El maestro chino Xu Zhong abrió el programa con una curiosidad exótica, Reflejo de la luna en Er-quan, de Wu Zuqiang que es el arreglo para cuerdas de una melodía de Hua Yanhung ("músico ciego y callejero" de la primera mitad del siglo pasado) a su vez nacida en el erhu, instrumento tradicional de dos cuerdas con arco. Atenida a la escalìstica oriental y reencarnada en las formas instrumentales europeas, no es una simple chinería sino una muestra agradable, estática y repetitiva del universo tonal que los compositores chinos más celebrados en Occidente han abandonado hace ya mucho tiempo, aunque la política cultural de su gran país no valore precisamente a los 'modernos' que pasan del folclore.
Como director y solista, hizo Zhong el Concierto para piano num.21 de Mozart, que cambia el inmovilismo lacustre de la pieza anterior por el ingenio, la riqueza de ideas y la vivacidad. Demasiado viva, tal vez, una lectura en velocidades que subordinan la claridad y la lógica del discurso clasicista, con exceso de pedal armónico y una sonoridad sinfónica menos mozartiana que romántica. No es explìcita la mejora de una colocaciòn de la orquesta que sitúa maderas y metales en el lugar de las cuerdas graves, potenciando su presencia sonora en detrimento de las proporciones y el empaste que los demás directores extraen de la ubicación habitual. El balance y los volúmenes se sobreponen al refinamiento. Manca finezza!
Finalmente, la Sexta Sinfonía 'Pastoral' de Beethoven se desarrolló en parámetros de lenguaje más ajustados, brillante, compacta en su tendencia a la sobreexpresión. con un rendimiento muy profesional de la orquesta. Pero se hizo muy larga.
Lleno absoluto en el Auditorio, con gente joven y gran afluencia de turistas llegados del Sur en numerosas guaguas. Da gusto ver este paisaje humano, pero es aconsejable controlar los tiempos. Salir a las once de la noche de un concierto de repertorio iniciado a las ocho y media pide al menos un adelanto de media hora en la entrada.