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Literatura

El humor feroz de Delgado Barreto ya no cobra derechos

Las obras del escritor y periodista tinerfeño pasan a ser de dominio público junto a las de otros 280 escritores españoles

Su obra más acabada. LP / DLP

Con el inicio de 2017 la obra del escritor y periodista tinerfeño Manuel Delgado Barreto pasa a ser de dominio público junto a la de cerca de otros 280 autores españoles del primer tercio del siglo XX, al cumplirse 80 años de su fallecimiento. Esto quiere decir que la reproducción de sus creaciones está, a partir de ahora, exenta de satisfacción de los correspondientes derechos de autor.

Delgado Barreto fue uno de los mayores ingenios satíricos de su tiempo, feroz en la crítica del adversario ideológico y político, comprometido con un ideario tradicionalista y antirrepublicano que finalmente le costó la vida, al enturbiarse las aguas de la Historia con el inicio de la Guerra Civil. Al comienzo de las hostillidades fue detenido en su domicilio de Carabanchel y llevado a la cárcel Modelo de Madrid. Cayó fusilado el 7 de noviembre en Paracuellos del Jarama a los 57 años.

A Delgado nada de su atribulado tiempo le fue ajeno, ni siquiera la actividad política, que cortejó con éxito durante casi una década. Así, como militante del maurismo, obtuvo el acta de diputado por Santa Cruz de Tenerife en las elecciones de 1914 y en las de 1919.

Pero su verdadera vocación fue el periodismo, un periodismo de trinchera que lanzaba acres dardos humorísticos. Estas características encarnan a la perfección en Gracia y Justicia, el semanario desde el que combatió con fiereza la II República y que salió publicado entre 1931 y 1936 bajo su dirección. Buena prueba de la penetración de esta publicación en la sociedad española conservadora de la época es que llegó a alcanzar tiradas de 250.000 ejemplares. El humor propagado en sus páginas no esquiva lo burdo y grosero, motejando de masones a casi todos aquéllos que no sintonizaban con sus alineamientos. A pesar, o a consecuencia, de ello logró sintonizar con grandes segmentos de la población.

El periodista tinerfeño, que coqueteó con el falangismo, tuvo un amplio catálogo de antagonistas, objeto de sus invectivas humorísticas. Situó en su objetivo a los republicanos de izquierdas, pero también mereció sus acometidas el intelectualismo de los escritores de la Generación del 98, a los que responsabilizó del "derrotismo, el azañismo y el indalecioprietismo imperante en la época", santísima trinidad de males que azotaban a la España que él defendía.

Junto a Delgado Barreto entran en dominio público muchos escritores de una época especialmente brillante de las letras patrias, aquélla que José-Carlos Mainer llamó en un célebre ensayo la edad de plata de la literatura española y que también cayó abatida con el inicio de la contienda civil. Precisamente Mainer está asesorando a la Biblioteca Nacional en su puesta a disposición pública de la obra de estos autores.

Del conglomerado modernista-noventayochista se incorporan autores tan importantes como Unamuno, Valle-Incán, Maeztu o el hoy preterido Villaespesa. Del flanco vanguardista-veintisiete, García Lorca e Hinojosa.

Algo de razón tuvo el lúcido y desengañado Rafael Cansinos Assens cuando, tras escuchar en junio de 1936 de boca del militante comunista Eusebio Cimorra que "aquí acaba la República", matizó que "aquí lo que se acaba es la literatura".

El caso Noel

No todos los escritores cuya obra franquea el umbral del dominio público en este 2017 son lumi- narias de la literatura. Algunos, como el muy olvidado Eugenio Noel, vivieron como unos parias en la república de las letras, abocados a una bohemia disipada y nómada. Ahora sus escritos ingresan en ese generoso espacio exento de derechos de autor, a la espera de que editores y lectores tengan con ellos la conmiseración que no han mostrado en los últimos 80 años.

Escritor andarín y viajero, Noel dejó sus visiones de la España de hace un siglo diseminadas en más de medio centenar de libros, que han esquivado la posteridad con verdadero arte. El país tiznado de mendigos, brujas y hampones que retrata nuestro autor era ya un anacronismo en su época, pero seguía igual de vivo, latiendo sus supersticiones ancestrales. Regeneracionista en época de vanguardias, el verismo rezagado de Noel sólo le valió la incomprensión del medio intelectual de entonces, más interesado en cubismos que en aguafuertes.

Adelantado del antitaurinismo, Noel dejó además un copioso anecdotario vital que da muestra de una férrea vocación literaria frente a circunstancias que la hubieran desalentado en cualquier otro. Conoció las asperezas de la cárcel y las de la miseria, que visitaba tan pronto se gastaba lo poco que tenía en juergas con putas y flamencos. Con todo y a pesar de tanto trasiego, hizo acopio de una vasta cultura al servicio de un estilo de gran fuerza expresiva.

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