La trayectoria de Pilar Rey, una de las actrices más queridas de La Palma, se ha fraguado en los escenarios y festivales de España y Latinoamérica, pero también puede leerse a través de sus huellas en la dirección del arte y la cultura dentro de las fronteras de su tierra natal. En homenaje a su impronta como promotora cultural en la isla bonita, el Festivalito de La Palma distingue en esta edición a la actriz palmera con la Estrella Polar, que recae en una intérprete femenina por primera vez en la historia del certamen. Además, este hito se redondea con el nombramiento del galardón a la Mejor Actriz del Festivalito, en la sección a concurso La Palma Rueda, como Premio Pilar Rey a la Actriz más destacada.

La homenajeada recibió el galardón ayer durante una ceremonia en el Teatro Chico de Santa Cruz de La Palma, que también alojó la proyección del documental Pilar Rey, pasión por el teatro, dirigido por la cineasta grancanaria Susi Alvarado, que cristaliza la carrera multidisciplinar de la artista a través de un collage de entrevistas e imágenes de archivo. Este mediometraje de 35 minutos, en palabras de la actriz, "refleja muy bien todo lo que soy y lo que he hecho, porque Susi tiene una sensibilidad muy especial para lo femenino".

Durante la jornada de ayer, acompañada por su pareja sentimental y artística, Antonio Abdo (1937), Rey se mostró "muy satisfecha y emocionada" por la concesión de este premio. "El tiempo te regala cosas si tú quieres que te las regale", manifestó durante un encuentro previo con José Víctor Martín Fuentes, director del Festivalito. Nacida en Mirca, un barrio emplazado en Santa Cruz de La Palma, a sus espaldas se extienden cuatro décadas de apuesta continua por la difusión de la cultura en la capital palmera, donde debutó como radiofonista y se prodigó en los campos del teatro, la poesía y el cine. Junto con su inseparable Abdo, en 1981 erigió la Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma, el más antiguo de los centros municipales de teatro de Canarias, que ambos dirigieron codo a codo hasta su jubilación, en 2009. "¡Bendito 81, año de buenos vinos!", evocaba ayer la actriz.

"Todavía recuerdo cuando el concejal de Cultura de la época nos invitó a hablar sobre cómo montar una escuela de teatro en La Palma", rememora. "Entonces yo trabajaba en una boutique en Tacoronte y no teníamos ninguna experiencia en escuelas, pero sí en teatro. Y cuando este oficio te apasiona, terminas por caer, porque es difícil salvarse de algo que te apasiona".

Su talento en los escenarios catapultó una trayectoria que se consolidó a las órdenes de grandes dramaturgos, como el célebre José Tamayo y, aunque cultivó sus distintas vertientes artísticas en diversos escenarios de España y el extranjero, el corazón de la actriz enraizó su carrera en La Palma. "Yo me volví a La Palma por amor", aseveró la actriz, bajo la mirada cómplice de su pareja. "Siempre digo que yo cambié un contrato teatral por un contrato matrimonial, porque cuando te atraviesa la flecha del amor, ese es tu lugar".

Así, Rey cultivó codo a codo con Abdo una vida ligada al teatro como forma de vida, compromiso social, arte vivo y diálogo con el otro, basada en la transmisión del legado de poetas y escritores canarios para inocular en las nuevas generaciones los versos de su tierra. Y ante el temporal que arrecia la cultura en España, la actriz echa la vista atrás y asegura que "el teatro no cambia: no ha cambiado, ni cambiará nunca, porque es la puesta en escena de una misa, como el sol que sale cada mañana". "El teatro no morirá nunca, porque representa la palabra viva y el sentimiento del ser humano. No hay nada más vivo que el teatro", concluye.