El acto de nombrar siempre encierra implicaciones simbólicas en la configuración de la identidad, los lugares y sus protagonistas, porque el lenguaje significa pero también retuerce, desarraiga y enmascara.

Uno de sus reflejos más claros es Lucy, abuela de la Humanidad o Australopithecus Afarensis. con más de 3,2 millones de años, que fue desenterrada en Afar (Etiopía) en 1974 y designada con un nombre ajeno que despoja de su historia y su contexto a la que fuera considerada como el eslabón perdido de la evolución humana. Esta "sustracción histórica" es el punto de partida de la muestra colectiva El iris de Lucy, que reúne las obras de 25 artistas africanas contemporáneas que, desde sus lenguajes y discursos vinculados a la realidad de África, bordan un tapiz artístico diverso para restituir la mirada de Iris, para renombrar las realidades silenciadas del género, la identidad y la violencia, y para habitar el espacio tantas veces velado a las mujeres y a África en el arte.

Bajo la dirección de Orlando Britto -comisario de la muestra-, el CAAM acomete estos días el montaje de este ambicioso proyecto expositivo, con el apoyo de los alumnos de la Escuela de Arte y Superior de Diseño Gran Canaria en el proceso de preparación. La muestra abrirá sus puertas el 26 de enero y, entre tanto, las artistas Safaa Erruas, Pèlagie Gbaguidi, Teresa Correa y Fatima Mazmouz, cuyas obras hunden sus raíces en el presente y el pasado del continente vecino, desgranan a continuación algunas claves de sus piezas.

La repetición de la lluvia

Invisibles da nombre a la instalación in situ de la artista Safaa Erruas (Tetuán, 1976), erigida en una estructura metálica de 6 metros de la que penden cientos de hilos de algodón blanco, a los que Erruas enhebra unas miniaturas de ojos de una treintena de mujeres africanas, como un cielo que se rompe en una lluvia de miradas.

"La instalación admite una doble lectura: desde lejos, parece una nube ligera, etérea, que invita a perderse; y desde cerca, se perciben todas estas miradas que plantean distintas cuestiones sobre la identidad, y sobre la presencia y ausencia del cuerpo, porque no hay ninguna presencia del cuerpo sino a través de las miradas". Esta suerte de omniausencia "evoca la invisibilización forzada que sufre la mujer en la sociedad", señala la artista.

"Y la obra se exhibe en una fragilidad extrema -que creé de manera intencionada-, porque cuelga de unos hilos de nylon transparentes que apenas se ven. Y al mismo tiempo, se produce un equilibrio en toda la pieza, porque el sostén es muy frágil, pero es en la repetición de las miradas donde radica toda la fuerza", apunta. "La repetición es un elemento importante, porque alude a una realidad que se repite miles de veces en la historia".

Una invitación a repensar

La artista Pèlagie Gbaguidi (Benin, 1965), quien se define como una "rapsoda contemporánea" por el prisma poético de sus obras, exhibe Delete and rename the cradle of Humankind (Borrar y nombrar la cuna de la Humanidad), que combina la pintura en pared y la performance en torno al concepto de la resiliencia. Inspirada por su estancia en Johannesburgo, Gbaguidi quiso "repensar el fenómeno de Lucy después de visitar los yacimientos de Cuna de la Humanidad". "Aquella visita me confirmó que África es la cuna del mundo y que todos formamos parte de África, aunque esta relación se base históricamente en la violencia".

La artista reproduce en una de las paredes del CAAM un mapa pictórico de distintos episodios ligados a un continente "de gran riqueza y pobreza extrema" donde "la violencia y el apartheid toman distintas formas: la esclavitud y la colonización han dado paso a la expoliación continua de sus recursos". "Mi intención es que el público se enfrente a esa violencia y la lea como el reflejo de una sociedad que participa de ello", indica.

Así, la artista invita a los asistentes a tomar una esponja, situada en un lateral de la sala, "y que intenten borrar los dibujos". "Ese es el acto imposible, porque no se puede borrar la violencia que hemos ejercido. Por eso, invito a los espectadores a repensar este sistema de expoliación y en cómo podemos eliminarlo, afrontarlo, cambiar la mentalidad y admitir que somos cómplices de esta realidad, que este es nuestro trauma colectivo y que debemos ser resilientes y renombrar esta realidad injusta".

Su propuesta se expone en paralelo en las salas del CAAM y Casa África. "Mi discurso es duro, pero creo que la poética del arte, a través de sus metáforas, nos acerca a la realidad porque abre un diálogo con la ciudadanía. El arte comienza en esa conversación con el otro".

El espejo de la memoria

El iris de Lucy acoge obras de artistas africanas "que viven en el continente, sus archipiélagos y la diáspora" y, en este marco, la artista Teresa Correa (Gran Canaria, 1961) presenta una doble propuesta: el díptico De la especulación y la acción Desmesuradamente.

La primera toma su título del latín especulum (espejo) y aloja dos piezas, "donde una es el espejo de la otra. Y también me gustaría que fuera un espejo para el espectador", apunta Correa. Bajo la convicción de que "la especulación es uno de los primeros pasos para el conocimiento", tal como simboliza Lucy, las obras de su díptico especulan, respectivamente, sobre la memoria y el olvido. "Lo que pretendo es trascender los límites metodológicos establecidos cuando se aborda el estudio de un objeto científico y proyectarlo, mediante el arte, en otro contexto que posibilite otras narrativas, porque el arte permite reescribir, renombrar", sostiene.

En esta pieza, Correa tira del hilo de su propia investigación en torno a la población aborigen, fraguada en el Museo Canario -no tengo vidas para agradecer su acogida y disponibilidad, destaca-, con el fin de "restituir la memoria de la procedencia norteafricana de la población indígena canaria. Y restituir esa memoria al espacio originario", explica. "La historia no es neutral, como no lo es mi mirada; y lo que busco es reescribir un relato, desde mi subjetividad, que sirva como un espejo no sólo entre ambas, sino para que volvamos la mirada hacia nuestra historia".

Esta mirada también se refleja en la acción Desmesuradamente, donde, como activista visual, reproduce en vivo una acción inspirada en una fotografía del Doctor Verneau de principios del siglo XX. "Esta acción señala cómo esa línea que la teoría racial delimitó a partir de teorías como las del Doctor Verneau es hoy mucho más sistémica, obscena e injusta", concluye.

El embarazo como símbolo

La artista Fatima Mazmouz (Marruecos, 1974) tiende puentes entre la privacidad y la realidad política en su obra Cultural mothers (Madres culturales), representada en "la mujer embarazada como icono que conecta el concepto de la madre y de la patria". "Este último es un concepto obsoleto porque la patria, como tal, sólo es posible como hecho multicultural", afirma.

Su pieza, que se exhibe en paralelo en el CAAM y Casa África al abrigo de su proyecto Le corps pansant [El cuerpo pensante], se articula alrededor de figuras suspendidas de mujeres embarazadas, tejidas con gynécée (textil utilizado en la Antigua Grecia en salones de mujeres). "Mi obra parte de lo más íntimo para internarse en terrenos políticos, porque interpreta los problemas de la inmigración y la multiculturalidad desde la matriz", explica. "La única manera de superar las barreras del nacionalismo y el individualismo es a través del conocimiento de nuestro pasado y de repensar nuestra identidad desde una mirada integradora. Hoy tenemos una mentalidad del siglo XIX, de muros y estereotipos, frente a los valores del feminismo, la maternidad y el multiculturalismo".