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Arte

El Millares que supera el millón de euros

La obra del pintor grancanario, titulada 'Número 60', se vende en Madrid por 1.100.000 euros

El Millares que supera el millón de euros

Delante del cuadro van pasando los habituales a este tipo de eventos, no hace falta acercarse hasta el cartel en el que aparece el nombre del artista, para que la mayoría exclame: "un Millares". No cabe duda, se trata de una de sus creaciones reconocidas, una vez más la tela en sus manos se convierte en un campo de batalla, la arpillera como mortaja que cose, desgarra y remienda, hasta que pasa a convertirse en la obra que hipnotiza, con la singularidad añadida de esa apuesta reducida de los colores de su paleta, negro, blanco y rojo. Los amantes del arte detienen el paso, confirman la primera impresión, efectivamente se trata de una pieza de Manolo Millares, y siguen en este deambular exquisito por una sala repleta de obras brillantes y caras.

Una vez al año, la galería de arte Lorenart organiza en el hotel Miguel Ángel, en el barrio de Salamanca de Madrid, exposiciones con obras de artistas reconocidos y a precios considerables. Esta vez la obra más cara es la del pintor grancanario Manolo Millares, nada menos que 1.100.000 euros. Se trata del cuadro titulado número 60, una arpillera de 162 por 130 centímetros, y que fue creada en 1959. Muy cerca de esta pieza se encuentra la obra de otro canario, la de Cristino de Vera con su Cesto y Campos, un óleo de 73 por 100 centímetros, fechado en 1982 y a un precio más asequible, 15.000 euros.

En las exposiciones hay algo que no se puede evitar, la magia de estas citas radica en la posibilidad de poder divagar o tal vez sólo fantasear con poder colocar a un pequeño Sorolla, o un Barceló en la sala de su casa. Después los precios de estas obras de arte colocan a cada cual en su sitio, sobre todo en su estado natural de ahorros y posibilidades.

Una vez que se asume, que está vez no se podrá pujar por un cuadro de María Blanchard, La cuisiniére, o unos dibujos de Maruja Mallo llega lo esencial, poder disfrutar de unas obras de arte espléndidas como la Gitana de Isidro Nonell o el Niño en la playa de Joaquín Sorolla.

La exposición que organiza Lorenart puede verse hasta el domingo en los salones del hotel Miguel Ángel en Madrid.

El amigo de don Pío

El arte tiende a reunir a personajes variopintos. Un grupo de amigas que en lugar de ir de tiendas -ya se sabe todas las que se aglutinan en Inditex- prefieren deleitarse con obras y pinturas de autores reconocidos. Entonces pueden comentar en voz baja, siempre se tiene esta tendencia cuando se entra en una galería, a bajar la voz, como si en lugar de una sala se estuviera en un santuario. Y entonces se habla de los cuadros preferidos y de otros, que aunque resuenen, les parecen sencillamente horribles. También ocurre lo mismo con grupos de amigos, generalmente jubilados, procedentes del mundo de la docencia o la banca, a los que les encanta recorrer las salas con la lista de precios en la mano, y tratar de establecer si la cifra que aparece responde a sus propias valoraciones.

Un divertimento como cualquier otro, y que además alegra la vista y el corazón. Ya se sabe que el arte primero da de frente con los sentimientos y después sube hasta la cabeza, o el llamado intelecto. En esta exposición no podía faltar la asistencia de un personaje extraordinario. El propietario de Lorenart se dirigía a él como don Roberto. Un señor de apariencia sencilla, con una gorra de tela de cuadros en la mano y gafas de ilustrado. En realidad se trataba de Roberto Jiménez, vecino del barrio de Salamanca y devoto de la obra de Ricardo Baroja, hermano de don Pío.

Con una amplia sonrisa desveló que había conocido al escritor vasco, "vivía cerca de aquí", señaló, "y no era tan hosco como decían, creo que era una apariencia". Después un tanto desconcertado ante la insistencia de las preguntas, y casi huyendo de esta conversación, añadió, "y tenía una biblioteca estupenda, la mejor del siglo XIX, don Pío vivía en el siglo XIX", y con esa frase final decidió seguir con su paseo detrás de las obras de Ricardo Baroja, uno de sus autores preferidos, de toda la vida.

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