Exprime la vida entre su despacho de la Casa de Colón y el del Seminario Agustín Millares Carlo de la Universidad de Educación a Distancia (UNED). El historiador Antonio Béthencourt Massieu, a sus 91 años, con el apellido de conquistador normando, enfila todas las mañanas Triana para cruzar el Guiniguada y llegar a su despacho de director del Anuario de Estudios Atlánticos. Y por la tarde otro tanto de lo mismo, aunque hacia la calle Luis Doreste Silva, a su base de datos bibliográfica sobre Canarias y el Atlántico (casi 600.000 entradas el martes 13 de abril).

Maestro de historiadores, representa la introducción del atlantismo en la historiografía de Canarias de la mano de Antonio Rumeu de Armas. Él y Francisco Morales Padrón son sus herederos.

Pero no todo ha sido muelle: en el año 76 del siglo pasado estaba en la Universidad de La Laguna y se tragó como rector el disgusto del oscuro asesinato del estudiante Javier Fernández Quesada.

Fue su experiencia más amarga de la agonía a tiros del franquismo.

El puesto también le sirvió para conocer muy de cerca el pleito universitario, del que, asegura, salió como damnificado. Béthencourt, el historiador más influyente de Canarias (él lo niega), desgrana hoy y mañana episodios y relaciones de su larga y aprovechada vida.

Rumeu de Armas

"Una de las grandes ideas que tuvo Antonio Rumeu, que tuvo varias, es hacer del Anuario de Estudios Atlánticos [el primer número salió en 1955] una especie de puerta intelectual para América. ¿Por qué? Al hacer el libro Piratería y ataques contra las Islas Canarias (1947) percibió que Canarias, en solitario, no tenía sentido. Canarias, pensó él, se explica porque está en un sitio de paso, y no sólo en lo referente a los ataques, sino en todos los aspectos. Es un producto de las relaciones mundiales a través del Atlántico, y por tanto esa puerta cultural debía ser una revista y entonces la bautiza como Anuario de Estudios Atlánticos. Que no es solamente la Historia, la Literatura, las Ciencias Humanas, en general, sino también las Ciencias de la Naturaleza".

El maestro

"Claro, Rumeu de Armas llegó a una edad... Él era amigo mío. Lo conocí en un barco, durante uno de mis primeros viajes a la Península como estudiante. Yo iba en una butaca leyendo un libro que había hecho sobre Historia de Canarias Agustín Millares Carlo. Entonces va y me dice: 'Jovencito, ¿usted qué está leyendo?'.

'Bueno, estoy leyendo esto y tal'. 'Ah, le gusta la Historia'.

'Sí, es lo que estudio en Madrid'. A partir de ahí tuvimos una larga amistad. Él presidió el tribunal donde me hicieron catedrático.

Después me incorporó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ya en Valladolid. Gracias a él desarrollé el artículo del comercio de Canarias con el vino, publicado en el número 2 del Anuario, que después se convertiría en un libro [Canarias e Inglaterra: el comercio de vinos, 1650-1800 (1955)]. Cuando llega a una edad me llama a Madrid y me propone la codirección de la revista. Me dijo que empezaba a estar cansado, pero que no le gustaría dejar la dirección. Me nombra codirector del Anuario, una etapa que dura seis años hasta su muerte. Bueno, ahora todo esto es un trabajo que se ha complicado mucho. No sólo se trata de recibir unos artículos, sino de mucho más: correcciones, expertos, y estar metido íntegramente en redes como Latindex y Redia".

Revulsivo

"Cuando yo llegué a La Laguna había una Historia de Canarias que empezaba a pasar de moda. Era una Historia que se basaba en los documentos, en su reproducción y en los comentarios correspondientes. Pero naturalmente había otra Historia, y en aquel momento estaba de moda la Historia de Anales, que era tratar de dejar la política y ocuparse más de la economía. ¿Mediante qué? Mediante un sistema propio de los economistas, de muchos grabados, diagramas... Estudiar la historia cuantitativa para sacar por derivación lo cualitativo. Bueno, también esto se ha superado y lo que está de actualidad es la Historia Comparada.

Yo me encontré en La Laguna con gente muy buena como Elías Serra Ràfols o Alejandro de Cioranescu, a los que introduje en la Historia Cuantitativa. Manolo Lobo, por ejemplo, trabajó la esclavitud...

Salieron una docena de tesis doctorales, casi todas con el Premio Viera y Clavijo. Todo aquello fue un revulsivo, y entre todos a los que dirigí sus tesis apareció un muchacho del sur de Gran Canaria que era maestro, y que se llama Antonio Macías.

