Hay trabajos en los que tienen que matarte para despedirte. Ser actor es uno de ellos. En marzo pasado ya se supo que Juan Echanove abandonaba, contra su voluntad, la serie Cuéntame y que para abandonarla, para despojarse de la carne de ficción de su personaje Miguel Alcántara, iba a tener que sobrevenirle la muerte en uno de esos giros dramáticos que tanto enganchan a las audiencias de las series. Así que en la noche del jueves, allá se murió Echanove y se fue al cielo de la historia televisiva Miguel Alcántara mientras era abrazado por su hermano en la ficción, Antonio Alcántara (Imanol Arias), mientras éste profería un viril: "Miguel, no me jodas". "Homenomejodas" es lo que suele decir un recio español cuando quiere expresar una profunda consternación. Recuerden, por ejemplo, aquello del gran Mejuto ("Rafa, no me jodas") que desde entonces es la cumbre de la sensibilidad masculina.

Miguel jodió a Antonio, con perdón, pero dejó a TVE como unas castañuelas porque allí estábamos nada menos que 3,3 millones de españoles congregados entorno a la loma donde la vida se le escapó un poco sin venir a cuento, sin que el finado manifestase dolencias previas. Se cayó allí solo, en un alto del secarral patrio donde se enclava Sagrillas, ese Macondo nuestro de la España vacía del que todos marchamos en los sesenta, a industrializarnos con Franco. Cayó Echanove dando el do de pecho, casi con la postura de aquel miliciano de Robert Capa en Cerro Muriano. Pero cayó un poco absurdamente. Casi sin venir a cuento.

En algún momento de la noche hubo cinco millones de personas viendo el episodio de Cuéntame en el que secuestraban a Dianita Alcántara, la hija de Miguel y la Paqui. El asunto merecía la atención de todos, pues una muerte es algo muy serio en Cuéntame, por escaso. Aquí, en esta España paralela de los Alcántara, no tiramos a la gente por la ventana así como así. Somos una familia, me cago en la leche, Merche. En la tercera España de Sagrillas palma Franco y, acaso, vuela Carrero. Nada que ver con el índice de mortalidad, por ejemplo, de Juego de tronos, que sí se parece más al de la España real, donde los giros de guión, especialmente en la política, están resultando bastante cruentos y cada día cae uno de ellos.

Una vez bien muerto, Echanove saludó ayer a sus fans desde Instagram -desde el "otro barrio", dijo- y prometió seguir resistiendo en la vida real. Al fin y al cabo, añadió, es del Atlético de Madrid y lo de esta gente es resistir en la derrota continua. Les dio las gracias a todos y la productora de la serie también le dio las gracias a él, explicándole que no era nada personal, que eran negocios de la trama. Había que sacrificar a un miembro para que la tribu siguiera adelante.

Castigo divino

Y, en efecto, hubiera sido una muerte limpia si no hubieran colado, antes del óbito, una escena repulsiva en la que Miguel Alcántara empieza a hacer repaso de su vida y a comerse la olla diciéndose que todo es un castigo de Dios, que quién le mandaría a él subirse a la parra con la herencia de la Paqui y andar disfrazado de rico, alardeando de Mercedes y de billetes.

Una culpa muy grande, vamos, muy de antes del Concilio de Trento, se le vino encima de repente al pobre Miguel Alcántara, quien en ese momento terminal que divisaba en su vida veía claramente cuánto se había equivocado por dejar de ser un obrero, por no contentarse con el coche y el piso de toda la vida, por olvidarse de que un obrero debe llegar siempre con apreturas a final de mes. Así que ahí lo tenéis. Ya os lo dijo Rajoy: esto os pasa en España por vivir por encima de vuestras posibilidades.