura y de música, donde aprendió a tocar el violín, y uno de sus primeros regalos fue una cámara fotográfica". Además, "vivían en el domicilio familiar y su madre la ayudaba con la crianza de sus cinco hijos, lo que le dejaba tiempo para viajar y filmar", añade.
Y así discurrió esta vida apasionante hasta la muerte de Nieves Lugo, en 1958, a los 50 años, después de perpetuarse en un espectro inédito de campos artísticos en una época en que se cerraron tantas y tantas puertas a las mujeres.
