Este jueves por la tarde, un amigo periodista compartía en Facebook una noticia que me ha tocado la fibra sensible hasta el punto de incitarme a escribir estas líneas.

Dicha noticia, difundida por agencias de noticias y varios periódicos a nivel nacional, procede de un comunicado (me remito a la fuente original para evitar errores) que se titula: "Proyecto Gran Simio solicita a los organizadores del 17 Festival Internacional de Cine en Gran Canaria, que retiren las imágenes de bebes de grandes simios que están siendo utilizadas como reclamo para un evento que se supone es cultural".

Proyecto Gran Simio es una organización que, leemos en su página web, "NO pretende que se considere a chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos como HUMANOS, que NO son, si no como HOMÍNIDOS que SÍ son". Pues lo siento mucho, pero a mi entender su comunicado no es coherente con esa declaración de intenciones.

Les propongo una cosa: lean el comunicado completo, miren las imágenes de la supuesta polémica, e intenten sacar sus propias conclusiones. Yo, por mi parte, no puedo hacer otra cosa que compartir las mías a continuación, efectuando antes dos aclaraciones previas:

-Admito que tengo vínculos profesionales con el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria por mi labor como periodista, director de cortos y, este año, redactor de parte de las fichas de películas del catálogo.

-Si por un casual se demostrara que para elaborar estas imágenes promocionales del festival se hizo sufrir o se humilló de manera manifiesta a cualquier simio, retiraré gustoso todo lo escrito en este artículo.

Dicho queda. Veamos cuáles son los argumentos que emplea Proyecto Gran Simio en su denuncia pública, porque de eso se trata, de refutar argumentos, no de cuestionar la labor, seguramente loable, que desempeña esa organización.

Saltamos directamente al segundo párrafo. Ahí es donde se entra en el fondo del asunto:

"Proyecto Gran Simio entiende que no es ético ni responsable utilizar imágenes de bebes de grandes simios en eventos culturales como puede ser el cine ya que se debe tener conciencia de su situación al ser especies encuadradas en la máxima protección a nivel mundial y las fotografías dan a entender que los bebes han sido utilizados y ridiculizados en comportamientos que en nada tiene que ver con sus especies. Esta tergiversación ante la sociedad daña en esencia el respeto a los seres vivos y en especial al linaje de los grandes simios de los que compartimos junto con ellos un mismo ancestro común".

Partimos de la base de que la sociedad "debe tener conciencia" de la situación de estas especies animales amenazadas y que como son las más cercanas al ser humano se merecen un respeto especial. Concedido. Pero, ¿cómo puede deducirse de ahí el resto de esas afirmaciones? Me cuesta imaginarlo sin hacer una interpretación, digamos que desproporcionada, de lo que es el antropomorfismo (recordemos, según la RAE: "atribución de cualidades o rasgos humanos a un animal o a una cosa").

Ahora bien, lo que me causa más sorpresa es el siguiente párrafo: "Detrás de cada fotografía, independientemente si son reales con utilización de objetos humanos o por el contrario están manipuladas, hay una historia dramática, unos seres que se encuentran al borde de la extinción y que han sido separados de sus madres". Me gustaría empezar por ahí. ¿Cómo que "independientemente"? ¿Cómo va a dar lo mismo? Eso supone equiparar el hecho (obligar a un orangután de carne y hueso a mirar por una cámara y fotografiarle después, que según quién tampoco sería un tragedia) con una representación del hecho a través de un fotomontaje.

Llevando esa idea al absurdo, podríamos defender que es grave por igual matar a una persona y filmar un falso asesinato con actores en un filme de ficción. Cabe discutir hasta la saciedad si resulta edificante ver a Steven Seagal despachar a un criminal tras otro, pero lo inconcebible es que una imagen sea condenable por lo que representa, "independientemente" tanto de las condiciones en las que se tomó (o photoshopeó) como de su intención y del contexto en que se muestra al público. Lo último equivale a decir poco menos que los simios son intocables en cuanto que objeto de representación, y que cualquier uso de su imagen les supone a esos animales un daño directo.

Aquí creo que se detecta una confusión, confirmada cuando leemos a continuación que Proyecto Gran Simio pide "una ley de grandes simios en España para que los casos como el que nos ocupa de publicidad y utilización de imágenes como reclamo ridiculizando a los grandes simios se prohíba, así como que sea delito su maltrato, el tráfico y el tenerlos encerrados en espacios reducidos".

