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El testamento de Pérez Galdós

Hoy, 4 de enero se cumple el 97 aniversario de la muerte del escritor grancanario

Benito Pérez Galdós. LP/DLP

Tal día como hoy, 4 de enero de 1920, moría en Madrid el más grande de los novelistas en español junto con Cervantes. Alrededor del difunto estaban su hija María, el marido de esta Juan Verde, el sobrino José Hurtado de Mendoza y su ahijada Rafaela González Muñoz, hija del ex matador de toros Machaquito, y también su amigo José de Mesa.

En la Casa-Museo de Pérez Galdós hay una copia de la certificación del acta de nacimiento de una niña nacida el 12 de enero de 1891 en Santander según el testimonio de Marcos Martínez, natural de la pequeña población soriana de Almenar que citó Ramón Menéndez Pidal en su obra La leyenda de los infantes de Lara, y que, asimismo, atestiguaron los empleados Luciano Lavín y Manuel de Arce. En el Registro Civil de Santander, Folio 76 consta que "dicha niña nació en la casa número 24, piso tercero de la Cuesta del Hospital, a las diez de la mañana del día 12 del corriente. Que es hija ilegítima de Dª Lorenza Cobián, natural de Bodes, provincia de Oviedo, mayor de edad, soltera, dedicada a las ocupaciones de su casa y vecina de la del nacimiento; que es nieta por línea materna de D. Tomás Cobián y de Dª Josefa González, casados, labradores, naturales y vecinos de dicho Bodes, y que a la expresada niña se le había de poner el nombre de María".

Pero cuando María tiene 15 años sucedió un hecho trascendental en Madrid. En el kilómetro 3 de la línea del Norte, cerca de la estación, fue detenida en la noche del 24 de julio de 1906 una mujer de 46 años llamada Lorenza Cobián González, que había intentado arrojarse a la vía al paso de varios trenes. Desde la estación del Norte fue trasladada al Gobierno civil y de allí a la Casa de Socorro del distrito del Centro, donde fue reconocida por los facultativos, que le dictaminaron que tenía perturbadas las facultades mentales. De dicho centro benéfico fue conducida al Gobierno civil, para enviarla después al hospital Provincial. Pero Lorenza, que sin duda había propuesto suicidarse, lo logró al fin valiéndose para ello de una ancha cinta de terciopelo, la cual se anudó al cuello sujetándola luego a una de las rejas de la cueva del Gobierno civil, de la que quedó colgada, muriendo por estrangulación. El juzgado de guardia se presentó por la mañana y dispuso el traslado del cadáver al depósito.

Se ha afirmado que Galdós tuvo otros hijos naturales, según su secretario y amanuense Victoriano Moreno, pero sólo a María, en 1908 después de morir su madre, reconoció legalmente. En consecuencia, no sólo por el repertorio de otras madres, de otros amores, de ser un manirroto, sino también por los muchos gastos en la construcción de su quinta San Quintín, en Santander, surgieron las razones de su casi ruina financiera en 1897. A todo lo anterior se añadió el pleito que hubo de sostener don Benito en 1896 con Miguel Honorio de Cámara y Cruz, impresor y editor de sus obras, para recuperar sus derechos de autor y que acabará el año siguiente con un laudo arbitral por el que Galdós sufrirá una importante pérdida económica.

El día 7 de junio de 1910 don Benito Pérez Galdós otorgó testamento ológrafo, cumpliendo estrictamente todas los requisitos legales. En el testamento se hacía un reconocimiento de paternidad y se adoptaban otras disposiciones respecto a su herencia. Éste documento, expresión de su voluntad, lo entregó el señor Pérez Galdós a su hija, quien lo conservó y puso a disposición del albacea al ocurrir la muerte de Don Benito.

Ante su panorama económico, y tampoco haber recibido el premio Nobel de Literatura en 1912, se organizó una subscripción nacional en 1914 para impedir, por dignidad nacional, que "Galdós muera pobre". Por esto Galdós aunque no participó, como miembro de la abortada Comisión en la celebración del tercer centenario de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, a causa de la primera guerra mundial, disfrutó de una pensión vitalicia.

