Una historia que no es sólo un incendio, sino muchos incendios; o una historia de incendios que engloba todas las historias posibles. "Somos casas habitadas por un inquilino del que no sabemos nada. [...] El inquilino que vive allí, en la casa que somos, experimenta un profundo temor ante la idea de abandonar la habitación en la que se guarnece", escribe el dramaturgo Wajdi Mouawad, autor de Incendios, una de las obras más aclamadas del teatro del siglo XXI y que Mario Gas lleva a escena en un nuevo montaje teatral, protagonizado por Nùria Espert. "Creo que Incendios es uno de los mejores textos que se han escrito en los últimos 20 o 25 años", afirma Gas.

El conflicto eterno del ser humano consigo mismo, manifestado en los fantasmas de la guerra y en los fantasmas propios, respira en este drama universal de tres horas que imbrica distintas tramas y líneas temporales a partir del secreto de Nawal Marwan (Espert). Tras su muerte, un enigmático legado de dos sobres, como dos cajas de Pandora de males y maravillas, desencadenará un viaje a un pasado desgarrador que envolverá a todos los personajes del tablero de esta historia, y que retrata, en realidad, la historia global del ser humano.

Versión en castellano

El fogonazo de Incendios iluminó a Mario Gas casi diez años atrás, cuando programó este montaje en francés bajo la dirección del propio Mouawad en el Teatro Español (2008) y en las Naves del Matadero (2010), en Madrid. Tras adaptarse para la gran pantalla de la mano de Denis Villeneuve (2010), el dramaturgo montevideano lleva a las tablas su propia versión de Incendios en castellano.

"No he tenido que adaptar, ni trasladar, ni hacer nada que no sea poner en pie, con la máxima exactitud y la máxima clarificación posible, lo que el autor explica en el texto, que es rabiosamente actual y conmovedor", revela el director. Gas señala que esta odisea narrativa de "masacres personales y colectivas" se sustenta en "un texto complejo y difícil, que aparentemente puede parecer duro de ver, porque son tres horas de espectáculo en las que hay horror y violencia, pero también poesía y belleza; y donde el autor ilumina una historia profundamente cercana y conmovedora".

En las tablas, Nùria Espert encabeza un reparto de lujo que integran Ramón Barea, Álex García, Carlota Olcina, Alberto Iglesias, Laia Marull, Germán Torres y Lucía Barrado, que se desdoblan para encarnar hasta 23 personajes en escena, jugando con una poderosa escenografía a cargo de Carl Fillion y Anna Tussell, que permite alternar y simultanear la acción en los triángulos temporales. "Cada aspecto está pensado para que todo eso salga de la manera más limpia, potente y directa al espectador, para que pueda seguir y absorber esta peripecia en todo momento y conmoverse con ella", indica.

Así, Incendios entreteje distintos conflictos que todavía son heridas abiertas en la Humanidad y a las que arrojan luz las historias cruzadas de Incendios. "Una sociedad en guerra permanente que masacra por ideología, por etnia, por religión, por diferencia; y, a veces, sin diferencia, porque es de hermanos contra hermanos, donde se masacra la vida y se convierte al ser humano en verdugo y víctima. Esto es lo que refleja Incendios", indica Gas.

"Este texto alumbra cómo la sinrazón del analfabetismo vital puede llevar a masacres absolutas, pero también cómo el ser humano puede realizar un viaje iniciático para encontrarse a sí mismo y reconciliarse a través del perdón".

Los ecos de realidad de Incendios apuntan a que "esta obra parece escrita ayer mismo", a pesar de que su impronta dramática "nos recuerda un poco a las tragedias griegas en cuanto a lo que ocurre, si bien, en este caso, el destino o factum somos nosotros mismos". "Incendios es una terrible tragedia colectiva e individual porque es una devastación absoluta, pero en la que el ser humano sale reforzado por su capacidad de perdón y por defender los valores de la dignidad, la educación, la cultura, la solidaridad y la certeza de que la vida humana es sagrada", añade.

Uno de los retos del montaje fue no reincidir en el dramatismo que encierra Incendios desde su primera línea. "La infancia es un cuchillo clavado en la garganta. No se lo arranca uno fácilmente, sólo las palabras tienen el poder de arrancarlo", reza el comienzo. En opinión del director, "no podemos permitirnos en ningún momento caer en un exceso de sentimentalismo o melodramatismo que pueda pervertir esta historia. Al contrario, hay que ser muy simples, muy escuetos; no esquemáticos, sino simples, para que la historia se desarrolle en toda la crudeza, toda la poética y toda la conmoción que encierra y que guarda en sí misma".

La gran dama del teatro español, Nùria Espert, Princesa de Asturias 2016, lidera el reparto de Incendios en la piel de tres personajes que revisten el mismo registro dramático que interpretaciones anteriores de Shakespeare o Lorca. "A Nùria y a mí nos une una relación de amistad de muchísimos años y creo que no sólo es una mujer de teatro extraordinaria, sino una persona extraordinaria", revela Gas.

"Trabajar con los grandes siempre es fácil, porque tienen el don de la humildad, el trabajo y la solidaridad con sus compañeros. En ese aspecto, todos los trabajos con Nùria y, en concreto, Incendios, son un ejemplo y un verdadero placer". "Además, junto a ella contamos con una compañía muy, muy brillante -con actores de mucha experiencia, otros no tanta- pero que, en conjunto, atesoran un grado de coherencia y de brillantez escénica muy acreditado. No sólo se dejan la piel y atienden a las últimas consecuencias de la función y de cómo la hemos querido contar, sino que son poseedores de un gran talento interpretativo".

Para Gas, este montaje es un ejemplo de teatro "hecho como uno quiere y con quien quiere". "No descubro nada si digo que España es un país difícil. Tenemos un paradigma muy claro en la clase política y ese paradigma se refleja en el teatro", explica.

"Además, estamos en una sociedad un tanto descodificada, en la que es más fácil irse por caminos trillados y tomar el teatro como evasión que realmente intentar concebir el teatro como un medio de debate". Y si bien el teatro siempre ha estado en crisis, Gas, una de las figuras más relevantes en la escena española, concluye que "el teatro sigue siendo un enfermo crónico, pero muy saludable".