La trayectoria de la escritora Espido Freire (Bilbao, 1974) es la de una mujer que exige ser escuchada, porque lo hace en nombre de tantas voces sepultadas bajo los prejuicios, los recelos y el olvido. Y Freire, la ganadora más joven del Premio Planeta con 25 años y recientemente distinguida con el Premio Azorín, ha enhebrado con voz propia esta defensa "de según qué espacios" correspondientes a las mujeres. "Yo no soy ajena a ello", expuso ayer la autora bilbaína, una de las protagonistas de la segunda jornada de la feria capitalina.

Su nueva novela, Llamadme Alejandra (Planeta, 2017), es un retrato de los múltiples rostros y tribulaciones de Alejandra Románova (1872-1918), la última zarina o emperatriz de Rusia, como esposa del zar Nicolás II, alemana. "A día de hoy aún no sé qué me llevó a fijarme con ocho añitos en la primera fotografía que vi de Alejandra y a vincularme tanto emocionalmente a ella", reflexiona Freire, "creo que hubo una pieza clave, que es que los fusilaron la noche de mi cumpleaños".

Para la escritora, que atesora "muchas obsesiones que fui convirtiendo en libros", la historia de Alejandra, nieta de la reina Victoria de Reino Unido, simboliza "el dolor, la decadencia y el final de una época", pero cuya figura encarna "las contradicciones y luchas" de una mujer "enormemente compleja". "En Alejandra fui descubriendo a una mujer tímida y apasionada, que repelía y atraía, que estaba en un puesto de privilegio y que no estaba a la altura. Y quise escribir sobre todo eso", explica.

Aunque se trate de la primera novela protagonizada en exclusiva por la zarina, Freire afrontó el reto de ponerse sus zapatos y narrarla en primera persona. "Sabía que era arriesgado, pero era lo único posible", afirma. "No íbamos a entenderla de otra manera, sino que tendríamos las mismas impresiones que tenía la corte o la sociedad sobre ella, la de una mujer indaptada, altiva, hosca. Y no era eso, o era eso, pero era mucho más; era una mujer tímida, reservada, que tuvo que lidiar con un gran peso mediático, ante el que defendió su vida privada a ultranza y trató de hacer el bien, aunque estuvo equivocada en muchas cosas. Y eso solo se puede contar desde dentro", añade.

El título de la novela rinde homenaje al antológico saludo inaugural de Moby Dick, pero también se refiere "a uno de los ejes principales en la vida de Alejandra", porque "ni siquiera la dejaron llamarse como ella quería". Nacida con el nombre de Alix de Hesse y el Rin, ingresó en la Iglesia ortodoxa rusa y decidió llamarse Alejandra. "Esta fue la primera concesión importante que hizo: cambiar de religión y cambiar de nombre", revela.

Su sólido matrimonio con Nicolás II, "una historia de amor relativamente desconocida y muy bella"; su envejecimiento precoz ante la enfermedad de su hijo Alexei, aquejado de hemofilia, y el juicio reprobatorio de la sociedad hacia su figura centran el resto de mimbres de Llamadme Alejandra. "Y luego hay una idea de reivindicación de su voz y de volver a visibilizar a mujeres de un tipo u otro", afirma Freire. "Por mi parte siempre hay un discurso que justifica estas cosas, que tal vez sea una forma de desarrollar mi propia vida".