Explicaré después por qué las imágenes del festival no ridiculizan en absoluto a los simios, pero antes permitan que establezca una distinción muy clara entre el uso de imágenes de animales y el maltrato físico a los mismos. ¿Cómo podría decirlo con suficiente claridad? Son cuestiones que no tienen nada que ver. Ni más ni menos. Pasamos de la idea, que tiene un peso considerable, de que los animales son capaces de sufrir como nosotros y por eso mismo no debemos tratarlos a patadas, a plantear que los animales tienen derecho al honor y a la propia imagen. ¿En serio? La distinción que establezco es simple: un chimpancé experimenta dolor, pero, ¿es capaz de ofenderse? No digo ya de sentirse triste si lo apartan de sus compañeros por mucho tiempo por ejemplo, sino de ofenderse al ver un cartel de un festival de cine que le representa no a él, sino a un miembro cualquiera de su especie. Piénsenlo un poco. Es perfectamente compatible (debería serlo, vamos) dar unas condiciones de vida lo más dignas posibles a los grandes simios y representarlos de manera cómica o humanizada.

Pero si los ofendidos no son los animales (porque ellos no pueden ofenderse), ¿sobre quién recaería la hipotética ofensa? Supongo que sobre sus defensores. Hay que insistir: en principio no se sostiene que las imágenes del festival hayan hecho daño de manera real (digamos que de manera física) a simios determinados, y además que yo sepa no está prohibida en ninguna legislación del mundo la representación del concepto general de gran simio, ni debería estarlo por las razones que he dado antes. Como eso es así, y como las imágenes de marras tampoco muestran a los animales en actitudes que consideraríamos humillantes en un ser humano, cuesta encontrar aquí una ofensa indirecta, o del tipo que sea, con fuerza suficiente como para que las peticiones de Proyecto Gran Simio estén justificadas.

Quizá por eso el comunicado de la organización recurre al final a una voltereta que, me duele en el alma decirlo, me parece un golpe un poco bajo.

Uno supone que los autores del comunicado se mueven por el afán de hacer bien a los grandes simios que quieren proteger. Pero echen un vistazo a lo siguiente: "Si un niño observa unas fotografías donde se le enseña a un bonobo o a un orangután con una cámara. ¿Qué puede pensar? ¿Qué mensaje le estamos transmitiendo? ¿Qué son felices? ¿Qué es un comportamiento natural?". Ese es justo el tipo de argumento que han utilizado los partidarios de la censura en las artes desde tiempo inmemoriales, aquellos que clamaban: "¿Qué puede pensar un niño en cuyas manos caiga un volumen de D. H. Lawrence, Henry Miller, Nabokov? ¡Hay que proteger a la juventud! ¡Prohibamos esos libros!".

Y por otro lado, si ese es el problema, la guerra está ya más que perdida: antes que a estos simios, cualquier niño habrá visto a Mickey Mouse, Dumbo y la Pantera Rosa (y el orangután de El libro de la selva), y seguro que sabe distinguir entre dichas representaciones (me doy cuenta de que esa es una palabra clave en este asunto) y los animales reales. Sabe que una cosa son los personajes de dibujos animados de la tele y otra bien distinta los animales sobre los que aprende en la asignatura de Ciencias Naturales, o como quiera que se llame ahora. Por tanto, los simios de los carteles son el equivalente a dibujos animados, solo que -todo apunta a ello- logrados mediante técnicas de hiperrealismo fotográfico.

Por favor, el antropomorfismo tiene su lugar acotado y que dicta (aunque no me gusta apelar a ello por lo que tiene de engañoso, en este caso resulta inevitable) el sentido común. No queramos darle un mal uso. Porque acabaremos restringiendo libertades sin necesidad. Seamos justos con las verdaderas capacidades mentales que tiene un gran simio, por muy evolucionado que sea, pero también con las que atesora el ser humano, incluso un niño.

Y por cierto, el año pasado también había simios en las imágenes promocionales del festival y nadie puso el grito en el cielo.

Para terminar. Entiendo que, a estas alturas y a pesar de todo, habrá quien siga pensando que los carteles ridiculizan a los grandes simios. Vale. Pero lo que no se puede pretender bajo ningún concepto es que se trate de una "ridiculización" sin sentido, tal y como se expone en la última frase del comunicado. El sentido es obvio, o por lo menos a mí no tuvo que explicármelo nadie: es una alusión a los tres monos sabios, figuras que según me entero ahora tienen cientos de años de antigüedad y proceden de Japón. Hasta tan lejos se remonta el agravio, me temo. Y donde el año pasado había tres gorilas (uno que no veía, otro que no oía y un último que no hablaba, siguiendo la representación tradicional), ahora se nos presentan distintos simios que sí ejercitan esas facultades. Es un contraste a todas luces positivo. ¿O no?

PD. Por si quieren más explicaciones todavía: el simio que mira por la cámara se corresponde con el festival en sí, donde se exhiben películas; el que escucha, con el Monopol Music Festival, dedicado a documentales musicales y conciertos; y el que habla, con el "mercado de cine casi hecho" o Mecas, donde se exponen proyectos de películas para conseguir ayudas a las post-producción.

Y otra cosa. En la sección oficial del festival, la más importante, figura una película como Gorge Coeur Ventre, ambientada en un matadero y que según ha escrito la crítica ofrece "una honesta representación de la relación entre humanos y animales". Ahora dan muchas más ganas de verla.