La Provincia - Diario de Las Palmas

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"Siempre me ha interesado mucho la relación entre la palabra y la imagen"

¿Cuál fue su filosofía en este viaje por la República Dominicana, con la cámara a cuestas?

Siempre trabajo con la poética de la luz y, en este viaje, que era mi primera vez en la República Dominicana, organicé todo allí, sin ruta previa. La isla tiene 48.000 kilómetros cuadrados, de manera que es una isla muy grande, sobre todo, frente a las distancias nuestras. Entonces, comencé por el sur y empecé a caminar y caminar, durante 45 días. Como hay mucho que recorrer, estuve dándole vueltas a la isla, de norte a sur y de este a oeste. Cuando veía que una cosa estaba terminada, pasaba a la otra, pero nunca volvía atrás. Siempre iba a tierra nueva. Y así, nuestras jornadas diarias consistían en trabajar de sol a sol y, luego, buscar cualquier sitio para dormir. Por lo general, evitábamos los sitios turísticos porque nuestra mirada seguía el camino de la naturaleza de Quisqueya. Por eso, nombré así el libro.

Además del agua, ¿cuál fue su criterio para escoger o soslayar unos paisajes determinados?

La República Dominicana tiene 32 provincias y no quería que se quedara ninguna atrás. Por eso, las caminé todas y en unas hice más hincapié que en otras, basándome, sobre todo, en su biodiversidad o en aspectos curiosos de sus paisajes. La isla tiene muchos lugares que son Patrimonio de la Humanidad, así como parques nacionales, flora y vegetación de un verde intenso, cascadas enormes y, en general, unos paisajes muy cambiantes a medida que vas caminando hacia las montañas. Pero también quise retratar a su gente integrada dentro del paisaje, por lo que los habitantes también son una parte fundamental del proyecto.

¿Qué aspectos le han sorprendido más de la vertiente menos conocida de Quisqueya?

Me ha sorprendido esa parte del paisaje por la que no pasa el tiempo, además de su belleza intacta, desde las dunas desérticas al sur hasta sus salinas espectaculares, que mantienen el sistema de extracción antiguo. En este sentido, creo que lo que más me llamó la atención es que en esta isla todo el sistema de cultivo y de regadío sigue siendo muy tradicional, de manera que todavía ves al agricultor arando con bueyes, plantando a mano el arroz o recogiendo la piña a machetazos. Por otra parte, la inmensidad de las salinas es una visión muy hermosa porque, además, todavía se transporta la sal en unas vagonetas antiguas sobre raíles que llegan hasta el muelle. En definitiva, es muy espectacular, como un viaje a través del tiempo.

¿Cómo se fraguan las colaboraciones en este proyecto?

En este libro hemos colaborado un total de cuatro personas. Además del diseñador y de mí, he contado con un poeta canario y con dos escritores dominicanos. En cuanto a estos últimos, uno de ellos es el poeta César Augusto Zapata, que ha hecho cuatro poemas bellísimos expresamente para cuatro de mis fotografías, que se titulan Las Marías de Neiva, Costanza, Cayo Levantado y Tierras Altas. Luego, el doctor y escritor Manuel Antonio Mejías escribió un texto sobre lo que ha sido Quisqueya desde la época prehispánica hasta el presente, en el que también habla de sus costumbres, sus letras y su música. Y por último, el poeta Javier Cabrera escribió los pies de foto. En general, siempre me ha interesado mucho la relación que se establece entre la imagen y la palabra, entre la fotografía y la literatura, y así queda reflejado en el libro.

Usted atesora proyectos previos en los que documenta fotográficamente la realidad de un país. ¿Qué es lo que más le atrae?

Quinqueya es el tercero que hago. Entre 2008 y 2012 realicé un proyecto grande en el continente africano por medio de Casa África, en el que recorrí ocho o nueve países del África occidental. La primera muestra fue en 2010 sobre mujeres en África, que nombré Soutoura (interioridad, solidaridad, en lengua mandéka); y la otra fue sobre la infancia, Géntu Ndaw (sueño de niños, en wolof), con motivo de los 25 años de la Ley de la infancia de Unicef. Lo que más me atrae es ir un poco a la aventura a ver qué me encuentro y resolver en cada momento una situación fotográfica. Normalmente, nunca viajo con nada predefinido, sino que voy abierto a la magia del encuentro. Entonces, hago la foto y sigo.

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