La directora belga Agnès Varda recibió ayer el primer Premio Donostia de la 65 edición del Festival de Cine de San Sebastián. "Es un premio que dan a gente con éxito comercial, me siento la primera premiada marginal", ha señalado al recoger el galardón.

La breve ceremonia ha tenido lugar en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, escenario original de los Premios Donostia, que empezó a concederse a mediados de los 80 a actores como Gregory Peck, Glenn Ford o Bette Davies.

El director del certamen, José Luis Rebordinos, se lo ha entregado a Varda, quien ha sido recibida por el público en pie con una larga y cálida ovación, tras la proyección de un vídeo que repasaba su trayectoria. Varda fue de las pocas mujeres directoras que empezó a trabajar durante la eclosión creativa de la Nouvelle Vague en Francia, y la única que desarrolló una carrera en el cine.

Considerada pionera del cine feminista, Varda ha asegurado en San Sebastián que prefiere hablar de "cine radical".

En Cleo de 5 a 7, una de sus primeras y más aplaudidas películas, repasaba casi en tiempo real las horas en las que la protagonista espera un veredicto médico. Sin techo ni ley (1985) reconstruía mediante saltos temporales al pasado los últimos meses de vida de una adolescente vagabunda.

Ha compaginado la ficción con innovadores documentales como Daguerreotypes (1976), o Los espigadores y la espigadora (2000), un recorrido por la Francia más marginal. Su última película, Caras y lugares, que se proyectó ayer en San Sebastián, conecta con las dos anteriores.