La danza es un diálogo en movimiento y bailar es formular preguntas con el cuerpo, un giro alrededor de la libertad que dibuja cada paso. El espectáculo All Ways es una encrucijada de caminos que recorren siete bailarines de la compañía de Sharon Fridman, bailarín y coreógrafo israelí, en busca del trayecto de regreso hacia uno mismo. Un vuelo circular que es además una metáfora de la trayectoria de la propia formación, que culmina 10 años de creación y en órbita en escenarios internacionales a través de todos los caminos.

Su aterrizaje hoy en la capital grancanaria coincide con la curva última de este ciclo vital que, con un Premio Max en la recámara, representa hoy en el Teatro Cuyás el tramo más maduro de esta aventura esférica. "Un montaje es sólo un punto en el largo camino que desarrolla un artista pero, a estas alturas de la gira, All Ways adquiere la forma de un cierto balance y de una vocación de compartir con el público los conocimientos que uno ha ido ganando a lo largo de los años. Por tanto, no intentaremos dar una visión de estos 10 años, sino más bien de su conclusión, porque este es el lugar en el que estamos ahora en la composición coreográfica después de una década", apunta Fridman.

Paisajes anímicos

Al subirse el telón, All Ways se desdobla en cinco caminos o "paisajes anímicos" que explora el cuerpo de bailarines, compuesto por Melania Olcina, Diego Arconada, Tania Garrido, Freddy Houndekindo, Richard Mascherin, Lucía Montes y Juan Carlos Toledo, "para seguir tan sólo aquel que se es llamado a recorrer, porque solo uno de ellos le llevará a sí mismo". "Quizás en eso consista la libertad", sugiere.

Este juego circular pone en relación a los bailarines en escena a través de la técnica del contact, que ahonda en la filosofía del "contacto" de un cuerpo con el otro. "Los individuos trabajan con pautas circulares y, a la vez, la composición en sí va tomando forma de un círculo que, año tras año, ha ido haciéndose cada vez más firme", explica el coreógrafo, quien rubricó esta metodología como el lenguaje oficial de la compañía.

"El contact es mi razón personal de moverme y de crear, porque te permite ir descubriendo nuevos aspectos y materiales de creación basados en la inestabilidad, la caída, la velocidad, la gravedad o la atracción hacia el cielo", añade. Y sobre estas bases, All Ways pone en movimiento la filosofía de dotar de sentido al baile de la existencia. Mitad técnica, mitad sentimiento, la pieza armoniza lo exterior y lo interior al ritmo de la música, que suena en vivo bajo la firma del israelí Danski-Idan Shimoni.

"Este montaje se basa en la idea de un viaje cíclico donde cada uno puede decidir a dónde llega, porque cada lugar al que se llega requiere un proceso de adaptación y de búsqueda, un proceso de enamorarse de nuevo de los elementos y, con ellos, empezar a construir", reflexiona el bailarín. "Esos cinco paisajes vitales, como yo los llamo, son los territorios inevitables que posibilitan el camino hacia el centro o verdad de cada uno".

Este eje gravitatorio localizado en el yo es el que "permite trascender la condición humana, dentro de unos códigos que son las pautas colectivas, y alcanzar un nivel superior". "En All Ways hay un tipo de llamada a vivir y a recordar para qué vivimos. Cada uno de nosotros es un mundo y a menudo sentimos que no hay lugar en el día a día para realizarse y para ser lo que uno es en su interior, por varias razones; la prisa, la forma en que está construido nuestro sistema sociopolítico, y muchas otras causas. Pero sí podemos encontrar en el día a día ese lugar donde conectar con nosotros mismos y hallar esa libertad".

Fin de viaje

Después de itinerar por numerosos festivales y escenarios de distintos países, como Francia, Países Bajos, Bélgica, Italia, Alemania, Reino Unido, Colombia, Corea del Sur o Singapur, la compañía de Sharon Fridman redondea su viaje con la mirada en el horizonte y una perspectiva crítica sobre el panorama de la danza en el país. "En España hay muchísimos coreógrafos independientes en todas las ciudades, pero no existe ni el apoyo institucional ni la infraestructura básica -y con esto me refiero a unas condiciones mínimas, pero necesarias- para poder desarrollar su trabajo. Hoy hay coreógrafos luchando para existir y asumiendo todo el trabajo, desde tareas técnicas hasta tareas de producción, en un territorio donde no existe la infraestructura de compañía", sostiene. "Y esa es una de las razones por las que no tenemos más compañías de danza en España y de que muchas que crecieron en los años 80 o 90 cayeran una tras otra en los 2000. Hoy queda la generación de coreógrafos que se reinventa y que se une para luchar y expresar sus necesidades en voz alta, para que la política entienda los agujeros institucionales que tenemos".