Gorge Coeur Ventre es el título original en francés de Still Life, ópera prima de Maud Alpi, pero que en su traducción literal significa Garganta corazón vientre. Probablemente, la intención de su cineasta fuera estremecer estas tres partes del cuerpo al mismo tiempo.

Este documental, que concurre en la Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Las Palmas, es un retrato de las crueldad que sufren los animales y sus terribles condiciones en el matadero. En este sentido, la película funciona como el himno Meat is murder de Los Smith, pero sin la voz magnética de Morrissey.

Para articular su propuesta, Alpi se apoya en un punk sin nombre, que interpreta el actor no profesional Virgile Hanrot, pero el protagonismo se corresponde, en realidad, con su perro Boston.

La cámara se sitúa a la altura de sus ojos, que asiste impávido -como el espectador- al espectáculo macabro que se sucede día tras día al amanecer en el matadero, donde se desempeña el primero, en el turno de noche. Ambos, perro y amo, comparten su rutina diaria, del matadero al hogar, y con frecuencia, el primero se muestra más expresivo que el segundo.

Muchos silencios, tonalidades en penumbra y los ecos del dolor son las líneas esenciales de este documental que retrata la crudeza y la matanza, por un lado, y la dependencia y la compañía, por el otro, que se establece en esa relación eternamente desigual entre seres humanos y animales. "Ningún animal puede salir vivo de aquí", le espeta el punk al perro, en una especie de justificación moral.

Y esta es grosso modo la situación, nada recomendable para espectadores vegetarianos o veganos, porque ni siquiera los acordes del Show Me The Place, de Leonard Cohen, al final de la película, disipan esa pesada y neblinosa oscuridad del matadero.