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Entrevista

"A Cayetana de Alba le regalaron una niña como se regala una muñeca"

"La duquesa estaba acostumbrada a hacer siempre lo que quería; pertenecía a la estirpe de las mujeres libres", afirma la escritora Carmen Posadas

Carmen Posadas, fotografiada con su novela. EFE

La hija de Cayetana, la última novela de Carmen Posadas, además de recrear la historia de María de la Luz, es también la historia de dos madres, la adoptante y la biológica, y de la esclavitud dentro de la Península.

¿Cómo llega a usted la historia de María de la Luz, la niña cubana que adoptó la duquesa de Alba?

Es una historia curiosa porque yo había visto multitud de veces en casa de un amigo mío, coleccionista de arte, un pequeño Goya en el que puede verse a una mujer con un niño rubio y una niña negra, que le están tirando de la falda. Siempre pensé que la escena era producto de la imaginación de Goya y no real, y al cabo de mucho tiempo, cuando estaba buscando tema para una novela, una amiga me dijo: '¿Sabías que la duquesa de Alba, la de Goya, tenía una hija negra?'. Y me contó que en el siglo XVIII era costumbre regalar a las señoras importantes una esclavita, como quien regala una muñeca o un gatito. Y a Cayetana le regalaron a esta niña. La diferencia es que ella, que no podía tener hijos, se encariñó tanto con ella que la adoptó, y al morir le dejó una herencia considerable. No le podía dejar los títulos porque entonces los hijos adoptados no tenían los mismos derechos que los naturales.

Porque, obviamente, adoptarlos ya no era tan común.

Cierto, pero la duquesa era una mujer que estaba acostumbrada a hacer siempre lo que quería. Pertenecía a la única estirpe de mujeres libres que ha conocido la historia hasta bien entrado el siglo XX. Hasta entonces, las únicas mujeres realmente libres eran las muy ricas o muy poderosas, pero tenías que serlo a título personal, no servía de nada tener un padre rico o un marido poderoso, tenías que ser tú, y este es el caso de la duquesa.

¿Y qué se sabe de esta niña?

Poco. Se sabe que llegó a manos de la duquesa cuando tenía meses de vida y que venía envuelta en un turbante de esclava. Enseguida supe que esta era una historia de dos madres porque si a la duquesa le regalaron esta niña quiere decir que a otra madre se la robaron. La historia de la madre biológica me permite, además, hablar de la esclavitud en España, en la Península. Es curioso que no hayan quedado vestigios biológicos de esto, pero ya Cervantes se refería a Sevilla como el damero de Europa porque entre un 10 y un 15% de su población era negra. La esclavitud es el gran genocidio de la historia. Desde el XVI hasta bien entrado el XIX, millones y millones de personas fueron arrancadas de su lugar de origen, muchos morían incluso antes de subirse en los barcos; más de la mitad, en la travesía, y la esperanza para los que llegaban era de 35 años.

Hoy hay prácticas que se asemejan mucho a la esclavitud...

Los esclavos de alguna manera siguen existiendo: los niños que trabajan en las fábricas de Bangladesh fabricando la ropa que compramos en los low cost o las esclavas sexuales en los puticlubs de carretera. Todos lo sabemos, pero miramos a otro lado. Hay mucha hipocresía.

También hay un paralelismo con los casos de los niños robados.

Por supuesto. A esta madre le robaron a su hija. La niña tuvo la suerte de caer en manos de la duquesa de Alba, que la convirtió en su hija, pero lo normal era que acabara fregando en la cocina.

¿Se parecen la Cayetana de Goya y la última duquesa de Alba?

Son muy parecidas, porque sus circunstancias personales son muy similares. Las dos pertenecen a esta estirpe de mujeres libres, muy ricas y poderosas, que les da la posibilidad de ser dueñas de su propio destino.

¿La Historia trata con justicia a las mujeres?

Hasta ahora, ha sido la Historia de los hombres. Solo a partir de mediados del siglo XX empezamos a conocer la historia de tantas mujeres que hicieron cosas importantes.

Esta historia le llegó en plena crisis, tras tener que desechar la novela que estaba escribiendo sobre la princesa Marie Bonaparte. ¿Podría decirse que la salvó?

Sí, sí. Tras abandonar esa novela, entré en estado de shock. No se me ocurría nada y fue cuando esta amiga me habló de María de la Luz y la verdad es que estoy muy agradecida porque la novela va fenomenal. Nunca había tenido una novela, excepto la del premio Planeta, con tanto éxito como esta.

¿Llegó a pensar que no volvería a escribir?

Sí. Yo me pongo muy dramática con este tipo de cosas y además era la primera vez que me pasaba, que tenía que dejar una novela porque iba a la catástrofe. Me quedé muy frágil y muy agobiada, por lo que escribir esta fue como una terapia.

Hace cinco años creó los talleres literarios que dirige junto con su hermano Gervasio. ¿Por qué?

Es una de las cosas de las que estoy más orgullosa porque ya hemos tenido más de 5.000 alumnos, muchos con obra publicada. Poder ayudar a la gente a que pueda cumplir su sueño de convertirse en escritor es una de las cosas más bonitas de mi vida.

Se puede enseñar a escribir, pero ser escritor es otra cosa, ¿no?

Bueno, todas las artes se tienen que aprender. Si usted quiere ser un pianista se tiene que pasar horas haciendo escalas y dando clase, y si quiere ser un gran bailarín, horas de barra. Todas las artes tienen una parte de talento, que esa la tienes o no la tienes, pero también hay una parte de oficio considerable, que sí se puede aprender y que es la que nosotros enseñamos en los talleres.

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