Atravesando don Benito, con su grave enfermedad, esa mala situación económica, el 14 de marzo de 1919 otorgó testamento abierto ante el notario don Félix Rodríguez Valdés dejando por única heredera de todos sus bienes a su hija. En él, reproducía y ratificaba el reconocimiento que había hecho en el testamento ológrafo. Don José Alcaín y López de Hontanar, abogado del Estado que había asesorado últimamente a don Benito en estos pasos inexcusables, presentó entonces el testamento ológrafo al juzgado y solicitó su protocolización. El juzgado dictó auto declarando que no había lugar a tramitar el expediente, porque la protocolización carecía de finalidad, toda vez que el testamento posterior anula al anterior.

En el inventario de bienes relictos los de carácter mueble estaban descritos de modo convencional. En cuentas corrientes se consignaron 100 pesetas; en valor del mobiliario 400; mientras que la biblioteca y los numerosos manuscritos se valoraban en 15.000 pesetas. Allí estaban todos los Episodios nacionales publicados y las novelas primeras, menos Marianela, que Galdós regaló al doctor Marañón, y Gloria que Galdós donó a don Tomás de Lara, y, en suma, casi toda su ingente obra. La finca de San Quintín se valoraba ya en 125.000 pesetas. Los derechos de autor de un centenar de novelas y obras teatrales quedaron tasados con una cifra estimativa de 65.000. Pero las deudas en el testamento se fijaban en 34.325 pesetas. El testador no olvidó a Francisco Menéndez García -Paco que además de criado y lazarillo tal vez fue su hijo- al que dejaba un legado de 5000 pesetas; y a doña Teodosia Gandarias Landete, su gran amor en los últimos años, una manda de 250 pesetas mensuales de pensión vitalicia.

El día 13 de Junio de 1920 la Sala primera falló la apelación sostenida por el letrado Sr. Alcaín, en el juicio relativo a la disposición testamentaria del insigne Galdós. Se revocó el auto del Juzgado, y se declaró por la Sala que procede protocolizar el testamento ológrafo otorgado por el gran escritor. El día cuatro de enero de 1920, al mediodía, se procedió a la apertura del testamento. Y días después María Pérez Galdós y Cobián envió una nota a la Prensa. En Las Palmas, LA PROVINICA del 14 febrero 1920, reprodujo esa carta con el título Al pueblo español:

Apenas repuesta en lo que es posible humanamente, del abatimiento producido en mi espíritu por el doloroso trance que acabo de pasar con la pérdida de mi llorado padre, el gran Galdós, el primer impulso de ánimo y de mi pensamiento ha sido el de la más profunda gratitud al nobilísimo pueblo español, gratitud que me impone el sagrado deber de ofrendar modesta y sumisa, ante el altar de la patria, mi más fervoroso agradecimiento por el conmovedor homenaje rendido en toda España a quien supo glorificarla en sus obras.

Una hija amantísima jamás puede olvidar los testimonios de respeto y alta consideración a su padre, y menos aún si estos son ofrecidos por impulsos del alma nacional, como tributo a su poderoso entendimiento.

¿Cómo olvidar los infinitos homenajes rendidos a mi querido padre por los Ayuntamientos y demás Corporaciones, organismos, entidades, Prensa y los individuos de toda la Nación? La vida humana es corta para estimarlos en todo su valor.

Sirva, por tanto, este mensaje, humildísimo como mío, para expresar los sentimientos más intensos de mi corazón agradecido, ya que por imposibilidad material no puedo contestar, como quisiera hacerlo especialmente, a la multitud de cartas y telefonemas recibidos de todas las provincias de España.

María Pérez Galdós de Verde. Madrid, enero 1920.

Como escribiera Domingo Doreste (Fray Lesco) Galdós todavía sobrevive. Recordando la hora solemne en que descansó sólo se siente impulsos de descubrirse, en homenaje silencioso, como se haría ante un espectáculo sublime de la Naturaleza.

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