En 1988 -ya ha llovido desde entonces- se redactó un concurso de ideas, a nivel nacional, para dar forma a un faro en Punta Aldea, en la costa occidental de Gran Canaria, justo donde se esconde -debajo del mar- la imaginaria Cola de Dragón que dibujan los riscos y acantilados que caen desde el Parque Natural de Tamabada sobre el Atlántico. A aquella licitación se presentaron de manera conjunta tres arquitectos catalanes, Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, recién licenciados de la Escuela de Arquitectura del Vallés y con un diseño bajo el brazo que hizo saltar la banca: un faro horizontal, un atrevido proyecto que fue elegido como el ganador del concurso, pero que nunca se llegó a ejecutar. Ahora, casi 30 años después de aquel proceso, el polvo que se acumuló sobre esa idea durante todo este tiempo se disipa de un soplido por los éxitos de sus creadores: los tres compañeros que fundaron RCRArquitectes, el estudio que el 1 de marzo fue galardonado con el premio Pritzker 2017 -lo más parecido al Nobel en la arquitectura-.

Ese trabajo incompleto en Gran Canaria marcó el camino de RCRArquitectes. "Cada proyecto responde a la especificidad del lugar, del cliente, del programa, y eso lo hace único", explicaba Ramón Vilalta en una entrevista para la revista Diagonal en 2011. "El faro de Punta Aldea", añadía, es "escenifica esta actitud proyectual". "Se trataba de un concurso nacional de faros marítimos. El resto de propuestas, más de trescientas, hicieron faros verticales con todas las variantes imaginables. En cambio, a nosotros, por las características propias del lugar y de la luz que debía emitir el faro, nos salió una línea horizontal".

Japón

Esa revolución conceptual, según admitía el propio Vilalta hace seis años, "planteó una situación bastante absurda pues el ministerio" que redactó las bases del concurso "se refería a los faros como 'torres verticales' y así titularon nuestra propuesta ganadora: 'faro vertical de punta Aldea', pese a ser un proyecto horizontal". "En ese proyecto", proseguía, "cambiamos la tipología tradicional de faro como torre vertical precisamente porque no afrontamos el proyecto con formas ni conceptos a priori".

El faro no se construyó, pero el eco que provocó la idea de RCRArquitectes recorrió mundo. "Un faro es una torre vertical, pero la visita al lugar nos sugirió una transgresión tipológica y lo planteamos horizontal, manteniendo la cota de la señal luminosa", relataba Vilalta en Neo2.es hace poco más de un año antes de agregar que "ganamos el concurso y su repercusión llegó a Japón, donde nos invitaron a participar en otro concurso en la isla de Saikaibashi". "Después de ganarlo", apuntaba el arquitecto catalán, "estuvimos trabajando un breve período allí, el cual nos llevó a descubrir toda la sensibilidad del mundo oriental".

El paso por Japón condicionó, tal vez, todo lo que vino después en el estudio de RCRArquitectes: transparencia, fluidez, vacío en el interior aunque las formas en el exterior puedan ser duras. "Nos sorprendió en gran manera los niveles de sensibilidad y la sofisticación del Japón tradicional, la belleza, la luz, las penumbras, los filtros, las complejas aproximaciones que se producen para llegar a los edificios? De esta experiencia impactante es difícil saber qué cualidades han enriquecido nuestra manera de proyectar, pero de bien seguro que han influido".

Proyectos

Aranda, Pigem y Vilalta crearon en 1988 el estudio RCR en Olot (Girona), su ciudad natal, y en su trabajo "buscan conexiones entre el exterior y el interior, lo que da como resultado una arquitectura emocional y experiencial", según recalcaba el fallo del jurado del Pritzker.

"Aranda, Pigem y Vilalta", señaló Pritzker, "han tenido un impacto en la disciplina más allá de su área inmediata. Sus trabajos abarcan tanto espacios públicos como privados, centros culturales o instituciones educativas y su habilidad para relacionar de forma intensa el medioambiente específico de cada lugar es un testimonio de su proceso y su profunda integridad".

Entre sus proyectos mas destacados figuran el centro de arte La Cuisine, en Nègrepelisse (Francia); el museo Soulages, en Rodez (Francia), el restaurante Les Cols, en Olot; la Bodega Bell-Lloc, en Palamós o la Biblioteca Sant Antoni-Joan Oliver, en Barcelona.