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"Mi homenaje a la gente de 'Sansofé' es un ejercicio de memoria histórica"

"Sansofé' fue una revista de combate, de compromiso, de conciencia social y de pensamiento", explica el escritor y filósofo Nicolás Guerra Aguiar

El escritor y filólogo grancanario Nicolás Guerra Aguiar. LA PROVINCIA / DLP

¿Cómo surge el proyecto de rescatar la trayectoria del semanario canario Sansofé ?

Este proyecto nace como un reconocimiento a un grupo de periodistas que, desde un profundo compromiso personal, utilizó la palabra como única arma contra las injusticias, las porras, los consejos de guerra y los tribunales de orden público, en un sistema que nos asfixiaba y nos impedía mostrarnos en libertad. Yo sentí que tenía un compromiso personal y social con las personas que habían trabajado en Sansofé, porque no tenían necesidad de exponerse y, sin embargo, lo hicieron a sabiendas de que podía resultar negativo para ellos, profesional y personalmente. Además, nadie cobró jamás un duro y, pese a ello, siguieron trabajando en la revista para denunciar las inmoralidades y desajustes políticos. Esto es lo que me llevó a rendirles un homenaje que es, a fin de cuentas, un ejercicio de memoria histórica. Por eso, invito a la sociedad canaria a que conozca el valor de está nómina de escritores, que eran unos 180 colaboradores, con firmas como José Carlos Mauricio, Alfonso O'Shanahan, Pepe Alemán o Ángel Tristán Pimienta.

¿Qué mosaico de realidades retrató este semanario, nacido en diciembre de 1970?

Sansofé fue una revista pacíficamente revolucionaria, en cuanto a que, por ejemplo, reclamaba elección democrática de alcaldes y presidentes de cabildos; justicia social para los conductores de la guagua, tanto en Gran Canaria como en Tenerife; justicia social para los pescadores de Lanzarote que salían a las costas africanas, al banco pesquero canario-sahariano, donde estaban miserablemente explotados; justicia social para los trabajadores de las tierras y las plantaciones tomates; identidad canaria y conciencia regional, con la desaparición de las dos provincias; un Régimen Económico y Fiscal para Canarias y el fortalecimiento de los puertos francos; o un proyecto regional de estructuración política para Canarias. En definitiva, ejercieron una labor de denuncia social, ante la miseria de los pueblos o el abandono de carreteras. Y todo esto refleja el compromiso y la identificación que tuvieron con los problemas de Canarias y sus irregularidades en los ámbitos de la política, lo económico y lo social e, incluso, en lo religioso; porque Sansofé fue una revista de combate, de compromiso, de conciencia social y de pensamiento.

¿Cómo trabó su primer contacto con esta publicación?

Yo siempre he estado vinculado al periodismo; en mi etapa universitaria, incluso, participé en un par de emisoras en La Laguna y, por aquel entonces, convivía con Agustín Millares, quien me dio a conocer algunos números de la revista, en 1971. Recuerdo que me sorprendió mucho, porque entonces representaba un lenguaje nuevo, fresco, con un planteamiento totalmente distinto a lo que estábamos acostumbrados a leer en prensa. Entonces, yo había hecho el seguimiento a los Consejos de Guerra de Salvador Sagaseta, compañero de aula en el instituto, y tenía esa conciencia en aquellos iniciales años 70 de que la sociedad había que cambiarla o, por lo menos, había que luchar contra las estructuras del momento. Y Sansofé vino a ser ese impacto que nos descubría que las cosas se podían decir por escrito, sin necesidad de llegar a planteamientos de violencia física, como empleaba la otra parte.

¿Cómo afrontó el proceso de investigación y documentación para recrear la trayectoria azarosa de esta publicación?

