El universo multidisciplinar de Eva Lilith Pereda (Madrid, 1978) es un árbol de muchas ramificaciones, que se enraiza en una doble vocación científico-espiritual y florece en la pintura, el cine, la performance, la música y la danza. Procedente de una familia de artistas y afincada en la isla de La Palma, el cine constituye su campo de experimentación más reciente, en el que reveló su talento hace dos ediciones, en 2015, año del renacimiento del Festivalito, donde se alzó con el Premio especial del jurado al cortometraje más volado por su pieza Quemar pajarracas.

Este montaje, programado también en la sección Panorama España en la pasada edición del Festival de Cine de Las Palmas, la coronó como la primera directora premiada en la historia del Festivalito y dirigió las miradas del sector hacia esta nueva promesa del cine en Canarias que, con una decena de cortometrajes a sus espaldas, ha creado un universo poliédrico propio, que en el certamen palmero se reconoce cariñosamente bajo el sello del lenguaje lilithiense.

El imaginario cinematográfico de Eva Lilith trenza todas sus vertientes artísticas bajo los signos del minimalismo, la técnica geométrica, las emociones y la armonía estética. Sus obras audiovisuales, en la senda del videoarte, se distinguen por la introducción de ritmos alternos, tonalidades oníricas, idiomas inventados, personajes entrañables, composiciones musicales propias y un diseño muy personal de vestuario y escenografía.

En esta edición de La Palma Rueda, la artista presenta un cortometraje de ambientación japo-cyborg, filmado en una sala diáfana de la Casa de la Cultura de Los Llanos de Aridane con un elenco ataviado con túnicas asiáticas y máscaras de animales, capitaneado por su actriz fetiche Eulalia Van Baumbhergen. "El vestuario es uno de los primeros aspectos que decido y, cuando ruedo, suelo llevar varios vestidos en el maletero porque cada vestuario provoca un cambio de actitud en el actor", revela Eva Lilith, quien diseña muchos de sus vestuarios y cuyo cortometraje Diálogo de leopardos (2016), que se proyectó el pasado martes en la I Muestra de cortometrajes canarios del Festivalito, se exhibirá también en el South Fashion Festival, en Cádiz, el próximo mes de junio.

Para la artista, el cine representa "un espacio de revolución" donde convergen "mi arte y mi mala leche". "Mis cortometrajes empezaron siendo mi forma de protesta ante determinados aspectos de la vida", explica. Este diálogo que se establece entre su cine y su pintura, esta última su sustento vital a nivel nacional y codo a codo con artistas como Leo Bassi, se manifiesta en que "mis técnicas de edición son técnicas de composición pictórica, pero que en el campo audiovisual me permiten introducir otros ritmos narrativos". "Supongo que cometo atrocidades en la edición", ríe. "Pero me gusta mucho la técnica, aunque no sea como otras técnicas, porque me abre al estudio de otros lenguajes para definir un lenguaje propio". En cuanto a su proceso creativo, Lilith enmarca sus cuadros y películas siguiendo "una misma estructura de creación y composición", basada en la idea de "una realidad inerte que cobra vida". "Siempre parto de un caos, como un big bang que libera una secuencia de energías, que luego voy hilando y armonizando, porque creo en la técnica como herramienta para ir creando belleza a partir de ese caos".

Y en el arte cinematográfico, su paleta de colores se nutre de "la física y las emociones", que constituyen sus dos campos de estudio y cuyas hipótesis y conclusiones, fruto de 20 años de investigación desde su Doctorado, publica en un trabajo de divulgación científica titulado El uno y el verso del universo, que presentará el próximo noviembre en el Palacio Salazar, en Santa Cruz de La Palma. Las teorías recogidas en este volumen se basan "en el análisis de las leyes de la física, que encajo en patrones emocionales". En este sentido, Lilith reconoce que "todas las formas de arte que desarrollo son ramificaciones de este trabajo de investigación", que nace de "la fusión del mundo de la moral con las leyes de la física" y que, luego, transforma en arte. "El arte me estabiliza, porque la técnica te permite aceptar tu caos y ordenar tu mundo interior, yendo de lo pequeño hasta lo grande, limpiando lo sucio, vaciando lo ruidoso, armonizando lo caótico".

Su último as en la manga es el sentido del humor. "Si vas rascando en mi trabajo verás que hay mucha profundidad pero, sobre todo, me río de mí misma y juego con mi punto loco y desenfadado. Porque el arte también es jugar", concluye.