El pintor Juan Guerra, miembro numerario de la Real Academia Canaria de Bellas Artes, expone en Las Palmas la colección Hallazgos, sorprendente novedad de un lenguaje siempre rompedor, versátil y reacio a estancarse en técnicas o imaginarios repetitivos. Toda su obra es búsqueda, ambición escrutadora de realidades intuidas en la última plasmación y, como resultado, espacios y formas diferentes que, a su vez, contienen el germen dinámico del descubrimiento. Visitar su taller, donde hay muestras de todas las etapas conquistadas, es una experiencia estética singular. Además de la pluralidad temática, la voluntad de perfección y la intensa dicción proclaman una creatividad inconformista en la indagación permanente de las infinitas posibilidades plásticas de lo real.
Su más reciente momento se presenta con el emblema idóneo: Hallazgos es, exactamente, el concepto que describe el paso dado entre el paisajismo pétreo de su muestra anterior y el encuentro con las figuras que ya motivaron su imaginación en alguna etapa anterior. Si entonces ensayó una personal dimensión del realismo, el discurso de ahora es un compromiso de la corporeidad identificable con la naturaleza de la piedra. Lo vivo y lo inerte confluyen en el hallazgo de cuerpos y formas, siluetas o fragmentos de lo que fue humano y perdura metafóricamente en la memoria remota de lo insular. Esta presencia soñada es como la actualización del pretérito, sugerencia de una vida que el paso de los siglos ha modificado pero no destruido. La pintura canaria contemporánea abunda en interpretaciones análogas.
Juan Guerra llega a ese núcleo de identidad después de un memorable viaje a través de la piedra, la roca viva, las montañas que celan el misterio del tiempo. Su excepcional habilidad dibujística y su talento cromático le permiten hallar la síntesis del ser vivo y su origen telúrico. Momias humanas y objetos inanimados proyectan en las superficies fragmentarias y las técnicas de agregación sobre collages de papel, un gran repertorio de texturas y transparencias, propuesta de mismidad original cristalizada en el fragmento y en los matices de virtuales monocromías. Original y turbadora, esta pintura destila una personalidad potente y diferencial. Mirada como nuevo paso adelante en la plena madurez del artista, mueve a pensar en la necesidad de una gran muestra antológica, abarcadora de toda su evolución.
