Las interferencias de Concha Jerez distorsionan el discurso monolítico de las verdades impuestas, no como la nieve que nubla una imagen de señal endeble, sino como una acción libre y transgresora que cuestiona sus cimientos desde las distintas posibilidades del arte.

Pionera en el arte conceptual en las postrimerías del franquismo y Premio Nacional de Artes Plásticas en 2015, sus interferencias cuestionan el teatro cotidiano de los mass media, horadan la amnesia histórica de Canarias, penetran en el espacio artístico tradicionalmente velado a las mujeres e interfieren en el propio acto de interferir, durante más de cuatro décadas de trayectoria sujetas, a su vez, a las interferencias del tiempo y de los cambios tecnológicos. Porque, tal como lo concibe Jerez, el arte es un espacio polisémico y ambiguo donde intervenir es la única respuesta posible ante una realidad compleja y vestida de uniforme.

Su exposición retrospectiva Concha Jerez. Interferencias, que abre hoy sus puertas en el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM) "es una antología y no", apunta su comisaria Alicia Murría, "pues lo es sólo de una parte de su obra, ya que costaría mucho tiempo abarcar todos sus carriles de producción". Aun así, se trata de "su exposición más amplia y ambiciosa", que duplica en volumen y extensión a su predecesora en el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (Musac), en 2014.

Bajo la impronta crítica, feminista y subversiva de Jerez, su muestra en el CAAM despliega una treintena de obras "muy complejas", apunta Murría, que incluye cuatro nuevas obras site specific creadas de forma expresa para el CAAM. Esta selección se inscribe en una paleta multicromática de formatos y lenguajes, como la instalación, el dibujo, la fotografía, el vídeo, la acción y la performance, el arte sonoro, el radioarte o el arte para Internet, estos últimos en colaboración con el artista y compositor José Iges. Estos canales artísticos activan los mecanismos de interferencias con los que la artista explora las fisuras del lenguaje y socava los discursos establecidos, a la vez que "irrita el espacio y el significado", en palabras de Murría, a partir del uso de objetos desechados, sonidos entrecruzados, muñecas rotas, banderas rayadas, barcos de papel, recortes de prensa y lo que Jerez denomina, en lugar de tachaduras, "textos ilegibles autocensurados". "El artista escoge el estilo o el formato en función de la idea que quiera desarrollar, aunque esta idea me ha costado unos cuantos enemigos", apunta Jerez, sonriente.

A diferencia de su muestra en el Musac, que circunscribía la noción de interferencias al ámbito de los medios, la retrospectiva en el CAAM extiende esta noción a todo un imaginario vinculado a otras inquietudes de la artista. La memoria, el espacio, el tiempo, la ambigüedad, la interferencia, la censura y la autocensura, así como cuestiones de índole política como la inmigración o la igualdad, constituyen la línea de puntos que hila su relato, aunque es el espacio del "entre" -entre personas, entre objetos, entre ideas- donde radica la fuerza de su discurso: "En realidad, son unos cuantos conceptos a los que regreso como en una espiral, a la que voy añadiendo ideas, pero de la que nunca elimino nada".

"El arte es para mí un medio de conocimiento que utiliza palabras, gestos, signos y todo tipo de soportes que después pueden ser -y deben ser- interpretados al libre albedrío total por cada persona, que lleva su historia incorporada y su momento existencial a la hora de acceder a esa obra", concluye Jerez.

El espectro temporal de la muestra comienza en 1974 con la obra conceptual Sumario de un proceso político y desemboca en 2017, con una performance que la artista aún no ha culminado: la realizará mañana in situ en el CAAM bajo el epígrafe Intervalo único de tiempo autocensurado.

Y entre la multiplicidad de obras que se exhiben en las tres plantas del centro destacan Espectros de silencios. A la memoria de las víctimas de Jinámar (2001-2007), que rinde homenaje a las vidas robadas en la Guerra Civil española, así como a un episodio familiar de la artista; y Fragmentos de memorias del Julan (2007-2017), concebida como un encargo para el desaparecido crítico de arte Antonio Zaya sobre los petroglifos en El Hierro, que nunca llegó a materializarse. "Por fin me quito esa espinita", confesó Jerez. También merece destacarse la reescritura de un mapa intelectual universal a partir de los grandes nombres de la historia, al que Jerez incorpora los de cientos de mujeres invisibilizadas a través de las obras Caja de cotidianidad (1988-2017), Paisaje de memoria (2006-2014) o Silencio autocensurado (1991-2017).