AYOZE GARCÍA

La canción que se escucha al final del documental 'Maresía', de Dani Milán (no hay que confundirlo con la no tan lejana película de ficción de Eduardo Martinón del mismo título), habla de buscar imposibles, un concepto que de alguna manera sirve de nexo entre los cinco largometrajes que compiten en la sección Canarias Cinema. La búsqueda de imposibles, y los imposibles viajes de regreso a lugares, tradiciones y realidades que ya no existen, o cuya esencia el paso del tiempo ha puesto en peligro.

Se encargó de abrir las proyecciones el viernes a las 10.00 horas (con una segunda sesión por la tarde) 'The Vanished Dream', de Juan Sebastián Betancor. El sueño desvanecido en cuestión es el de los muchos voluntarios europeos que vivieron en los años setenta en Guinea Bissau tras su independencia, y trabajaron allí codo con codo con la población local. Mucho tiempo después, conservan de aquella experiencia la nostalgia por la malograda posibilidad de una utopía postcolonial, que choca con la dura realidad que ha acabado imponiéndose en el país africano.

Los aspectos formales de 'The Vanished Dream' -fotografía, montaje, etc.- tienen un carácter meramente funcional. El interés se fía entonces a los testimonios de los entrevistados y al material de archivo que en muchos casos ellos mismos cedieron para el documental. A través de dichos materiales se nos ofrece una visión europea sobre los problemas de (una parte de) África, sí, pero no resulta todo tan sencillo.

El reencuentro con el pasado es hasta cierto punto posible: una familia de los Países Bajos, con dos hijas ahora adultas que nacieron en Guinea Bissau, vuelve a la zona de Catió y la halla empobrecida, pero la mayoría de sus viejos amigos sobreviven y se alegran de verles. Sin embargo, en la escena más potente de la película (y a la que quizá se le hubiera podido sacar más jugo todavía) un arquitecto serbio y su ex-esposa diplomática se enfrentan, solos en una sala de cine, con imágenes actuales que muestran el ruinoso estado de los edificios que ayudaron a construir décadas atrás. El séptimo arte se erige aquí como la voz incómoda que desbarata la permanencia de nuestros logros de un manotazo y expende el certificado de defunción de las ensoñaciones. De eso hablan Betancor y su guionista, Víctor Giner, sin por ello negar que la verdadera tragedia en Guinea Bissau la vivió la población local, que no tuvo otro país al que regresar una vez las cosas empezaron a ponerse feas.

Por su parte, Dani Millán, un joven cineasta canario que vive en Barcelona, recoge en 'Maresía' (que también pudo verse el viernes) un viaje de regreso al Archipiélago para conocerlo mejor. Y de manera exhaustiva: durante cuarenta días, no solo recorre en caravana las siete islas de este a oeste, también La Graciosa, Isla de Lobos y Alegranza. En cada lugar conversará con personas cercanas a las tradiciones y al medio natural (de hecho, nunca pisa las ciudades): artesanos, ganaderos, un experto en silbo gomero, etc.

El resultado es agradable, pero a la hora de la verdad, clasifico 'Maresía' entre esos documentales sobre una experiencia más valiosa para quien la vive que para el espectador. Y a lo largo de 96 minutos, se vuelve un pelín repetitivo y plano. Quizá ganaría enteros si Millán hubiera profundizado en algún aspecto concreto sin renunciar a la estructura de recorrido archipielágico, centrándose, por ejemplo, en las particularidades de las tradiciones artesanas de cada isla. Pero no hay que juzgar una película por lo que a uno le gustaría que fuera, y en todo caso, como potencial antídoto de rencillas y pleitos insulares sus intenciones me parecen loables.

('La forma del mundo')

El sábado en la primera sesión de la mañana le llegó el turno a 'La forma del mundo', de David Delgado San Ginés. Como director de fotografía (su especialidad), productor y/o director, su nombre ha figurado en bastantes cortos y largos seleccionados en la sección canaria de anteriores ediciones del festival, y me consta que llevaba preparando desde hace años este proyecto. No es de extrañar, teniendo en cuenta que se trata de uno de los títulos más ambiciosos de su filmografía.