Me hace la mejor de todas. Consiste en cómo funciona la economía de Canarias, y como consecuencia de ello la sociedad, su influencia sobre la política. Actualmente es catedrático de Historia de la Economía en La Laguna. Naturalmente, se le ha dado la vuelta a la Historia de Canarias, ya no se parece nada a la anterior.

Se están viendo muchas cosas y se corrigen otras".

El Cabildo

"Yo no creo que Matías Vega Guerra sea un personaje de difícil encaje. Cuando toma posesión como presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria se encuentra con una mala situación económica y da un discurso diciendo que el problema es difícil, y que lo que hay que hacer es administración y más administración. Termina el discurso y afirma con los vivas reglamentarios de fondo: 'el Cabildo saldrá adelante'. Entonces, resulta que tiene un coche cascajo y lo cambia por uno bueno. Otra de sus cosas es que se alquila una habitación de la suite del hotel Palace de Madrid para poder convocar amigos, tomar una copa y sacarles asuntos de importancia. Y entonces sale el letrero que dice: 'Coche de medio millón a Madrid cada 15 días, si esto es administración, vete a la mierda Matías'. Su sistema era tener el coche bien para conseguir prestigio, y también tener un sitio en Madrid al que poder llegar, hablar con gente relevante y sacarle cosas. Fue la mejor inversión que hizo el Cabildo. No era un cacique.

El caciquismo es una cosa anterior, él no tiene las tierras para ejercer de tal. El cacique es otra cosa: él lo que hace es tener buenas relaciones hacia arriba, algo que le facilitan sus empresas, y la prueba es que fue gobernador civil en Barcelona y embajador en Venezuela. Está en un nivel muy alto, pero no es a base de que le voten, porque el cacique es ése, el que logra que le vote la gente. Con el sistema franquista no hay caciques porque nadie te vota, sino te eligen de arriba. Los grandes caciques de aquí, como fue el conde de la Vega Grande, tenían muchas fincas y mucha gente dependiendo de él. Matías Vega tenía dotes, mucha convicción, mucha imaginación y era un gran trabajador... Y también entendía la Isla, algo que casi no entiende ningún político ahora mismo".

Casa en El Escorial

"Pues uno se llama como se llama. Eso no se elige, aparece. El Béthencourt mío no procede directamente de Jean de Béthencourt, sino del sobrino. Es un apellido de Lanzarote.

Mi padre se muere relativamente joven. aunque ya tenía ocho hijos.

Coge una tuberculosis y hay que llevarlo a un sanatorio de Guadarrama, en Madrid. Nosotros nos quedamos a vivir en El Escorial con mi hermana Rosario, de 17 años, hasta que nuestro padre se muere.

Los mayores están en edad de estudiar en la universidad. De hecho, dos de mis hermanos ya cursan ingeniería. Con la llegada de la II República mi madre se empieza a asustar y volvemos a Gran Canaria. Nos trae a todos, y yo empiezo a estudiar en el colegio Viera y Clavijo".

Una infancia dura

"Yo era un niño demasiado delicado. ¿Por qué? En unos juegos con una muchacha de la casa tuve una mala caída y me partí dos vértebras en el borde de una escalera. Claro, estuve tres años con la mitad del cuerpo escayolado. La situación me obliga a estar tranquilo, muy quieto, y sobre todo a pensar.

Voy a ser un niño que no puede jugar como los demás, pero después, ya en El Escorial, mi madre me lleva a un especialista que me pone un aparato, y que me dice que empiece a bajar un hombro y después otro. En el colegio El Pilar de Madrid hago el ingreso y el primer año de Bachillerato. Claro, pero muy acomplejado.

Aquí, en Las Palmas de Gran Canaria, encajé mejor, tuve muchos amigos e hice el Bachillerato bastante bien. Don Pedro Cullen era un gran profesor, también Rosalía Hernández en Física y Química.

Yo tiré por la Historia".

Cabo de los torpes

"Me fui a La Laguna para hacer un examen y entrar en la Universidad. Yo estaba movilizado y me encontraba en el Cuartel de La Isleta, donde me habían nombrado cabo de los torpes: allí me decían: vuelta a la derecha, y yo tiraba para la izquierda. En fin, pero me encontré un médico que me dijo: 'Pero hombre, tú tienes un problema en las vértebras, y por tanto no tienes que ir a la guerra, pues todo lo más que te pueden declarar es útil para servicios auxiliares'. Me hizo un escrito, y fui después a los reconocimientos y luego al antiguo Hospital Militar, donde está ahora el Rectorado. Me llamaban de vez en cuando para hacerme una revisión. En la última que tuve para la declaración de utilidad para servicios auxiliares, me pasó una anécdota muy graciosa: me dijeron: 'Quítese la camisa', y entonces aquí detrás, en la espalda, tenía una cicatriz.

