Sus películas - El Día de la Bestia, La Comunidad o Crimen Ferpecto- no dejan indiferente. El director bilbaíno estrena este viernes su nueva cinta, El bar, una historia de gente corriente en una situación extrema. El bar de Amparo es como uno de los miles que forman parte de las estampas urbanas cotidianas. Con sus parroquianos apostados en la barra, la máquina tragaperras de fondo, los cafés con leche que se sirven en vaso y una carta con riñones al jerez y orejas de cerdo.

¿Cómo surge El bar ?

Estábamos una mañana Jorge [Guerricaechevarría, guionista asturiano habitual del director] y yo escribiendo Las brujas de Zugarramurdi y fuimos al bar El Palentino, donde solemos desayunar en el barrio de Malasaña. De repente, entró un indigente gritando en un idioma desconocido y pensamos "nos va a matar". Entonces, de detrás de la barra, salió Loli, la dueña, y le dio dos bofetadas, le sentó en un taburete, le dio un aguardiente y le dijo: "Que sea la última vez que vienes aquí gritando de esa manera". Todos nos quedamos de piedra al ver el poderío de la dueña; por un lado, por el cariño con el que lo trató y, por el otro, por la falta de miedo ante una situación extrema. Mientras, los demás estábamos casi debajo de la mesa. Nos preguntamos quién era esa mujer, quién era el otro hombre que estaba en las planchas haciendo sándwiches y que no se había inmutado y hasta quiénes éramos los cuatro maromos que estábamos en la barra. Pensé que parecía una situación teatral en la que pasa algo más.

La escena que acaba de describir es casi idéntica al arranque de la película. ¿Es la vida real sólo, que se le ha ido de las manos?

[Ríe] No, creo que es la vida real, que he intentado controlarla. La vida real es infinitamente más terrible que lo que se ve en la película. La vida real es esto mismo, pero sin nudo ni desenlace.

¿Y no teme crear pánico entre los parroquianos de los bares?

Como en Tiburón, que la gente ni iba a la playa [ríe]. Me gusta que el efecto detonante de una película no esté en Nueva York ni con personajes como Brad Pitt. Me encanta que las aventuras y desventuras de los personajes ocurran en un entorno que conozco.

¿Faltan más bares como el de Amparo?

Hay cosas que por su sabor histórico molaría conservar.

Fue con este bar al Festival de Berlín, ¿cree que llegó bien el concepto del bar español?

Todos los bares son iguales y todas las cosas son especiales y únicas. El éxito internacional de una película suele estar en que es muy local; cuanto más local, más refleja una verdad y así llega a ser universal.

Con esta cinta lleva a la gran pantalla las reacciones humanas ante situaciones extremas.

Mi intención es contar una historia desde un punto de vista naturalista, sin juicios, no hay nadie bueno ni malo. Todo el mundo forma parte de una especie de destino, no hay albedrío. En una situación desesperada todos somos libres en nuestro modo de actuar, pero estamos dominados por el espíritu de supervivencia.

Y el miedo es la llave de ese mecanismo de defensa.

Cualquiera que se haya visto en una situación dramática se da cuenta de que lo más importante es salir vivos. El resto de consideraciones morales pasa a segundo plano. La clave de la película está ahí: ¿hasta qué punto no podemos escapar de ese determinismo casi genético, darwiniano, de evolución, de mantenernos vivos como especie?

¿En qué género enmarcaría esta película?

Es una película naturalista en la que hay de todo. En la vida real en las situaciones más dramáticas es cuando más te apetece reírte. Así que, es una comedia; pero también es de terror, porque hay momentos en los que te preguntas qué esta pasando. Esta mezcla es la que a mí me parece fascinante y muy atractiva, tanto en una película como en la vida. El espectador está acostumbrado a los géneros, pero la sorpresa también le tiene que interesar. Esa sensación de "qué diferente es" es lo que me interesa. Ya hay mucha gente que trabaja la normalidad, a mí la normalidad me parece algo falso, algo inventado. Nadie es normal, todos tenemos cosas que nos separan de estereotipos. Vivir es eso, ver las cosas de un modo especial.

No sé si ha leído lo que escribe alguna enciclopedia digital de usted. Que tiene más de 85 actores fetiche...

[Ríe] Con tantos dejan de ser fetiche, ¿no? Lo que hay es mucho cariño y he repetido con muchos. Me gusta mucho el cine teatral, trabajar con una troupe de actores, los conoces y sabes qué pedirles. Mis películas son difíciles de rodar porque suelen ocurrir muchas cosas. Si conoces a la gente les exiges más; aunque esto no deja de ser algo egoísta.

¿La última película, para un director, siempre es la mejor?

Debería ser así. Ésta es de la que más orgulloso estoy porque reúne temas que me preocupan y creo que está mejor hilada que otras, pero diré lo mismo de la próxima.