Paola Torres ha sido nominada a la 31ª edición de los Premios Goya, que se celebrará el próximo sábado por su trabajo en 1898. Los últimos de Filipinas ,de Salvador Calvo. La diseñadora de vestuario grancanaria compite por segundo año consecutivo ya que fue seleccionada por Mi gran noche de Alex de la Iglesia el año pasado. La película, que fue rodada principalmente entre Santa Lucia y Juan Grande, tendrá que luchar contra Lala Huete (La reina de España), Cristina Rodríguez (No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas) y Alberto Valcárcel y Cristina Rodríguez (Tarde para la ira) para obtener este galardón.

El filme cuenta con nueve nominaciones y es la única de las favoritas que no ha sido seleccionada como aspirante a mejor película. Sus candidaturas son, aparte del diseño de vestuario, las de mejor dirección novel (Salvador Calvo); mejor actor revelación (Ricardo Gómez); mejor dirección de producción; mejor dirección de fotografía; mejor dirección artística; mejor maquillaje y peluquería; mejor sonido y mejores efectos especiales. 1898. Los últimos de Filipinas es una película bélica protagonizada por Luis Tosar. Su argumento se basa en un hecho real ocurrido a finales del siglo XIX, cuando España perdió sus últimas colonias. En una aldea de Filipinas, donde había un movimiento de insurrección revolucionaria, los mandos españoles mantuvieron un año más la guerra porque no creyeron que había terminado.

Sea como fuera, la película de Salvador Calvo tiene muchos boletos para convertirse, esta vez sí, en la favorita en el apartado de mejor vestuario, aunque la propia diseñadora no lo tenga tan claro viendo al resto de candidatos.

"Que te hayan seleccionado entre 165 películas como una de las cuatro favoritas es un gran logro. En el vestuario se suele premiar a las películas de época. Y aquí hay dos de época y dos que no lo son. Tarde para la ira es una película que está teniendo mucho empuje y está siendo muy premiada. Y los premios técnicos siempre van un poco a la cola de los grandes premios", aclara. Para la diseñadora grancanaria las dificultades para el rodaje de 1898 Los últimos de Filipinas se resumen en que fue una película que necesitó mucho trabajo de ambientación. Primero porque había una gran cantidad de figuración diaria. Y segundo por el deterioro del vestuario ya que estos soldados estuvieron casi un año encerrados, se fueron desmejorando, y hubo que hacer el mismo uniforme cuatro o cinco veces. "Había que atender a todos los soldados, romper los trajes y conseguir el tejido para esos uniformes que son algodones, olonetas o sargas, que hoy en día sólo se hacen de forma tecnológica, y por lo tanto no es lo mismo romper un vestido de algodón que uno sintético", reconoce.

Para la documentación, la diseñadora contó con la ayuda de historiadores ya que las fotos de época eran pocas. Los uniformes eran funcionales ya que el clima en las últimas colonias, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, era muy duro, aunque en ese momento los ingleses y franceses utilizaban la lana. "Se encargó a un fabricante de tejidos de Barcelona que hiciera uno más ligero", afirma. "Y ese uniforme fue el primer tejido mimético que de la Historia que inició el camuflaje. Pero duró tan poco la guerra que este señor se quedó con un stock increíble, y los enfocó a trajes civiles, y de ahí nace el traje de verano de hombre el mil rayas".

Esta nominación ha vuelto a demostrar que, en el apartado de diseño de vestuario, los canarios estamos en la élite. "En Canarias hay mucho talento. Paco Delgado ha sido realmente mi mentor. Empecé con él de ayudante, pero él ahora juega en otra liga para Álvaro de la Iglesia y yo me quedé haciendo las películas de Álex. En Las brujas de Zugarramurdi yo era la ayudante de Paco, y en la siguiente, Mi gran noche, ya era la jefa". Torres reconoce que, aunque se tiende a premiar a las películas de época, las de contemporáneo requieren un gran trabajo. "Es un cine que se debería valorar más ya que todos sabemos lo que es un hippy, un punky y un yuppy. Sin embargo, en el los trabajos de época tienes más libertad porque no sabemos qué se llevaba en 1555", aclara.

500 uniformes

Lo cierto es que el rodaje de 1898. Los últimos de Filipinas fue especialmente delicado. "Hay que controlar que cuando a un señor le cae una bomba y le rompe un brazo, esa camisa tiene que estar rota el resto de la película. Y el filme no se hace con continuidad, porque a lo mejor empezamos por el final y los últimos días grabamos el principio y todos los uniformes que estaban destrozados tienen que estar perfectos al principio", aclara. "Hice 500 uniformes para poder tener mucho margen de poder cambiarlos. Cada personaje protagonistas tenía unos ocho uniformes en diferentes estadios: nuevos, sucios, rotos y destrozados. Ibas a la sastrería y lo que veías es un montón de uniformes iguales con distintos momentos de deterioro. No era una sastrería bonita".

Lo mejor, sin embargo, fue convivir con los actores. "No es fácil vestir todo el día a una persona con lo mismo, ponerle cosas sucias y estropeadas, pasar frío, y que no se estén quejando. Tuvimos un buen feeling, y además vivíamos todos en un hotel e hicimos como una pandilla, volvimos a los 16 años. Terminábamos de trabajar y tocábamos la guitarra y cantábamos".