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Literatura

"Lo que escribe el poeta siempre es un mal reflejo de lo que tiene concebido"

"Pienso que en los momentos de nuestra historia durante los que hemos sufrido, en los periodos de profunda crisis, desde la época de los guanches, la mujer ha sido un elemento de resistencia y cohesión social", asegura el poeta José Miguel Junco

José Miguel Junco. LP/DLP

La metáfora de la mujer como isla preside el principal segmento de este poemario. ¿Por qué esa mujer-isla?

Se establece ese símil en unos poemas de corte algo simbolista, a base de visiones y percepciones un poco contradictorias pero que de alguna manera se aúnan. Hay dos ideas. Por una parte está el nacimiento paulatino, por acumulación del magma, y después se van creando las condiciones para que se produzca la vida y pueda llegar gente. Porque yo, a mi edad, estoy buscando el origen. Luego está esa imagen de la mujer isleña en particular, el anonimato en un segundo plano, la capacidad de concebir la vida, de gestarla, de alumbrarla. Pienso que en los momentos de nuestra historia durante los que hemos sufrido, en los periodos de profunda crisis, desde la época de los guanches, la mujer ha sido un elemento de resistencia y cohesión social. Esas dos ideas se contraponen y fusionan en el libro.

¿Sería esa fusión la identificación que acogen algunos poemas entre generación en sentido cosmogónico y en sentido de engendrar?

Sí, la mujer es todo, es también el origen, en ella se asienta el ser humano porque es capaz de generar vida, pero no sólo alumbrándola. También en la época de escasez, cuando faltaba la lluvia... entonces era la mujer quien asumía el coraje necesrio para seguir adelante. Por eso yo acostumbro a desear "que la mujer de lava sea contigo". Pero lo digo en un sento ecuménico, laico, que esa mujer se te muestre en los momentos difíciles, ella es como unsimbolo.

Siguiendo es línea analogíca vincula el líquido amniótico al atlántico, como dos aguas generatrices, investidas para incubar vida.

Sí, es como si el mar estuviera dentro, es la fuente, lo que nos aleja y lo que nos acerca. Decía Jorge Manrique que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar. Vivimos, nacemos en la mar y morimos en la mar, en estas rocas. En el caso de los isleños nuestras vidas no son los ríos, son el mar.

Su lenguaje, muy plástico, da cuenta de una naturaleza magmática. ¿Por qué piensa el paisaje insular en términos de cierta violencia?

Cuando escribía ese poema en seguida me vino a la mente El Atlante [monumento situado en la salida de la ciudad en dirección a Arucas] de Tony Gallardo, a quien conocí y con quien compartí inquietudes. Es un símbolo idóneo para reflejar esa fusión, la mujer que mira al mar como ofrenda pero también como precaución., Me asombra la imagen de esas rocas perdidas dentro de un océano, resistiendo por encima del mar y siendo capaces de mantener la ilusión de vida durante tantos siglos. Me da idea de esa provisionalidad. Veo la condición insular como un hecho peculiar, como algo que de alguna manera nos marca, más allá de las ideas que cada uno pueda tener. Ser isleño nos da unas características especiales, nos hace más nostálgicos.

Los poemas agrupados bajo el epígrafe 'Donde estamos escritos' llaman al incorformismo y la resistencia. ¿Qué valor tiene esa disidencia en tiempos como los actuales?

Hay un instinto de conservación hasta en las peores condiciones imaginables, hay algo en el ser humano en el momento más crítico que nos invita a hacer un gesto para erguirnos y seguir adelante. Un poema se llama Afán del caracol. Se ha comprobado que en el caracol hay un músculo que con enorme esfuerzo lo tiene que ir moviendo para avanzar milímetros. Y sin embargo lo sigue intentando. Creo que es una imagen aleccionadora. Un instinto nos impele a intentar levantarnos. Importa no quedarse ahí dejándose llevar por la corriente, que haya cierta señal de reacción, incluso de rechazo. Eso es señal de vida.

En la composición 'El lenguaje de los pájaros' aparece la vieja idea del mundo como libro que se presta a ser leído, y son precisamente los pájaros quienes deletrean su texto.

Nosotros tenemos la palabra, pero la palabra tiene limitaciones. Por contra, lo que un pájaro dice con su canto tiene muchos más matices. El lenguaje de los pájaros es, desde mi punto de vista, mucho más rico y ejemplificador de lo que a uno le gustaría decir.

Además de César Vallejo, al que se cita expresamente, ¿que otras voces poéticas tutelan estos versos?

Tengo todo un conjunto de referentes. Jorge Manrique es, para mí, atemporal. Sus coplas se podrían escribir ahora, sin adornos, sin arabescos, sin una sola palabra que sobre; cada palabra está perfectamente ajustada a lo que se quiere transmitir. Y Juan de la Cruz, esencia de la poesía mística, de la duda, del balbuceo. Porque la poesía no tiene adjetivos, es esencia o no es. Borges también me parece un poeta inmenso.

¿Qué le interesa del Borges poeta?

Él tiene la capadidad de hacernos creer que no se trata de ser originales, sino de la feliz búsqueda y el encuentro de algún matiz, de un modo de entonar. Creo que en mi poema Eximentes, de este último libro, se da esa dimensión, porque mientras lo escribía me di cuenta de que el mismo tema ya aparecía en Carta de Miguel Hernández y en Amor constante más allá de la muerte de Quevedo. A propósito de su poema El Golem, Borges explica que el golem es al rabino que lo creó lo que el hombre es a dios y lo que el poema es al poeta. Es decir, el poeta tiene su obsesión, su paradigma de poema, pero lo que escribe después es un mal reflejo de lo que tiene concebido. Es preferible la sana teoría a la práctica deficiente. Nunca vamos a poder plasmar exactamente lo que tenemos en la cabeza.

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