Hoy se celebra el Día Internacional del Jazz, una música que anda ya en la peliaguda edad del centenario. ¿No estaremos sin saberlo celebrando a un muerto, a una momia que luce viva pero está ya desprovista de hálito vital? El caso es que el jazz no está hoy ausente. Bien al contrario, ha logrado aposentarse hasta en los conservatorios y las más estilizadas salas de conciertos, pero eso es más sintomático de cierta vocación retrospectiva que del renovarse de ideas. En todo caso, ¿qué pinta en nuestro ecosistema tecnológico y maquinístico un estilo que halla en el latido de la improvisación su principal rasgo de personalidad? Músicos y promotores de las Islas le toman la conflictiva temperatura al presente de una de las expresiones musicales más poderosas emergidas durante el siglo pasado.

El pianista tinerfeño Polo Ortí, uno de los intérpretes canarios de jazz con mayor proyección internacional y profesor en Berklee, comienza reconociendo que "estamos en una época en la que es difícil encontrar música en directo", algo que milita contra la naturaleza misma de este estilo. "Tenemos hoy un punto muy materialista, pero son ciclos, que siempre han existido, después vendrá otro renovador", añade.

Más allá de este ambiente más o menos hostil, Ortí señala que "los músicos siempre están batallando, evolucionando, cuando más difícil se pone, más fuertes nos hacemos para seguir teniendo ese espíritu con el que empezamos".

El pianista, en contacto con las nuevas generaciones gracias a su labor docente, detecta movimientos interesantes entre los músicos más jóvenes, y cita al inclasificable multiinstrumentista Jacob Collier como una elocuente muestra del relevo que despunta. "La buena música nunca va a morir, por mucho que se venda en la radio algo muy prefabricado, muy dulce", señala.

Ortí pondera la improvisación musical como una forma de expresión artística especialmente satisfactoria, a pesar de la ardua preparación técnica que requiere: "La recompensa es muy grande. El día que estás inspirado, es como si surfearas con olas bonitas".

El pianista isleño prefiere hablar de músicos antes que de estilos, pero si hay que acotar el jazz y dotarlo de una identidad precisa, se remite "a ese concepto de ser capaz de improvisar, que es un proceso mental distinto al de interpretar".

El saxofonista Morgan Hernández cree que "el jazz necesita una buena nalgada en el culo. Goza de buena salud porque hay gente nueva, joven, muy interesante, sobre todo en Estados Unidos. Pero es cierto que lo más grande ya de ha hecho". Atisba renovaciones en la "mezcla con cosas más bailables, creo que por ahí van un poco los tiros".

La ausencia en las Islas de un estable circuito de clubs despoja al jazz del elemento que le permite respirar más allá de las programacones puntuales y los apoyos instiucionales. "Aquí el jazz siempre ha recibido muy poco apoyo. Sufrimos la inexistencia de clubs, aquí no hay. Esto es una pescadilla que se muerde la cola, porque si loshubiera tendríamos má público. Así, la única manera de que haya cosas es con apoyo institucional y con los festivales".

La cantera de músicos isleños no deja de aportar jazzistas interesantes. Morgan nombra a Claudio Marrero y José Ángel Vera como dos valores a tener en cuenta, sin perder de vista a otros más veteranos ahora en plenitud de facultades, caso del propio Ortí.

El promotor Miguel Ramírez, responsable del Festival Canarias Jazz & Más, opta por una aproximación más inclusiva al jazz, que se desvela no tanto como un estilo sino como un lenguaje que impregna diferentes tipo de música. Visto así, el jazz se le aparece como algo proteico, "en constante evolución desde que surgió hasta ahora".

"No ha parado de transformarse, de evolucionar,crecer, involucionar, ir hacia adelante y hacia atrás. El jazz está vivo y se ve en las nuevas propuestas que cada año surgen", asegura Ramírez, quien subraya también su presencia en productos culturales de consumo masivo, como la célebra película La La Land, que se puede leer como un homenaje a la música del bebop.

Flujo y reflujo, proyección y recapitulación, van forjando este jazz de los últimos años, según la visión del promotor, que cita un ilustrativo ejemplo: "Hace una década a un montón de artistas se les llamó los new boppers porque revisaban aquella forma de música antigua, el bebop, y la volvían a a transformar. Pero hacían algo distinto, no una reedición".

Ramírez destaca otro factor importante en la evolución del jazz desde los años ochenta del siglo pasado: la dispersión estilística, la ausencia de un estilo hegemónico que marque el rumbo de una música que es cada vez más promíscua. "A partir de la fusión de los años setenta, el jazz se funde con todo tipo de músicas. Lo que no hay hoy es un nuevo estilo único, hay muchas formas de música", señala.

En definitiva, lejos de estar fenecido, el jazz "está vivo y latente, en plena evolución, con un público expectante". Ramírez cree que hasta las nuevas tecnologías le ofrecen una oportunidad para expandirse aesta música que aún transpira "en la calle, en el metro, en un tugurio, en un bar"...

En cuanto a Canarias, el promotor cree que el Archipiélago "es un chorro incesante de músicos maravillosos, que cada vez estudian más, se forman aquí primero y luego en la Península, presentan discos..."