En 2017 celebramos el centenario del nacimiento de Jack Kirby (Nueva York, 1917-California, 1994). La carrera de este autor comenzó en los años 30, y en 1940 crea al Capitán América. Tras la II Guerra Mundial dibujó cómics de toda índole, de historias románticas a tebeos de ciencia ficción. Y en 1961, con Stan Lee, creó Los Cuatro Fantásticos y sencillamente cambió la historia de los cómics. Con este grupo de superhéroes nacía el universo Marvel, en el que pronto deambularían nuevos iconos como Spiderman, Los Vengadores o los X Men, y muchas de estas series las dibujaría Kirby, quien supuso uno de los pilares gráficos de Marvel Cómics.

Hasta que llegaron las desavenencias con la editorial y con Stan Lee, el guionista. Y Kirby abandonó Marvel y se fue con su arte a DC Cómics, el editor de Batman y Superman, Flash y Wonder Woman, la directa rival de la casa de Iron Man. En DC entró con alfombra roja y todos los honores. Recibió carta blanca para sus proyectos, incluido el poder hacerse cargo también de los guiones e historias. Y mientras en Marvel se revolvían, giraban y contragiraban para evitar la decadencia con nuevos equipos autorales para las series que dejaba huérfanas "el rey" (apodo del dibujante acuñado por Stan Lee), Jack Kirby volvía a hacer historia.

El Cuarto Mundo (editado ahora por ECC el primer volumen de cuatro) es el proyecto que la imaginación mayúscula del dibujante había proyectado para DC. Se trataba de un grupo de colecciones a través de las cuales crear un cohesionado universo plagado de dioses pop y avernos tecnológicos en galaxias muy, muy lejanas. Este nuevo panteón nació en 1970 y se desarrolló en cuatro cabeceras: Jimmy Olsen, el amigo de Superman, Los Nuevos Dioses, Los Jóvenes Eternos y Mr. Milagro. Todas escritas y dibujadas por Kirby y entintadas por Vince Colletta, que ahora se publica con un color restaurado y muy cuidado.

¿Y qué narra El Cuarto Mundo? Ante todo hay que entender que supone una sinfonía de colecciones entrelazadas, un fresco panorámico, antes que un relato de sólida armazón. En este espacio Kirby presenta un universo vasto en el que existen dioses y semidioses, y también fuerzas del mal (el temible Darkseid, señor de un mundo agónico y tortuoso, Apokolips). El resultado es un cómic de muchos cómics, wagneriano. Un desplie- gue técnico apabullante de la mano de uno de los más grandes creadores que ha tenido el mundo del cómic: sus páginas impregnadas de fuerza y expresividad pasan de una diagramación eficaz a grandes imágenes explosivas, collages fotográficos, arquitecturas imposibles y vasteda- des inenarrables como el mundo roto, tecnificado e ígneo de Darkseid. En este lienzo mayestático la figura de Superman se antoja casi un pequeño títere en medio de una batalla olímpica.

Esta era la fuerza de Kirby. La narración puede perder el norte, los diálogos excesivos nos resultan en ocasiones arcaicos, las historias son extravagantes y derivativas... Pero por encima de todo ello sobrevuela tal talento para crear cosmogonías entre el misticismo y la psicodelia, entre William Blake y Syd Barret (líder de los primeros Pink Floyd), que aseguran una lectura sencillamente incomparable.