La trigesimotercera edición del Festival de Música de Canarias vivió ayer en el Auditorio Alfredo Kraus uno de sus momentos más esperados, el que reunió sobre un mismo escenario a la Filarmónica de Gran Canaria y la Sinfónica de Tenerife. Ambas formaciones se dieron cita sobre ese escenario para la interpretación de la Gurrelieder compuestas por Arnold Schoenberg.

Bajo la dirección de Josep Pons, las dos orquestas sumaron sus talentos para dar vida a este ciclo de canciones, la obra sinfónico-coral para la plantilla más amplia que se ha compuesto. Junto a ellas, redondearon la interpretación el Coro Filarmónico Eslovaco y el Coro de la Ópera de Tenerife.

La histórica velada de anoche, rotunda en la masa orquestal, repitió el programa e intérpretes que acogió el tinerfeño Auditorio Adán Martín en la noche del viernes.

La Gurrelieder conforman un ciclo de canciones compuesto por el vienés Arnold Schönberg (1874-1951) en los albores de su carrera. Sus requerimientos intrumentales, que apuntan a la suma de dos formaciones sinfónicas para su ejecución, han convertido esta composición en una rareza, con muy poco frecuentes lecturas en los auditorios.

Están basadas en textos del poeta danés Jens Peter Jacobsen en su traducción alemana por Robert Franz Arnold. Concebido como un oratorio con canciones para cinco voces, narrador, coros y orquesta, refleja una primera escritura de Schoenberg, antes de que arribara a los hallazgos del dodecafonismo. Así, acusa claras influencias de la música de Wagner y Mahler.