El símbolo alquímico del ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, que al adoptar esta forma está describiendo una figura parecida al círculo, con lo que no tiene principio ni fin, simboliza el eterno retorno de los ciclos de la naturaleza. A pesar de su origen y empleo hermético se trata de un signo muy apropiado para representar cualquier forma de creación artística, ya que cualquier intento de recrear la naturaleza se encontrará frente a un sinfín de fórmulas, cada una de ellas inagotables.

Precisamente por eso, el fotógrafo profesional Fernando Torres ha titulado su exposición FINcipio, haciendo un ingenioso juego de palabras al acuñar este neologismo, en el que reconoce que cualquier creación, especialmente si esta trata de captar algo tan inconmensurable como la realidad tangible, no tiene comienzo ni desenlace, sino que su artífice siempre está justo en el momento intermedio entre ambos, en el cual no se concluye pero tampoco se parte de un inicio tangible, de una idea concreta que pueda definir una creación artística tan ambiciosa.

Esta exposición está compuesta por treinta y tres fotografías en blanco y negro realizadas casi en su totalidad durante el último lustro y todas ellas reveladas a partir de negativos. Es sorprendente este distanciamiento de lo digital en un artista tan joven, lo cual según él mismo confiesa ha sido una elección propia, que afortunadamente nos devuelve la fotografía convencional, sometida a una serie de condicionamientos que la hacen más complicada que la digital, pero que obligan al fotógrafo a seguir unas pautas en su proceso creativo que son muchísimo más artísticas.

Esta voluntad de tratar la fotografía del modo más artístico y sin tomar por ningún atajo que facilite el proceso creativo es evidente en todas y cada una de las imágenes de esta exposición, que muestra imágenes que van desde escenas tan poéticas como el fondo de una piscina vacía, las olas rompiendo contra una playa de piedras, el cielo visto a través de unos tendidos eléctricos o un bosque de pinos. Pero lo que es aún más difícil, el espectador se topa con escenas que contempla a diario pero de las cuales no es capaz de captar su belleza y que en la exposición ve bajo otro punto de vista más poético.

FINcipio tiene algo de esotérico, porque aparte del vocablo que constituye su título y de que esté compuesta por treinta y tres imágenes, con lo que eso significa para cualquier conocedor de la numerología, contiene imágenes de un profundo simbolismo alquímico como una mujer desnuda dentro de un árbol hueco, tal como aparece en numerosas ilustraciones herméticas.

Excepto una fotografía realizada en la isla del Hierro, todas han sido tomadas en Gran Canaria, pero en ningún momento Fernando Torres ha querido plasmar escena de paisajes típicos, porque entre todas las fotografías, el espectador, por muy conocedor que sea de la geografía isleña, solo llegará a identificar la playa de las canteras.

De esta manera FINcipio nos muestra otra clara de la realidad, que como ella misma no tiene principio ni fin.