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"En la novela nunca sabes si los hechos extraordinarios son reales"

"El motor de la historia es la curiosidad de los personajes que investigan una trama cada vez más velada", afirman los escritores y guionistas José Gil Romero y Goretti Irisarri

José Gil Romero y Goretti Irisarri

¿Cómo surge la inquietante historia que cuentan en ´Caen estrellas fugaces´?

José Gil Romero (J.G.R.): Nosotros sabíamos que queríamos contar una historia de época, una historia en donde nunca se estuviera seguro de si los eventos extraordinarios fueran reales o pudieran tener base científica. A partir de ahí lo demás viene poco a poco, aparece una trama, unos personajes y todo va creciendo casi por sí solo. Llega un momento en que los personajes toman vida y son ellos los que cuentan la historia que ellos quieren. La trama fue creciendo desde una cosa mínima hasta un universo completo.

¿Cómo se reparten el trabajo creativo?

Goretti Irisarri (G.I.): Llevamos escribiendo juntos unos veinte años como guionistas, así que para nosotros es totalmente natural esto de escribir a cuatro manos. Quedamos en bares o cafeterías, como hacían Azcona y Berlanga; nos hacemos preguntas: "tal personaje tiene que llegar a este punto, ¿cómo lo podemos conseguir?". En la respuesta intentamos siempre ponernos retos y dar un giro más, es importante que también nos sorprenda a nosotros. E intentamos nunca avanzar demasiado, porque la novela tiene que estar viva, hay que escuchar a los personajes y dejar que hagan lo que ellos quieren. Es tal cual lo que acaba de decir José: los escritores somos un poco médiums. Y luego ya nos repartimos el trabajo de escritura. Aun así, cuando escribimos nos gusta sorprender al otro. Yo escribo algo inesperado y pienso "esto a José le va a encantar" y cuando se lo mando resulta que sí, que me llama enseguida encantado. Nos conocemos mucho y ya nos adivinamos.

La novela transita constantemente en el límite entre la razón y las creencias, tanto religiosas como esotéricas, con referencias a ángeles caídos, al bien contra el mal. ¿Dirían que es un territorio tan complejo como apetecible para el lector?

J.G.R: El siglo XIX es el punto exacto en donde ese límite es difuso, comienzan a aparecer nuevas ciencias que explican, por ejemplo, el espiritismo, al que se le pretende dar una base científica, y hay numerosos eruditos analizándolo y dándole explicación. Cuando tienes dos personajes tan opuestos como los protagonistas de esta novela [uno encarna la razón y la otra las creencias, la fe pura], el conflicto surge solo. Y si hay conflicto, hay química con el lector.

¿La pareja protagonista podría representar los dos lados de una misma moneda? Ambos son curiosos y quieren saber, pero cada uno desde un lugar.

J.G.R: Es muy interesante eso que dice, sí. Desde luego son un reflejo el uno del otro, de la misma forma en que son también parte de los dos autores. A su modo y con sus armas, los dos son honestos con aquello en lo que creen, son fieles a sí mismos, pero cada uno parte desde una esquina contraria del ring.

G.I: Sí, la curiosidad es efectivamente el motor de esta novela, la curiosidad de nuestros protagonistas, que se convierten en investigadores de una trama cada vez más velada y compleja. Abajo acecha la oscuridad, una temible sociedad secreta, la Sociedad Hermética, y aunque enseguida se dan cuenta del peligro, ya no pueden detenerse. Son como Eva y Adán con la manzana.

He apreciado homenajes a Poe, Jean Austen, Anne Perry o Wilkie Collins. También guiños al mundo clásico, sobre todo en los nombres de personajes. ¿Cuáles son sus referentes literarios?

J.G.R: Aparte de nuestros gustos personales, que nos influyen a la hora de narrar, por ejemplo, hemos tenido que leer muchísima novela para imbuirnos en el espíritu de la historia. Galdós, sin duda. Un profesor mío durante la carrera decía a menudo que Galdós y no Cervantes era el mayor escritor de la historia; hoy no me cabe duda. Su obra es inmensa, riquísima. Hemos disfrutado mucho de los relatos de fantasmas de Maupassant, de los cuentos inquietantes de Horacio Quiroga. Poe está en la novela, está claro, pero también Conan Doyle y su Holmes. También hay mucha influencia del mundo del cómic, en el tratamiento y creación de personajes, por ejemplo.

