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Cine 'Los últimos de Filipinas'

La convivencia imposible de los héroes de Baler llega a la gran pantalla

Cincuenta soldados se jugaron la vida durante un año cuando España ya había vendido Filipinas a los americanos por 20 millones de pesetas

La convivencia imposible de los héroes de Baler llega a la gran pantalla

Narrar la convivencia imposible de un valeroso grupo de cincuenta soldados españoles que resistieron durante un año de penurias el implacable asedio tagalo a la iglesia del remoto municipio filipino de Baler es el objetivo de Salvador Calvo (Madrid, 1970), director de ficción televisiva que da el salto a la gran pantalla con 1898. Los últimos de Filipinas, una cinta rodada en Guinea Ecuatorial y Canarias que estrena el 2 de diciembre para abordar las miserables vivencias de aquellos hombres que creían que se jugaban la vida por la patria cuando la guerra de independencia de Filipinas ya había concluido con el Tratado de París y nada menos que con la venta a los norteamericanos por 20 millones de pesetas de sus colonias en el sudeste asiático.

"Esa convivencia es la que quiero contar", arranca Salvador Calvo desmarcándose de la versión heroica rodada por Antonio Román en 1945. El cineasta madrileño se adentra en el alma de unos personajes que se negaban a rendirse y que sufrieron todo tipo de enfermedades y penurias dentro de una iglesia tan aislada por los insurrectos filipinos que no se enteraban de nada de lo que pasaba fuera. Luis Tosar, Álvaro Cervantes, Carlos Hipólito, Karra Elejalde y Eduard Fernández son algunos de los actores que dan vida a estos héroes o locos que se enrolaron en el ejército en busca de gloria y regresaron a España llenos de pena.

De los 50 atrincherados en Baler, 33 sobrevivieron, sólo dos murieron por arma tagala, otros dos fueron ajusticiados, acusados de intento de deserción y a otro lo mataron sus propios compañeros desde la torre de la iglesia cuando intentaba huir. El resto falleció por enfermedad durante el largo asedio al templo en ruinas.

Pasado en la pequeña pantalla

Salvador Calvo cumple con esta película el sueño de hacer cine tras alcanzar el éxito con series en televisión como Los Nuestros, Alakrana y Hermanos. La propuesta le llegó de la mano de Pedro Costa, quien confió en Calvo y en el guionista Alejandro Hernández para reconstruir una historia que Enrique Cerezo tenía entre ceja y ceja desde hace 30 años, "Me pareció una idea muy buena y nos preparamos para contar lo que pasó en Baler pero desde un punto de vista actual", matiza al distanciarse de nuevo de la película de Román.

Rodada en un tiempo récord de nueve semanas, "1898. Los últimos de Filipinas" denuncia el sinsentido de las guerras. "No mostramos a unos héroes, sino a unos seres humanos, con lo mejor y lo peor de cada uno de ellos, que tienen que convivir a la fuerza durante casi un año en un encierro obligado y absurdo dentro de una iglesia de una aldea de Filipinas", explica Salvador Calvo.

El joven Cervantes interpreta a un soldado que va a la guerra creyendo que a su vuelta a España podrá dedicar el resto de sus días a pintar tras ser recibido con todos los honores. "La historia de los últimos de Filipinas es muy quijotesca", sentencia Calvo, volcado en reproducir lo más fielmente posible el asfixiante ambiente que se respiraba en aquella iglesia, poblada de miedos, enfermedades, hambre y peleas que hacían la convivencia cada vez más insoportable.

1898 no sólo marcó el fin de las colonias españolas. Fue también el año del desánimo y la desilusión de los españoles, hartos de unos gobernantes más pendientes de sus tejemanejes que de afrontar las necesidades del pueblo. "Algo parecido sucede hoy en día en España y diría que en toda Europa, donde la corrupción campa a sus anchas y se intuye una desintegración de la idea europea y de la española", reflexiona el cineasta. "Los gobiernos miran para otro lado, como en 1898, cuando nadie se preocupó por la suerte de aquellos 50 hombres que defendían en condiciones inhumanas el honor español encerrados en una iglesia mientras su país vendía Filipinas a Estados Unidos", lamenta el cineasta.

Ahí se acabó un sueño. "El siglo XX supuso el final de los imperios y de las colonias aunque ahora reina el imperialismo económico. España fue la primera superpotencia en sufrir el sinsabor de esa pérdida imperial".

Ni los intentos más desesperados para convencerle de que su defensa era ya inútil surtieron efecto en el irreductible teniente Saturnino Martín Cerezo, líder de los atrincherados. Se mantuvo empecinado en el encierro desoyendo a cuantos se acercaban para pedirle que abandonasen el templo. "Hasta los tagalos les decían que ya no estaban en guerra contra España, sino contra Estados Unidos", subraya Salvador Calvo asombrado por la tozudez de un mando militar que finalmente salió con su tropa del último bastión imperial de España en medio de honores y reconocimientos que le fueron rendidos hasta por los propios filipinos.

El regreso de estos hombres a España tuvo también bastante de esperpéntico. "Fueron recibidos como héroes para tapar otras vergüenzas de la época, pues muchos otros soldados españoles se quedaron tirados en el país asiático y se convirtieron en esclavos de los filipinos. Alguno hasta tuvo que pedir ayuda a Estados Unidos para regresar a casa".

El montaje de la película se ha hecho a toda prisa para tratar de competir en la próxima edición de los premios Goya. 1898. Los últimos de Filipinas ha sido el primer largometraje rodado en Guinea Ecuatorial, donde el equipo estuvo nueve días. Los nativos de esta también colonia española se empeñaron en someter a los actores a un ritual para anular "la mala suerte de los espíritus" que habitan en los bosques donde trabajaron.

Canarias, plató

"En un primer momento nos planteamos la idea de ir a Baler porque la aldea aún existe", revela Calvo, pero ese pueblo había sido también elegido por Coppola para rodar Apocalypse Now y todo se torció. Construyeron para esta cinta sobre la guerra de Vietnam todos los decorados y un tifón se los llevó por delante. Poco después se murió el actor principal de un infarto, así que Coppola trasladó su rodaje a Santo Domingo.

"Yo encontré entonces en Canarias las playas tropicales y las zonas vírgenes que necesitaba para recrear el sitio de Baler a finales del siglo XIX", celebra en su debut como director de un largometraje. Después de salir de Guinea Ecuatorial, Calvo y el equipo pasaron dos días en Tenerife y siguieron el trabajo durante otros nueve en Gran Canaria. En Santa Lucía de Tirajana reconstruyeron la iglesia y la aldea filipina bajo unas imponentes montañas que rememoran a la Sierra Madre de Baler.

"Ha merecido la pena el esfuerzo", concluye entusiasta el hombre que se estrena en las salas de cine de toda España con una de las historias más quijotescas del ejército español.

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