Después de que Donald Trump se dirigiera a los periodistas de su país para decirles que ellos iban a ser su mayor enemigo, el tema de la censura ha vuelto a resurgir con enorme fuerza como debate en la opinión pública. No sé si ha sido una coincidencia, pero nada mejor que la obra Gulag, sobre la relación entre el compositor ruso Dimitri Shostakovich y el censor del régimen soviético Andrei Zhdánov, y que se representara el 9 de febrero en el teatro Pérez Galdós, para entrar de lleno en este aspecto.

Además, se trata de un montaje multidisciplinar que puede gustar a todo tipo de público. Dirigido por Nacho Cabrera, la obra está protagonizada por el actor Miguel Ángel Maciel, que interpreta a Zhdánov, e interviene un quinteto musical en directo que dirige el pianista Juan Francisco Parra que encarna al compositor. Los tres se reunieron ayer para debatir relajadamente sobre los múltiples aspectos que aborda la representación. "El que habla todo el rato es el censor Zhdánov, consuegro de Stalin, que tiene mucho poder, y era el que delineaba el concepto artístico de la Unión Soviética, que lo pone en contradicción. Realmente representamos la última hora de vida de Shostakovich y puede ser un sueño o un recuerdo", precisa inmediatamente Maciel. Además de Parra, el quinteto musical está formado por Rubén Sánchez Araña (Violín), Néstor Henríquez (Violín), y José Alvarado (Viola), Juan Pablo Alemán (Chelo) que interpreta el Quinteto con piano en sol menor op. 57 y empieza y termina con música que compuso para el cine. También aparecen los bailarinas Cristina Pérez del Pino y Heriberto Rodríguez y la escenografía se reduce al despacho del propio Zhdánov, al que él acede por el pasillo central del patio de butacas.

"El teatro Pérez Galdós nos invitó a que hiciéramos un espectáculo que triangulase entre la literatura y la música, con la idea de hacer un ciclo de este tipo de obras", recuerda Cabrera. "Habíamos hablado de la música de Shostakovich, acababa de leer el libro El ruido del tiempo de Julian Barnes y nos gustaba mucho el texto de Cartas de amor a Stalin de Juan Mayorga sobre el dramaturgo Mikhail Bulgakov, al que sus mofas al régimen le valdrían años de ostracismo y una llamada personal del dirigente ruso". Tres autores que confluían, por tanto, en un mismo sitio. "Decidimos coger la música y ambos textos para hacer una reflexión también de lo que tenemos hoy en día, la censura siempre existe, estamos en una sociedad en la que sólo por no programarte ya te están censurando", añade. Maciel subraya en este punto que el papel que interpreta es alguien que impone el concepto del arte en el soviet, el arte de la revolución. "Había un criterio de cómo tenían que ser las obras, cómo había que escribir, de qué manera tenían que componer, y aquello que no cuadrara con el criterio se le consideraba antirrevolucionario". De hecho, se sabe que el propio Stalin escribió la crítica de la ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk calificándola como "música peligrosa y burguesa". Francisco Parra apunta, por su parte, que existe la censura religiosa, social y política. "En este caso estamos hablando de una sociedad decimonónica, ya que estamos hablando de 1930, que sigue teniendo unos conceptos morales antiguos. No es condición sine qua non una censura política sin tener también una censura de la propia sociedad. Durante siglos los rusos han vivido bajo la dictadura, desde Catalina la Grande o Iván el Terrible hasta el zarismo. Después viene inmediatamente Lenin y ahora hay otro tipo de dictadura disfrazado de democracia". Cabrera incide en esta idea señalando que todo estaba militarizado. "El propio Shostakovich durmió durante bastantes años vestido y con una maleta porque creía que lo iban a matar. Aunque estuvo próximo en algunos momentos a los postulados del partido, sospechaba que una noche se lo iban a llevar. Shostakovich era un tipo ambiguo. Para unos fue un aprovechado del sistema, que tuvo todos los premios a los que puede aspirar un artista ruso. Pero, por otra parte, le pararon algunas obras. Por eso me parece que nadó dentro del sistema".

Parra recuerda que en los años 30 Stalin provoca la primera oleada de purga. "Él pensaba que a las personas que debía atacar eran los intelectuales ya que son los que tienen más capacidad para cambiar las cosas. Shostakovich compuso La nariz y alguien le dijo que eso tenía tintes burgueses". Cabrera redunda en esta idea ya que "un albañil trabaja para el pueblo, pero un artista también y ese es el posicionamiento. Lo que dice Zhdánov es 'usted siempre ha querido ir por libre y nosotros le hemos dado gancho, pero tiene que componer para el pueblo, hablar sobre los burgueses que contaminan nuestras aguas y talan nuestros bosques".

Un ejemplo de esto es La canción del contraproyecto en donde habla sobre la grandeza del pueblo ruso y se ha convertido en una pieza de fama mundial. Parra confiesa a continuación que "Shostakovich era tenía unos tintes psicológicos muy particulares, ya que es obsesivo compulsivo, meticuloso, le rondaba incluso el autismo en un grado bajo". Maciel añade que "era un obsesivo de la eficacia que se mandaba cartas a sí mismo para comprobar la si era cierto el correcto funcionamiento del sistema postal soviético" y Cabrera recuerda que "tenemos un montón de genios que en su vida particular son insoportables. Yo creo que es porque enfocan toda su energía solo a su arte". Según Parra eligieron la figura de Shostakovich porque "tiene un manto que no aparecen en biografías de otros compositores y que es su relación con el poder".

Sin embargo, el compositor ruso siempre utilizó la ironía y la ambigüedad para no quedar como alguien totalmente dominando por el sistema y un ejemplo es su famoso vals. "Tiene un sentir triste, como cuando te has casado con un tipo al que no quieres y estás bailando el baile nupcial. El censor le dice, precisamente, que tuviera cuidado con la ironía y el sarcasmo".

Según el director, "al final tratamos de transmitir que todo esto ha sido una pesadilla, un mal sueño o un recuerdo de un torturado sobre un torturador, pero siempre estamos planteando lo mismo: la falta de libertad y la persecución". Todo en una sociedad militarizada, en la que habían matado a lo zares a sangre y fuego, y se habían anexionado muchas repúblicas". Según Parra la obra trata de Shostakovich y Stalin, pero podría ser Pepito Pérez con Franco o Helmut Heinz con Hitler ya que la obra acaba con una crítica a todos los sistemas. "Lo estamos viendo con Trump", apunta Cabrera. "Cuando hay una dictadura los primeros que parten a correr son siempre los mismos: artistas y periodistas".