El relato breve como espacio de resistencia en un México herido por la violencia cotidiana fue el hilo conductor de la exposición que trenzó ayer Ana María González Luna, profesora de Lengua y Cultura en la Universidad de Milán, al abrigo del ciclo Arte, literatura y violencia en Latinoamérica.

Su defensa de la literatura como diálogo a caballo entre la ética y la estética para conocer estas realidades se centró en la narrativa breve del escritor mexicano Eduardo Antonio Parra (Guanajuato, 1965), "quien se reconoce como escritor del norte para diferenciarse del centralismo de la literatura mexicana, que la caracteriza desde hace tiempo", apuntó la autora.

González citó tres cuentos del autor, El caminante, La orilla y Nadie, dentro de la colección Desterrados, que ilustran "que no hay un sólo México, sino distintos Méxicos", marcados por la violencia como presencia permanente a través de las realidades del narcotráfico, la migración y la violación de derechos humanos. "Parra es un magnífico escritor de cuentos, que sigue la tradición de Rulfo y de Revueltas", afirmó. "Su atracción por retratar la violencia se debe a que esta te lleva al límite, y es ahí donde se caen las máscaras y puedes entrar al fondo de la condición humana. Y eso es lo que él trata de contar, de forma cruda, en sus cuentos".

Así, Desterrados reflexiona sobre "la desterritorialización, el exilio, las fronteras". "Lo más interesante de Parra es su tratamiento del espacio", indica. "En sus cuentos llega un momento en que se confunden hábitat y personaje y no sabes si el espacio condiciona al personaje o si el personaje está representando al espacio". Además, González defiende que "la literatura nos aproxima a la realidad porque, a través de la empatía, nos implica en ella". "Por eso, la literatura transforma al lector, porque le hace pensar que hay otras posibilidades de realidad", concluye. "Por eso, la literatura es nuestra salvación".

El "arte incómodo" de la narrativa gráfica

Vladimir Guerrero investiga la supervivencia de elementos discursivos del horror en tres obras

  • Vladimir Guerrero, licenciado en Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Chihuahua y experto en la narcocultura en México, asegura que existe "un arte incómodo, que refleja lo irrepresentable o lo indecible", pero que "pone de manifiesto la necesidad artística de dialogar con las circunstancias históricas, sociales y testimoniales". Así lo reveló ayer el autor en su disertación Supervivencias de lo sublime en tres narrativas gráficas chilenas, donde reflexiona sobre la representación de la violencia extrema dentro de este género en Chile a través del análisis de tres obras concretas y en un marco ético-político de reflexión.Policía del Karma, de Jorge Baradit y Martín Cáceres; Informe Tunguska, de Claudio Romo y Alexis Figueroa; y Curatoria de Sebastián Garrido, son tres ejemplos de novela gráfica con un importante reconocimiento en Chile, donde confluyen "elementos discursivos como el horror, las figuras religiosas o militares o las figuras de monstruos". Esta serie de obras, en palabras de Guerrero, "beben de la cultura de masas y retoman los géneros tradicionales de lo fantástico, la ciencia ficción y el terror". En este sentido, "se da una supervivencia de elementos, que pensamos que desaparecen pero que vuelven a aparecer como si fueran fantasmas culturales". "Y esa es la idea de la supervivencia en estas obras", explica el autor."La coincidencia selectiva deimágenes hace que sobreviva una memoria del dolor y una reflexión en torno a este pasado violento, porque hay imágenes de lo militar y lo religioso, configuradas como algo terrible, que se repiten en el tiempo". El autor destaca que, en estas tres obras, la imagen cobra mucha importancia, "por lo que también aquí está la cuestión de lo visual incorporado a los estudios literarios, que abre el panorama de los objetos culturales a otra manera de explorar la cuestión fundamental de la historia y la memoria".