¿Cómo definiría el trabajo actoral que realiza en Barcelona con La Zentraleta Escénica?

Es un teatro alternativo, hiperrealista, que está relacionado con el teatro del absurdo. Es un lenguaje que no es lineal ni convencional en la estructura de la pieza. No sigue una estructura convencional.

¿Es difícil en España subsistir con este tipo de obras?

No es fácil promocionar este tipo de espectáculos. De hecho el premio que hemos recibido por Remake ha sido en un festival alternativo. Y ellos mismos, a las obras que había seleccionado, las clasificaban como el teatro más rompedor que se hacía en España. En Remake tanto la puesta en escena como la forma de interpretar se sale de todo lo convencional.

¿Tienen alguna metodología de trabajo para enfrentarse a este tipo de textos tan singulares?

Nuestras obras que se van reconstruyendo todo el rato. Nosotras empezamos inspirándonos en un texto. Y desde allí van llegando muchos trabajos de investigación, muchos ensayos y horas de improvisación. Es un teatro que está muy vivo. De hecho, el mismo texto se va reescribiendo. Remake ha ido cambiando incluso en la misma estructura, que tiene que ver con nuestra forma de trabajar, y que no es algo cerrado. Hay una investigación donde el actor es constantemente un creador y el director acompaña ese proceso. De hecho, Remake es una versión de una obra que llamábamos Fueron felices.

¿Y había muchas diferencias con este resultado final?

Sí porque la compañía surgió hace tres años y empezamos directamente a crear una primera obra que finalmente titulamos así y que se estrenó hace dos años. Nos fuimos acercarnos a nuestra propia versión de la puesta en escena, llevándolo todo al mundo del actor.

¿Parten del teatro de la crueldad de Antonin Artaud y el teatro épico de Bertolt Brecht?

Sí, y el de Samuel Beckett también. Es como un diálogo en donde siempre hay una evolución. Un diálogo con el personaje y con la misma obra. Es un trabajo del intérprete. Los temas que se tratamos son demasiado existenciales. A lo mejor, en el lenguaje habitual, en el texto que utilizamos parece que no se está diciendo nada porque tiene una forma absurda, que a veces parece cómica. Pero en el trasfondo hay contenidos con los que se puede identificar cualquier persona, pues estas obras hablan de la soledad, la dependencia, de temas universales y existenciales como el miedo al vacío y a la muerte. En Remake existe la necesidad por parte del protagonista de hacer como que todo está bien cuando en realidad tiene pánico a quedarte en silencio y poder habitar lo más desagradable de la vida. El público cuando ve la obra quiere reírse, pero no sabe si reír o llorar.

Sus inicios teatrales se sitúan en Las Palmas de Gran Canaria.

Empecé a hacer teatro con 17 años, mi primer profesor fue Samuel Nemirovsky y la primera obra que hicimos fue María Pineda. Estuve haciendo teatro con él y actuando en varios sitios como el Guiniguada o el SIT. Después del instituto estudié Magisterio y en 1997 me fui a Madrid donde trabajé con Jorge Eines donde desarrollamos el Método Stanislavski con Hernan Gené haciendo teatro físico y donde descubrí el teatro de Grotowvski. Hicimos mucha incidencia en el trabajo ritual, en cómo trabajar en silencio. Monté una compañía en Madrid e hicimos una obra de creación colectiva con un texto que escribió Juan Carlos Heras y viajamos a Italia y Portugal. Teníamos un laboratorio de trabajo, con una metodología propia. Luego me fui a Barcelona que es donde trabajo en este momento.

¿Su trayectoria siempre ha estado caracterizada por buscar un tipo de teatro arriesgado?

Nunca he buscado el camino fácil. Siempre he apostado por lo que más me interesa, por trabajos comprometidos donde haya entrega. Pero mi intención es llegar al mayor número de personas. Para mí el teatro es como una necesidad, una motivación muy fuerte, una vocación. Siempre le he dedicado muchísimo tiempo al teatro. Y esto supone una vida sacrificada, pero no puedo dejar de hacerlo. El estar en un proceso creativo y el placer de compartirlo con el grupo.

¿Cree que, viviendo en Las Palmas, no hubiera conseguido estos retos profesionales?

Yo me fui con intención de formarme. Pero en Las Palmas tampoco hay salas alternativas. Sé de intentos de funcionar que no han cuajado y hay pocos espacios. Yo tenía la necesidad de aprender cosas nuevas y acercarme a otros profesores y enriquecerme un poco. Salir de las Islas es caro porque tienes que coger un avión, etc. Pero lo que sí me encantaría es llevar este trabajo para allá. Esta obra, a pesar de ser minoritaria, está teniendo mucho éxito en todos lado.

¿Cómo fue el proceso creativo para poder realizar Remake?

Todo partió de la metodología de la directora Lorena Candia, que se formó en el Laboratorio Escuela en Barcelona que dirige Jessica Walker, que es chilena también. En ese laboratorio se trabaja mucho la presencia, la consciencia, la meditación. Su forma de entrar en el trabajo actoral consiste en conseguir llegar a un estado de ánimo.

¿Y considera que este método es mucho más eficaz para un actor que los convencionales?

Es un método distinto que está enfocado para conseguir transformar al actor. Así empiezas a meditar para conectarte con tus emociones en ese momento concreto en que estás escenificando. Y esos son los recursos que te van a servir para tu trabajo. De esta manera, luego, cuando estás sobre el escenario, hay mucha presión y tranquilidad a la vez porque cualquiersuceso que está ocurriendo vale y no hay nada que sea un error.

Y más, teniendo en cuenta que en Remake usted actúa sola.

Es estar una hora y veinte minutos con la tensión del público. Yo soy muy minuciosa trabajando, pero este método te da la capacidad de jugar y de saltar de un lado al otro sin la exigencia de tener que mostrar algo, y por eso todo es mucho más auténtico y más creíble.