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17º Festival de Cine | Linterna Mágica

Icono de la modernidad

Icono de la modernidad

La aparición en el mercado asiático de una nueva hornada de directores hongkoneses durante la década de los años noventa del pasado siglo, pilotada por el eminente Wong Kar-wai, supuso un verdadero revulsivo a la hora de consumar el cambio de línea editorial, invariablemente estereotipada y comercial, que abanderaban hasta entonces y con la abierta complacencia del gran público, tipos como John Woo o Jackie Chan, reciclados por Hollywood, años más tarde, para que siguieran haciendo lo que habían hecho durante décadas en los grandes estudios de su Hong Kong natal: fabricar action movies a tutiplén, y sin otro propósito que ocupar los puestos más ventajosos en el box office internacional con sus costosas producciones y su peculiarísimo y muy cotizado star system, del que el propio Chan, en su calidad de actor, se convertirá en su máximo adalid.

La irrupción como cineasta de Kar-wai con As Tears Go By (1988), Days of Being Wild (1991) y Ashes of Time (1994), sus tres primeros largometrajes, antes de la apoteósica acogida que recibiría en el festival de Cannes con Chungking Express, puso ya de relieve un cierto tono provocador que te invitaba a contemplar su cine de otra manera, desde una óptica, llamémosle así, más participativa, buscando continuamente la complicidad del espectador. Propone, en resumidas cuentas, una forma alternativa de ver y sentir el cine, lo que equivale en la práctica a ver y sentir la propia vida, la emoción de una pérdida, de un sentimiento violado por un acto de traición, la evaporación de un sueño irrealizable. Ése es, por consiguiente, el verdadero reto que hubo de afrontar el autor de Deseando amar ( In the Mood for Love, 2000) cuando decide llevar a la pantalla un viejo guión suyo sobre dos historias de amor de melancólica y romántica textura en medio de una atmósfera abigarrada en la que las lágrimas se confunden con la lluvia y el sexo se convierte en la expresión máxima de una tensión emocional irresoluble.

Chungking Express muestra, a través de una impresionante paleta de colores, un caudal incesante de imágenes que se alojan en nuestra retina con una contundencia y una armonía extraordinarias, dejándonos la sensación de haber asistido a un espectáculo absolutamente contagiado por la fuerza irrefrenable de los sentidos y por la prodigiosa capacidad de Kar-wai para concebir una insólita, vibrante e hipnótica imaginería. Todo un arsenal de efectos visuales que hunde sus raíces tanto en la propia iconosfera del thriller tradicional como en las febriles convulsiones visuales del videoclip. Se trata, en cualquier caso, de una auténtica bacanal de cine de alto voltaje que en su día, hace ya la friolera de veintitrés años, despejó todas las dudas acerca del poderío visual de un cineasta realmente inclasificable.

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