Yo volví a recuperar Sansofé hace apróximadamente tres años y medio;tenía mucha confianza con algunos de sus colaboradores, como Ángel Tristán Pimienta o Pepe Alemán, y me lancé a estudiar su trayectoria. Entonces, ignoraba que me iban a caer encima 119 revistas, nueve o 10 procesos administrativos y miles de papeles de los expedientes (Risas). En general, sí tuve tremendas dificultades para definir la precisión de los planteamientos de los temas. En aquel tiempo, la dirección provincial del Ministerio de Información y Turismo estaba en Las Palmas, desde donde se recomendaba la iniciación de un expediente que, luego, pasaba a Delegación Nacional de Prensa, en Madrid, subdividida en varios departamentos. En ese proceso, todos los documentos están llenos de contradicciones, porque cada uno emitía una opinión sobre el proceso, lo que también invita a sospechar que, aparte de los expedientes que yo manejé, hubo otros que desaparecieron. Por ejemplo, según los papeles de la administración, es a partir del número 9 cuando empiezan las sanciones, pero el director de Sansofé entre el número cero y el 7 presentó su dimisión alegando, entre otras cuestiones, las sanciones pendientes. Estas contradicciones me llevaron a elucubrar sobre estas lagunas, a intentar razonar y a introducir un orden en todos estos aspectos a través de un estudio pormenorizado.

¿ Sansofé logró ejercer algún tipo de influencia en la sociedad canaria de los 70?

Yo tengo la impresión de que hubo un sector minoritario consciente. Al fin y al cabo, estamos hablando de una sociedad como la canaria, donde alrededor del 45% era analfabeta y donde persistían los caciquismos del siglo XIX. En mi pueblo, en Gáldar, nunca vi Sansofé en los quioscos, pero sí que había conciencia de que algo se estaba moviendo.

Aunque sus mensajes de denuncia eran explícitos, entre líneas, ¿cómo logró burlar la censura de la administración?

Hablar de censura en ese momento es arriesgado porque, en la teoría, la censura no existía desde la instauración de la Ley Fraga, en 1966. La censura previa había desaparecido, porque no había que pedirle permiso a la administración para publicar. Pero eso significaba que todo quedaba bajo el control del director, que se convertía en el absoluto responsable de los contenidos ante cualquier problema. Y así es cuando el director, de manera indirecta, se convierte en el primer censor, porque se juega su propio puesto. Por eso hubo problemas en Sansofé. Además, se daba otra artimaña muy hábil, que es el expediente administrativo, no penal, lo cual suena a algo de lo que tenemos actualmente. En ningún momento, durante la corta trayectoria de Sansofé, se llevó a nadie a un tribunal bajo acusación, porque la administración manejaba todo, retrasaba los recursos de la empresa o del director y, por eso, los expedientes siempre cargaban contra el director. Y en aquellos años hubo muchos directores que fueron sancionados y retirados como tales a título administrativo. Esa era la trampa: se permitía la libertad de prensa siempre que no atentaras contra las leyes vigentes, que eran las leyes de ellos.

¿Y en qué medida ha propiciado su revisión de la trayectoria de Sansofé una relectura o reflexión sobre la relación actual entre la prensa, el poder y el resto de la sociedad?

Hoy, sin duda, se sigue manteniendo la palabra y eso es importante. También la prensa es más abierta, pero los tiempos han cambiado. Aquellas revistas como Sansofé, Gaceta, Ilustrada, Gaceta Universitaria, Triunfo o Cambio16, usaron siempre la palabra como una herramienta contra algo, sobre todo, contra un sistema político. Y entonces, la administración reaccionaba y sancionaba. Por eso, hubo 40 o 50 revistas sancionadas y cerradas por aquellos años. Tal vez todo esto no exista en el contexto actual y, en ese sentido, hoy Sansofé sería como una revista más, pero hoy también existe el problema de que nos creemos que esto es lo que había que conseguir y que, una vez muerto el dictador y hecha la transición, todo estaba terminado. Y tengo la impresión de que no, de que aquello no fue más que el principio de algo y que tiene que continuar. Pero nos hemos amoldado y nos han sabido controlar y dominar, porque el sistema es muy inteligente y sabe cómo conducir a las masas. Ahora estamos sufriendo las consecuencias porque, en plena democracia, la gente tiene que callar y no denunciar situaciones, porque les puede afectar personalmente. Y esa también es la trampa.

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