El trabajo de documentación es patente, no sólo en la descripción de espacios, sino de cuestiones teológicas, históricas y científicas. ¿Ha sido complejo?

G.I: Sí, en principio fue complicado, era como entrar en un país desconocido. Al llegar teníamos la mirada del turista, nos llamaban la atención las curiosidades ¿Cómo se hacía el helado sin frigoríficos? ¿Qué tipo de "taxis" había? ¿Esta gente se bañaba o no se bañaba? Pero como ha sido un proceso de años, ya que la novela proviene de un proyecto de guión para serie de televisión del que escribimos muchas tramas y personajes, fue como quien se queda a vivir años en ese nuevo país, acabas captando las esencias, la forma de pensar y de hablar. Ahora José y yo podríamos pasar un test de nacionalidad en la España el siglo XIX.

J.G.R: La documentación ha sido ardua y exhaustiva, la verdad. Quisimos recrear 1859 de la manera más fiel posible, lo más completamente posible. Eso incluía hablar no solo de lugares y costumbres, sino de una cierta forma de ser, la del hombre y la mujer decimonónicos, tan distinta en tantos aspectos a la nuestra. Pero sin duda lo más complejo fue articular las distintas tramas, organizar las historias, los conflictos, los objetivos de cada uno de los personajes y darles un fluir común sin que unos se perdieran en otros, sin que hubiera vacíos o incongruencias.

El lenguaje es preciso, pero a la vez rico en matices y vocabulario. ¿Han querido cuidar tanto el fondo como la forma?

J.G.R: Durante mucho tiempo nos costó encontrar una voz, hasta el punto de que cuando llevábamos media novela escrita tuvimos que romperlo todo y empezar de cero. Se trataba de darle un espíritu con sabor histórico pero que a la vez no pareciera arcaico, que fuera divertido y moderno. Respecto de la forma en sí, quizás por venir del mundo del guión pusimos especial cuidado en que fuera una novela ´bien escrita´. Quisimos mimar la forma, sí.

¿Podrían decir que Madrid es un personaje más de la historia?

J.G.R: Nosotros que somos canario y gallega, también llegamos un día a la gran ciudad venidos de fuera, y éramos muy jóvenes y aquel mundo nos encandiló. Quisimos transmitir un poco esa magia del que llega, del que no conoce. Y para ello, qué mejor que hacer viajar en el tiempo al lector. Interesarse por un Madrid desconocido para el madrileño, pero también mágico y apasionante para el resto que, como nosotros, nos hemos visto inmersos en este 1859.

G.I: Es un Madrid un poco diferente al que conocemos por las lecturas de Galdós, un Madrid de lo extraordinario y lo oscuro que, sin perder su identidad española, puede llegar a recordar al Londres de Holmes. Aunque se apoya en hechos reales, documentados, acaba representando también ese concepto de ciudad abstracta que dice José, un mundo donde confluye mucha gente diferente, muchos pecados y deseos, donde todo puede ocurrir.

Quizá por la deformación profesional, la novela es muy cinematográfica. ¿Podría convertirse en una película o una serie?

J.G.R: Sería estupendo ver esta novela convertida en serie o en película. Quisimos que la lectura fuera muy inmersiva, que el lector se sienta dentro de la atmósfera de este apasionante 1859, lleno de posibilidades dramáticas. Es un mundo por descubrir. Una serie de televisión que reflejara este universo sería un disfrute para el espectador.

¿Qué dirían a un lector para que compre la novela?

G.I: Creo que hemos conseguido crear un mundo con vida propia, con sus leyes, tan completo que incluso las partes que no salen en la novela podrían tener vida por su cuenta. José y yo les invitamos a entrar, estoy muy segura de que van a disfrutarlo.

J.G.R: Le diríamos que se atreva a experimentar esta aventura, que se anime a leer las primeras cincuenta páginas. Y entonces ya no podrá dejar de leer.

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