El debut del cineasta Gabe Klinger en el largometraje de ficción, Porto, es una de las apuestas de Panorama, esa sección paralela que brinda un repaso a los últimos trabajos de autores independientes del mapa internacional y que imprimen una mirada marcadamente personal y libre a su universo cinematográfico.

Porto es casi la ópera prima de su director, que además integra el jurado oficial de largometrajes de esta edición, y que también atesora el documental Double play: James Benning and Richard Linklater (2013).

La trama de Porto, que cuenta con el gran Jim Jarsmush en la producción, narra el romance fugaz entre Jake (Anton Yelchin), un estadounidense afincado en Portugal, y Mati (Lucie Lucas), una estudiante francesa algo mayor que él, cuyos caminos se trenzan en el hermoso y melancólico Oporto.

La narración de los encuentros que comparten los amantes quiebra el relato lineal del tiempo e intercala las perspectivas subjetivas de ambos personajes, con saltos al pasado sin el otro, al futuro en que se recuerdan, y al presente pasional que compartieron.

Aunque Oporto se configura como un tercer personaje dentro de la historia, la cámara se centra en los rostros, diálogos y silencios de sus protagonistas. Esta mirada pone de manifiesto las claras reminiscencias de Antes del amanecer, primera cinta de la memorable trilogía de Richard Linklater, aunque la fragmentación del relato, unida al erotismo, conflictos y drama de sus personajes, la acerca a cintas más posmodernas como Love, de Gaspar Noé, pero con menos voltaje sexual.

Uno de sus aciertos es que su rodaje en Súper 8, 16 mm y 35 mm le confiere ese barniz cinematográfico, cálido y atemporal, y que, en palabras de su director, evoca "las texturas de un cuadro de Caravaggio" en la ciudad portuguesa. Y con estos mimbres, esta película minimalista (de)construye un relato romántico teñido de melancolía, como un blue valentine que bebe de muchísimas influencias manifiestas de su autor, como Manoel de Oliveira o Alain Renais, y que confluyen en una carta de amor al amor, a Oporto y al propio cine.

Cabe señalar, además, que se trata de la última película de su actor protagonista, fallecido en un accidente de tráfico a los 27 años, y a quien Klinger dedica la película en sus créditos.