Félicité se abre paso en el azar y la violencia de las calles de Kinsasa, capital congoleña, con la firmeza de quien entiende que la suerte nunca llama a la puerta. A veces, incluso, te arrolla al salir de casa. Félicité, el cuarto largometraje del franco-senegalés Alain Gomis, ganador del Gran Premio del Jurado de la Berlinale, toma el nombre de su protagonista, mujer y madre soltera, tenaz y resuelta que trabaja como cantante en un bar nocturno de Kinsasa, a la que da vida Véronique Tshanda Beya en su gran debut como actriz. La vida de Félicité salta por los aires cuando su hijo de 14 años, Samo (Gaetan Claudia), sufre un grave accidente de moto y debe obtener a contrarreloj un millón de francos congoleños para sufragar una operación que le salve la pierna.

"Félicité refleja a la mujeres de Kinsasa, que son mujeres fuertes, luchadoras e independientes", declaró ayer la actriz durante la presentación de la película -una coproducción entre Francia, Alemania, Bélgica, Líbano, Senegal- que concurre en la Sección Oficial del certamen capitalino. "Las míseras condiciones sociales y económicas de Kinsasa son una de las razones por las que las mujeres en el Congo son el alma de la familia, porque luchan por salir adelante".

Este drama de lucha y superación que ha cautivado al público y a la crítica especializada a su paso por salas y festivales internacionales ha abierto la primera puerta de su protagonista al mundo del cine. "Alain Gomis visitó Kinsasa para buscar a la actriz principal y accedí al casting por recomendación de una amiga. Tuve que hacer la prueba siete veces, porque el papel era muy difícil: sólo el director sabía lo que estaba buscando", revela Tshanda. "Después de tres meses, me llamaron para volver a hacer la prueba y, de 40 candidatas, se quedaron conmigo. Ya no imaginaba que fuera a suceder, pero yo quería hacer esta película", confiesa.

En realidad, la actriz se desempeña como comercial, aunque manifiesta que "mi talento lo despertó esta película". "Ahora siento que soy actriz", declara. Sin embargo, la construcción del personaje de Félicité requirió "mucho trabajo y esfuerzo". "El guión me pareció muy fuerte, pero muy interesante. No fue fácil. Me pasé noches enteras trabajando con el texto y me esforcé en darlo todo por este personaje para que saliera perfecto", revela.

Además, Félicité es también un retrato de la realidad demoledora de la República Democrática del Congo, sumida en una crisis política, económica y social ante la pasividad institucional e internacional. La deficiencia de sus servicios sanitarios, la violencia en las calles y la desesperación de sus habitantes son el telón de fondo en el que se desenvuelve la historia de Félicité.

"La película es un reflejo de la vida real de Kinsasa y quiere ser un retrato del día a día la gente común", afirma la actriz. "La sanidad es un gran problema, no hay ninguna ayuda institucional y, si no tienes dinero, no tienes posibilidades de salir adelante. En Kinsasa, si no tienes dinero, no puedes cumplir tus sueños".

Además, la actriz avanzó que la película se proyectará próximamente en Kinsasa, donde se filmó.

Con todo, el espectro emocional que recorre con magistralidad la actriz congoleña en la piel de Félicité se manifiesta a través de su música en el pub donde trabaja cada noche. "La música es lo que transmite el mensaje", señala la actriz "es una pena que el idioma no se entienda, porque la música funciona como un personaje más que acompaña la película".

Estas canciones en la voz rota y de Félicité desvelan "el momento en el que da a entender sutilmente que necesita ayuda y, después la sensación de que quiere morirse cuando su hijo está en el hospital". "Y luego hay una evolución en la música, en la que dice que merece la pena vivir. Que, pesar de todo, la vida vale la pena", concluye.