Y es que cuando estaba metido en el cajón, porque no tenía cama, sino un cajón con dos tubos con dos sacos llenos de arena alargados, uno por un lado y otro por otro... Entonces, uno de los entretenimientos que tenía era sacar los granos de una piña y los metía ahí, en los sacos. Yo tenía que estar recto mientras dormía para que las vértebras soldaran perfectamente. Total, que el teniente coronel va y me dice: '¿A usted quién le ha pegado este tiro?' 'Mire, no se lo cuento porque no se lo va a creer'. Y claro, les digo que uno de los granos se me metió ahí, en la paletilla, alojado en el cuerpo, y de repente una peste del demonio. Todos decían: ¿por qué olerá mal este niño? El millo había brotado y ya estaba grande. No se lo querían creer. Me libré de ir a la guerra".

LA FAMILIA ROCHA

"Del Escorial tengo buenos recuerdos. Me lancé a caminar, a hacer mucho ejercicio, a aprender a leer y a escribir.

Estaba uno satisfecho con los ocho hermanos, y recuerdo también cosas de la Primera Comunión. De ir a misa de once a El Escorial allí había un colegio de carabineros que tocaba la Marcha Real.

Me acuerdo de la República en Madrid. Mi familia tenía rentas, sino de qué... Mi abuela materna era una Rocha y los Rocha era la familia que tenía más dinero después del conde de la Vega Grande. Lo que pasa es que era una familia inmensa, empezaron a dividirse y ya no queda nada de nada".

La pensión

"En el primer año de la Guerra Civil estaba en el colegio, en el sexto de Bachillerato, y después me matriculé y hice un curso en la Escuela de Comercio que había enfrente de la casa de mi madre, en la calle Castillo. Claro, y a esperar a que terminase la guerra mientras hacía el Servicio Auxiliar en el cuartel de San Francisco. Después me marché a La Laguna y por la noche, cuando estaba ya dando la vuelta a La Isleta, cuando me iba a acostar, va el correíllo y se para. Claro, uno es muy curioso y sube arriba y se encuentra con un submarino al lado. Era inglés... La Guerra Mundial ya había sido declarada, y vi cómo se llevaban a un alemán con unas máquinas de fotografía.

Debía estar haciendo espionaje por aquí. Al final no me examine y me marché a Madrid. Llego en 1939. No hicimos el ejercicio porque a los movilizados se les daba el pase directamente. Vivía en Villanueva 5, cerca del Museo Arqueológico, y la Universidad estaba en San Bernardo. El tipo de vida era mala, aunque uno se defendía: en una pensión con dos platos y fruta, y a veces tres, con lavado de ropa y planchado, y teléfono para llamadas a Madrid, pues pagaba 10,25 céntimos. El tema político era un poco raro, estaba el grupo del SEU, pero no nos preocupábamos ni se presumía de nada de tendencias. No hubo nada de política durante los cuatro primeros años. después empezaron las preocupaciones.

Cuando terminé la carrera me volqué en la elaboración de la tesis doctoral. Me fue muy bien, me dieron el premio extraordinario, y me costó siete años, pero tenía 1. 799 páginas. Me pase un año y medio en Simancas para trabajar en el Archivo. Tenía casi 2.000 legajos fichados".

Pleito

"Los años de La Laguna fueron muy provechosos para mí, aunque más los de Valladolid, donde fui profesor titular. Allí fui feliz porque era una vida agradable. Se trabajaba mucho.

Teníamos una biblioteca sensacional. Buena comida y buen trato.

En La Laguna trabajé como un negro. En el primer curso daba cuatro asignaturas y me tenía que quedar hasta las mil y monas con la preparación de las lecciones. Después me hicieron director de Instituto de Ciencias de la Educación (ICE). Aquello estuvo bien porque nos llevaron a París. Me acuerdo de una comida en el ministerio de Exteriores en platos de Sèvres del siglo XVII. Bueno, ya en el Rectorado las cosas no terminaron muy bien porque decían que yo quería proteger a Las Palmas. Claro, naturalmente que quería, pero hablar de esto nos daría para una hora y más. Hombre, yo hice mucho, pero también me deshicieron mucho de lo que hice, porque aquí, a pesar de lo que apoyé a esta Universidad, fueron muy desagradecidos conmigo".