El evocador arranque de 'La forma del mundo' muestra representaciones pictóricas de almas recluidas en el purgatorio. Hacia ellas se dirigen los cánticos de los tradicionales ranchos de ánimas, en este caso el de los Cantadores de Arbejales, en Teror, a cuyos integrantes vamos a tener la ocasión de conocer, tanto en reuniones como en colectas puerta por puerta en busca de dinero para sufragar misas en honor a los difuntos. Uno de ellos explica con acierto que la tradición, al margen de la imagen que cada uno tenga del más allá, consiste ante todo en recordar a los que ya no están. Y del mismo modo, existe una fascinación hipnótica en los ranchos de ánimas tal y como se muestran en esta película, con ese ritmo y esa melodía que permanecen siempre, siempre, inalterables.

Entre los aspectos positivos de la película hay que mencionar el cuidado de la fotografía, allí donde las posibilidades técnicas lo permitían, y el uso de la sobria música del compositor estadounidense Alvin Lucier. Eso sí, las escenas con actores que reproducen episodios de la vida de Isidro Labrador lastran el conjunto y no me parecen en absoluto necesarias, por mucha vinculación que ese santo tenga con el municipio de Teror y con el repertorio de los Cantadores.

Estábamos ya a mediodía del domingo. Hacía falta un soplo de frescura, y esa es la marca de la casa de David Sainz, conocido por sus webseries 'Malviviendo' y 'Entertainment'. Después del estreno en Andalucía, donde se rodó, presenta en Las Palmas de Gran Canaria su segundo largometraje, 'Fogueo'. Se trata de la historia del dueño de un videoclub con aspiraciones de director de cine, y de su primo, que planea robar un cargamento de marihuana.

Aquí el anhelo de regreso es al estilo del Tarantino de los noventa y a sus continuos guiños cinéfilos. En mi humilde opinión, esa es una vía agotada, o casi. Tampoco me apasiona por lo general el sentido del humor que exhibe 'Fogueo', pero admito que tiene tres o cuatro momentos sumamente graciosos (y sí, el corto amateur que parodia el cine bélico es uno de ellos). Y aplaudo su mensaje de que si uno tiene ganas de hacer una película debe arriesgarse, con o sin medios económicos.

No voy a caer en la trampa de criticar que se hagan chistes sobre lo aburrido que puede resultar el cine de autor, porque algo de verdad hay en ello. Habría que aclarar, eso sí, que una cosa es hacer cine sin dinero y otra bien distinta pretender, como el personaje protagonista de 'Fogueo' (de cine dentro del cine va la cosa), rodar en esas condiciones una película de acción al uso, con disparos y peleas. David Sainz es consciente de ello y como él mismo no cuenta con un presupuesto multimillonario, emplea técnicas propias de un Aki Kaurismäki al evitar mostrar, dejándolas fuera de campo, ciertas acciones como una paliza o una persecución de coches. Para que luego digan que la distancia entre cine palomitero y de autor es insalvable.

Ya solo falta esperar hasta mañana domingo para ver el quinto largometraje de Canarias Cinema: 'Julie', dirigido por Alba González de Molina y protagonizado por Marine Discazeaux. No obstante, esta película se puso ya en Multicines Monopol hace unos meses, y aunque no la tenga fresca en la memoria, puedo confirmar que el premio a la Mejor Ópera Prima que recibió en Malaga está justificado.

Al igual que ocurre con el resto de largometrajes de Canarias Cinema de este año, con la excepción de 'Fogueo', en 'Julie' se percibe el ansia de dar la espalda a las grandes ciudades y recuperar un modo de vida más comunitario y cercano a la Naturaleza. Y puede que más tarde descubramos que ese regreso no es la panacea. Al personaje de Julie, al menos, no le basta con recluirse en una ecoaldea, y en ese entorno que se supone favorece el autoconocimiento seguirá siendo en gran medida una figura misteriosa, incluso para sí misma. Como bien dice una amiga mía, Julie recibe todo lo que se le da, y solo se sacude esa pasividad con una última decisión que ni es fácil, ni descifra el enigma del todo. Pero así es la vida.