El nombre del compositor, pianista y escritor francés Erik Satie (1866-1925), nacido en la localidad de Honfleur y fallecido en París, está asociado a las vanguardias. "Satie era la vanguardia, y la vanguardia era comportarse como lo hacía él, siempre buscando nuevos modos, no se conformaba con nada y era capaz de admirar en los otros el verdadero genio", razona el escritor grancanario Alexis Ravelo.

El autor de La estrategia del pequinés, Las flores no sangran o Los milagros prohibidos ha encontrado en Satie un motivo mayúsculo para cerrar la trilogía de espectáculos del ciclo Música y Literatura, estrenado este curso por la Fundación Auditorio y Teatro. Un personaje, entre genio y francotirador en su época, que se sube a las tablas del Pérez Galdós el próximo 11 de mayo, en una única función, con el espectáculo Satie: Monólogo musical para dos pianos mudos. Una producción de la Fundación Auditorio con textos de Alexis Ravelo, dirección de Quino Falero, vestuario y escenografía de Claudio Martín, y con el concurso del actor Alfonso Lara y el pianista canario José Luis Castillo.

" No se trata de una obra biográfica, sino una obra de reflexión sobre lo que le ocurre por dentro a un creador que se enfrenta constantemente a la mediocridad del mundo; y en ese sentido, trata un tema universal, en todas las épocas han habido genios y maestros que no han querido someterse a la academia ni al gusto del vulgo, auténticos francotiradores y a los que luego el tiempo ha terminado reconociendo lo que eran", resume Alexis Ravelo.

La obra que cierra Música y Literatura se sitúa en el último invierno de Erik Satie, en su casa de Arcueil, donde según Ravelo "Satie se enfrenta a si mismo, intentando encontrar el sentido a una vida marcada por el talento y la incomprensión". Como bien recuerda Alfonso Vela en el libro Satie. La subversión de la fantasía (Península, 2013), "Erik Satie es posiblemente el compositor más controvertido en la historia de la música", y prueba de ello es que aunque "en la música como en la vida, Satie resulta dificilmente encasillable", lo cierto es que fue "un compositor que, sin proponérselo, reverdeció el lenguaje musical de finales del XIX y anticipó parte de las mudanzas que traería consigo el siglo XX".

El músico y escritor que repetía y con razón que "los artistas de nuestro tiempo se están convirtiendo en hombres de negocios, tienen los mismos razonamientos que los notarios", esconde a juiciode Alexis Ravelo, una "historia de soledad y pobreza, de triunfos y fracasos, de amistad y traición, de sus propias contradicciones y obsesiones, y por encima de todo, de la búsqueda de la verdad a través de nuevos territorios estéticos".

La premisa argumental de este monólogo dramático es, tal como anticipa Ravelo, " recoger a Satie en su último invierno en su casa de Arcueil". En este lugar vivió durante sus últimos 24 años "absolutamente aislado". No tenía contacto con persona alguna, ni permitía que nadie entrará en la casa "salvo los perros que va recogiendo por la calle", apunta el escritor grancanario. Muere Satie en julio de 1925 a causa de una infección hepática fruto de su alcoholismo, y al entrar sus amigos en casa descubren la morada de un Diógenes muy particular. "Encuentran cosas como una colección de cien paraguas, los trajes de terciopelo que siempre usaba, dibujos de castillos medievales, el cuadro que Suzanne Valadon, su único amor digamos público, había pintado de Satie, miles de páginas tanto de textos y partituras que no se habían publicado y que luego fueron rescatadas".

Esa ingente producción literaria y musical estaba metida en las cajas de dos pianos que Erik Satie había amarrado. "Los pedales de los pianos también estaban amarrados, y para tocar a Satie, según me dicen los pianistas, es muy importante el pedal, y con todo ello se llegó a la conclusión de que durante los últimos 24 años probablemente había estado produciendo sin descanso y sin tocar el piano".

En este contexto, a Ravelo se le ocurrió un "desdoblamiento" del personaje: de un lado, el Satie instrumentista, "que era muy conocido también, porque era pianista de cabaret, acompañaba a cancionistas"; y el Satie compositor, escritor y creador. "Lo imaginé siempre como una pelea constante entre el Satie compositor y el instrumentista, que seguramente quería aflorar y tocar esos pianos, y que era amordazado por el Satie compositor porque él no necesitaba la música que había compuesto, necesitaba la música que estaba a punto de hacerlo estallar".

Un personaje que intuye que está fuera de su tiempo - "Nací muy joven en un tiempo muy viejo", proyecto para un busto de Satie, 1924-y que sabe que algún día habrá personas que llevarán sus melodías en aparatos que aún no se han inventado y no sabrán quien es el autor", subraya Ravelo.

El autor de piezas mayúsculas de la literatura pianística como Gymnopédies y Gnossiennes, de obras mayores entre música objetiva, decorativa o funcional y ballets, entre ellas Parade, Socrate, Relâche o Nocturnos, llegó a esta situación, a juicio de Alexis Ravelo, "probablemente porque era un creador absoluto, él siempre estaba trabajando por delante". Recuerda el escritor que Satie fue "un precursor del minimalismo, de la música expresionista, del arte de la acción, nunca se conformó con nada y siempre fue muy experimental, y es de los primeros artistas que trabaja con conciencia de interdisciplenariedad".

Esta impronta se traduce, por ejemplo, "cuando surgen las Gymnopédies y las Gnossiennes se muestra como antiwagneriano, y es el primero que defiende la obra de Debussy. Ambos tuvieron una relación muy complicada por culpa de agente externos como Maurice Ravel". Admirador de Stravinsky y enemigo de Camile Saint-Säens (en dos ocasiones impidió su ingreso en la Academia), Satie abrazó y anticipó muchas de las corrientes artísticas. En este contexto, recuerda Ravelo que ""es modernista, y cuando el modernismo se convierte en una especie de canon, deja de serlo, y vuelve a la escritura de partituras a partir de composiciones medievales; cuando ese tardo medievalismo también se convierte en canon, pasa a otra cosa. En sus últimas obras coquetea con el dadaismo, el futurismo y el cubismo, movimientos que estaban comenzando a despuntar".

20 piezas

La obra que estrena el Galdós, en la que Ravelo ha tenido total libertad, y es de la que se siente más satisfecho de la media docena de incursiones teatrales en las que ha trabajado, consta de 20 piezas de Satie. "Hizo obras para piano a cuatro manos, para orquesta, ballets para Diaghilev,..., y hemos intentado recoger lo más representativo de cada época. "No están las corales, y la idea que se lleva a escena es que no solo se retrate el primer Satie, "que es el más célebre, sino el último Satie, además de otras como Vejaciones".